Revista Educación

Intransigencia

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Intransigencia

19 septiembre 2014 por JLeoncioG

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Sala de espera del Centro de Salud donde debe ir la democracia

La democracia, esa señora de la que tanto se habla, a la que tanto se alude, esa madre de derechos, libertades y obligaciones, está enferma. Hablo de la democracia española que las otras no las domino (bueno, a esta tampoco la domino). Y la ponzoña, que se diría en un español acaso más clásico, es tan profunda que corre peligro de cangrenarse, si no lo ha hecho ya. No sé si es diebetes o colesterol, o almorranas, pero se trata sin duda de un mal que afecta por dentro. Me explico. En esta España mía, en esta España nuestra, somos todos tolerantes, democráticos, abiertos a otras culturas, a otras formas de pensar, somos integradores al máximo…. pero sólo de boca para afuera.

Luego, por dentro, por donde va la procesión, vemos cada día cómo seguimos riéndonos de los inmigrantes, odiándonos porque vienen a quitarnos el trabajo, desconfiando de la mujer por el único pecado cometido de serlo (“el marido le pega, algo habrá hecho”…), haciendo chistes machistas en la barra del bar, o generalizando actitudes de cientos de hombres hartos de beber cerveza, fumar más de lo debido y echarse pedos debajo del edredón (“…es que al final todos son iguales”).

Cada día, cuando amanece, que no es poco, salimos a la calle convencidos de que este país de pandereta está en el primer mundo, que somos súpercivilizados y que como la piel de toro no hay dos -que bailen merengue-. Y cada día, los ejemplos de intransigencia se multiplican por cientos, por miles, y las actitudes mezquinas, insolidarias y egoístas se convierten en verdaderos síntomas de esa patología.

Y es un gran mal, el mal que radica en esta enfermedad que nombraba más arriba, y que, creo, que no hay médico que cure. Para expiar nuestros pecados nos basta con echar la culpa al Gobierno, a los políticos o a la tele basura. Y luego ya podemos seguir gritando a nuestros hijos, aparcando en medio de dos plazas, o estigmatizando a los que no son como creemos que los que nos rodean deben ser.

Ay España.


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