Io Saturnalia!

La fiesta del solsticio de invierno tiene una larga y apasionante historia. Las asociaciones de librepensadores vienen, desde hace décadas, estableciendo un verdadero programa de promoción de “Fiestas civiles”, en gran medida inspiradas en las grandes fiestas de la Revolución francesa, con objeto de laicizar las fiestas estacionales cristianizadas. Se trata de llevar a efecto una verdadera reapropiación de estas manifestaciones de índole cultural. Su esfuerzo principal se centra en la Navidad. Su argumentación es sencilla: Navidad es, históricamente, una fiesta pagana, que fue robada por los cristianos; así pues, ¡hay que devolverle su carácter laico!

Fiesta pagana

La palabra “Navidad” procede del latín nativitas, nacimiento. La fiesta de Navidad es, históricamente hablando, la del solsticio de invierno, que señala el punto de partida del “renacimiento del sol”, el 21 de diciembre, día más corto del año en el hemisferio Norte. Pero la celebración festiva de Navidad no se limita a esta única jornada. Es necesario hablar de un ciclo de Navidad: el período que abarca el solsticio era festejado en toda Europa desde hace milenios. Las Saturnales romanas se celebraban durante doce días, desde el 25 de diciembre, día del renacimiento del Sol Invicto, hasta el 6 de enero. Se intercambiaban regalos en el transcurso de banquetes nocturnos. Y estas manifestaciones alegres tenían su equivalente entre los celtas, los germanos, los eslavos…

En cuanto a la fecha del nacimiento de Jesús, el Nuevo Testamento no dice nada. La controversia durará más de un siglo: unos defendían el 18 de abril; otros, el 25 de marzo; otros incluso, el 6 de enero. Fue un papa el que, en el año 354, fijó de forma autoritaria la fecha del 25 de diciembre, es decir, precisamente la fecha del solsticio de invierno.

La apropiación cristiana de la fiesta

A la ubicación del nacimiento del “niño Jesús” el 25 de diciembre (igual que el cuco pone sus huevos en el nido de otro pájaro) le siguió una serie de medidas cristianizadoras. Agustín, obispo de Hipona, se felicita en su obra “La Ciudad de Dios” de que se haya sustituido, durante el solsticio de invierno, “la celebración del invisible creador del sol por la del renacimiento del sol visible”. Y, desde los albores de la Edad Media, las prohibiciones se cernieron sobre las antiguas costumbres. En el año 391, el emperador cristiano Teodosio prohibió la celebración pública de los cultos paganos en Roma y Alejandría. En 392, la prohibición se extendió a todo el Imperio y los templos paganos fueron destruidos o, en el mejor de los casos, clausurados. El cristianismo se convertía en religión de Estado. Paralelamente a las prohibiciones, se puso en práctica una impresionante estrategia de recuperación cultural, por la incorporación al ciclo navideño de los santos, sucesores de los dioses paganos: Juan, Lucía, Cristobal, Silvestre… Estrategia cultural de cristianización de la mitología pagana que muestra al catolicismo como, con diferencia, la religión monoteísta que se nutre de más elementos paganos. Pero, como resulta que el pueblo permanecía muy apegado a sus costumbres ancestrales paganas, una de las consecuencias de la estrategia cristianizadora fue cierta paganización del catolicismo.

Reapropiación laica

En nuestros días, tímidamente en Europa y medrosamente en España, se tiende a cierta reapropiación laica de lo que, robado por el cristianismo al patrimonio cultural común, permanece latente en el seno de las fiestas navideñas. Cada vez se habla más –también en la España tardofranquista y nacionalcatólica de Rouco- de fiestas solsticiales.

Únicamente en un espacio social laico será posible la igualdad de derechos de unos y otros creyentes; porque, en el fondo, todos creemos en algo, sea esto religioso o no, y ninguna religión tiene derecho a monopolizar el patrimonio común.

Así pues, feliz Saturnalia, Io Saturnalia!

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