Revista Viajes

Irlanda, Parte 1. Paisajes mágicos y una noche en el cementerio

Por Arielcassan

Me gustaría que traten de imaginarse una tierra de fantasía. Una tierra mágica, como las de los cuentos. Les pediría que cierren los ojos para concentrarse, pero no podrían seguir leyendo, así que vayamos creándolo juntos e intenten transladarse por un momento hacia ese onírico lugar.

Probablemente se les venga a la mente algún paisaje bien verde. Seguramente, es por el color del pasto que prolijamente cubre alguna colina.
¿Esta tierra mágica debería tener un castillo? Perfecto, agreguémosle un castillo, de esos clásicos y soberbios con foso alrededor y puentes levadizos.
¿Les gustaría también un bosque? Sin duda que sí, ¿por qué no?. Todos los cuentos tienen bosques donde los personajes terminan perdiéndose, así que imaginemos un frondoso bosque hacia uno de los lados del castillo.
¿Qué mas le agregarían? ¿Algunos animales? No les puedo prometer unicornios, pero seguro habrá animales en la imagen que mentalmente nos estamos creando.
Parecería que a nuestra tierra mágica le está faltando un poco de agua. Los que prefieran el mar, imaginen que nuestra colina está próxima a un espectacular acantilado, donde las fuertes olas rompen una y otra vez, llenando el ambiente con un potente e impresionante rugido. Los que prefieran los lagos, pueden situar el castillo en frente de un espejo de agua calma y tranquila, que sólo se despierta ante el suave desplazamiento de una familia de cisnes.

Supongo que su propio paisaje de cuentos ya está tomando bastante forma. Quizás se le podría añadir unas montañas de fondo, y una aldea cercana, con casas hechas de piedra y granjeros trabajando con ovejas, vacas y caballos.
Si quieren y son más fantasiosos, hasta le podrían incorporar un arcoiris o un par de duendes.
Para no prolongar esto mucho más, siéntase libres de sumarle cualquier imágen que se les venga a la mente recordando algún clásico libro de cuentos.

¿Les gusta el lugar que creamos mentalmente? ¿Quisieran conocerlo? Entonces, ¡bienvenidos a Irlanda!

¡Bienvenidos a Irlanda!

¡Bienvenidos a Irlanda!

Antes de empezar con el relato propiamente dicho, pensé en hacer un post musical por la naturaleza alegre de la música de este lugar. Los que tengan a mano auriculares o parlantes, les recomiendo que lo disfruten con un poco de música tradicional irlandesa como la que pongo a continuación. Generalmente las bandas se componen por guitarras acústicas, banjos, violines, panderetas y acordeones. El folk irlandés está presente en la mayoría de los bares del país, y los músicos son gente local que va a tocar para divertirse, separando cada canción por una infaltable ronda de cerveza.

Desde que llegué a Irlanda desde Gales y dejé la simpática pero muy industrial ciudad de Cork, empecé a ver los exquisitos paisajes del sur del país. Mi segundo destino era el pueblo de Killarney, pero en Irlanda es mejor no hablar de destinos, ya que el solo hecho de andar por las rutas debería ser considerado una atracción por si misma.
Obviamente no eran unicornios los que poblaban el ondulado panorama irlandés, sino que son mayormente los rebaños de ovejas. Los campos son extensos y dan directamente a las rutas, así que simplemente con el andar mismo se pueden ver a los curiosos corderitos mirando y balándote al pasar (si si, así se llama el sonido del “meeee”).
Para disfrutar de todas estas visiones mágicas que sin duda alguna caracterizan al país verde (quizás junto a la cerveza) no se necesita ir a ningún lugar especial de la isla, ya que esto se repite a través de cada uno de los condados del país.

Paisaje rural irlandés

Paisaje rural irlandés

Killarney resultó ser un pequeño y simple pueblito pero su atractivo principal se debe al hecho que está en la puerta de dos excelentes atracciones turísticas. La primera, el denominado “Anillo de Kerry” es un circuito de 180 km que recorre toda la costa de una península llena de fantásticos paisajes. Hacia dentro, las montañas más altas de Irlanda. Hacia afuera, costas plagadas de acantilados, playas y una gran cantidad de pequeñas islas.

Anillo de Kerry

Anillo de Kerry

La segunda atracción es el Parque Nacional Killarney. Pasé dos días enteros recorriendo el Parque Nacional, dejandome llevar por sus curiosos paisajes.
El primer día, visité un castillo como el que imaginamos previamente, caminé por una isla que sirve de excelente mirador hacia los hermosos lagos del parque, y llegué hasta una abadía franciscana del siglo 15, que posee un tenebroso cementerio tanto afuera como adentro (las paredes tenían tumbas de hace 4 siglos). El segundo día, di una vuelta completa a otro de los lagos, donde el neblinoso clima irlandés me regaló unas geniales postales de todo el lugar.

Parque Nacional Killarney

Parque Nacional Killarney

Mi estadía en el pueblo fue en un lindo hostelcito, donde el precio de las noches era 2×1, así que resultó muy conveniente. Pero al querer reservar mi tercer noche, recibí la inesperada noticia de que el hostel estaba lleno por un fin de semana largo en el país. Los locales coparon los alojamientos por el feriado, y encima se sumaba un Rally que se daba en la zona en esos días. Ya era medio tarde y al parecer, todos los hostels del pueblo estaban ocupados. No pensaba pagar los más de 50 euros que pedían por un hotel. Dormir en la calle no parecía una buena opción, ya que encima el clima irlandés no ayuda demasiado. Esperando que la solución aparezca automágicamente, volví al Parque Nacional a ver el atardecer. El sol estaba casi por ponerse sobre los lagos cuando empezó a lloviznar. La llovizna se puso más fuerte, así que agarré mis cosas y empecé a caminar buscando algún refugio.
Ahí fue cuando apareció nuevamente ante mi la derruída abadía visitada 2 días atrás.
El pensamiento fue inmediato. ¿Y si…? Mmm… No no, ¡era demasiado! ¡La abadía era al fin y al cabo un cementerio! Pasar la noche ahí sonaba bastante aterrador. Aunque por otro lado, el Parque Nacional es abierto, así que si dormía ahí nadie se daría cuenta ni me echaría, como hace unas semanas en la Terminal de Buses de Londres.

Abadía y cementerio de Muckross

Abadía y cementerio de Muckross

La lluvia no paraba, así que entré al menos para dejar de mojarme. El atardecer se fue transformando en noche y el clima no mejoraba. Parecía que la decisión estaba finalmente tomada… Busqué un sitio en la abadía con techo para mantenerme seco y que no tenga una tumba abajo, desplegué mi aislante y bolsa de dormir, y pasé mi primer (y espero que única) noche durmiendo en un cementerio.

La noche en el cementerio

La noche en el cementerio

Me desperté temprano, con el rugido del motor de los autos de Rally. Miré alrededor y confirmé que no había sido una simple creación onírica. Las tumbas estaban por todos lados. Me reí solo, tocando mi cuello en búsqueda de algún mordisco vampiresco, pero por suerte no había pasado nada extraño durante mi dulce sueño. Nada de zombies, vampiros o lloronas.
Guardé mis cosas y caminé hacia la salida del Parque Nacional. Quería ir lentamente hacia el norte, a un pueblo portuario llamado Dingle, a unos 90 km. Tras una noche como la que había pasado, era momento de probar suerte en la ruta…

Hacer dedo en Irlanda era novedoso para mi por varios motivos. En primer lugar, era la primera vez que hacía autostop fuera de Sudamérica. En segundo lugar, era la primera vez en esta Odisea, que pretende recorrer el mundo haciendo uso mayormente de esta entretenida forma de viajar. Y en tercer lugar y quizás más curioso, ¡era la primera vez que hacía dedo usando mi mano izquierda y el lado contrario de la ruta!
El país verde fue dominado por unos 8 siglos por Inglaterra, y aunque pudieron independizarse y mantener su cultura céltica, no pudieron resistir la imposición del idioma inglés y del sentido rutero de la conducción.
Subirse a un auto del lado izquierdo y no tener un volante o pedales adelante es sin duda una sensación extraña, y ni hablar del miedo que inicialmente se genera inconcientemente al ver a un auto doblando en una curva delante tuyo y acercándose rápidamente por la mano derecha. Cuesta unos cuantos días acostumbrarse, inclusive a mirar al lado correcto al cruzar la calle. Obviamente, en Inglaterra recibí más de un bocinazo y cuando no, una puteada, por este motivo.

Autostop en las rutas irlandesas

Autostop en las rutas irlandesas

Un campesino irlandés que trabaja por las mañanas repartiendo pedidos de una panadería local sería el histórico primer conductor en levantarme durante esta Odisea. Unos 35 km de buena conversación me dejarían a medio camino y con el obsequio de un muy bienvenido desayuno de parte del panadero, compuesto por unas croissants y algo similar a unas facturas. Realmente me vino genial después de la fría noche en el cementerio.
El resto del trayecto hasta Dingle lo hice con un radiólogo checo que andaba ascendiendo los cerros de la zona, y una loca artista irlandesa que además de llevarme hasta el pueblo, me comentó que más tarde había un festival de música irlandesa en la zona y terminé volviéndola a ver a la noche, para compartir unas buenas Guinness y agradecerle por el favor. El promedio de espera en la ruta fue un poco más de lo esperado pero tampoco exagerado. Unos 40 minutos fue la media, que se pasan bastante rápido al poder disfrutar mientras tanto del hermoso paisaje.

La península de Dingle resultó ser otro lugar fabuloso en esta isla. Me lo habían recomendado mucho, por ser menos turístico que el famoso Anillo de Kerry visitado unos días atrás, pero no por eso menos bonito. La mejor forma de recorrer la península fue alquilar una bicicleta y dejarme llevar por los 50km de un circuito que te llena los ojos de impresionantes vistas de acantilados y verdes campiñas.

Península de Dingle

Península de Dingle

Para alguien poco entrenado como yo, los 50km en bicicleta en sólo un par de horas por la ondulada ruta fue más que un triunfo, sintiéndome en las bajadas como Lance Armstrong, y como les dije, lo celebré como se celebra todo en Irlanda: buenos pubs, música folk, unas cuantas cervezas Guinness, borrachos cantando canciones tradicionales y una alegría compartida entre toda la gente del lugar.

En bici por la Península de Dingle

En bici por la Península de Dingle

El sudoeste irlandés, escenario de esta primer parte de los posts sobre Irlanda, me dejó realmente boquiabierto por las increíbles vistas, la amabalidad de los irlandeses y la tranquilidad con la que se disfruta la región. No alcanza un sólo post para describir lo que se siente en este país, así que no creo poder defraudarlos con el próximo, probablemente en un par de días.

¡Los dejo con unas cuantas fotos más, espero sus comentarios, y saludos a todos!

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