Revista Ciencia

Islas Ssese: Amaneceres dorados y futuro brillante

Por Yve Ramírez @ecocosmopolita

Curioso publicar este post cuando se cumplen justo dos años de la marcha mundial por el clima que nos hizo amigos entrañables. Hoy Daniele Viganò, ecologista y astrofísico, ahora trabajando para un proyecto de cooperación internacional en el campo de las energías renovables, nos abre una ventana a Uganda desde su mirada siempre atenta, amorosa y única. Coge la mochila y sube a bordo, que comienza la aventura. Y ésta es sólo la primera parte.

-Yve

Nuestro bote se acerca a la isla de Kitobo con la primera luz de esta mañana, que juega con los signos de la nueva temporada de lluvia: nubes de un dramático color azul, toques bermellones y un temporal al horizonte, anunciado por blancos relámpagos lejanos.

Estamos en el noroeste del Lago Victoria, en el norte del archipiélago de las Islas Ssese, así nombrado por la famosa mosca que, en distintas épocas, ha infestado estas 84 islas y forzado la evacuación de su población para evitar que quedase diezmada, tal como pasó en otras regiones de Uganda. Desde hace unos años, sin embargo, estas islas están viviendo un lento pero progresivo camino hacia el desarrollo.

¿Y qué me ha llevado hasta Kitobo? El CIRPS (Centro de Investigación Interuniversitario de Investigación para el Desarrollo Sostenible, que es una plataforma de universidades italianas) participa en un proyecto de energía solar off-grid (del que hablaré con más detalle en otro post). Además, Kalangala -la capital del distrito homónimo del que forma parte el archipiélago- será en el 2017 uno de los ejes de los cursos de Field Study Abroad, atendidos por decenas de estudiantes que cada año viajan a países en vía de desarrollo para formarse en proyectos relacionados con la sostenibilidad y la cooperación internacional.

Tiempos de cambio

La electricidad ha sido fundamental para el desarrollo de la región. Las islas Ssese están demasiado lejos para poder ser incorporadas a la red eléctrica nacional, razón por la cual la compañía privada Kalangala Infrastructure Services (KIS) ha instalado una planta híbrida (fotovoltaica y diesel), con la cual puede dar electricidad a la totalidad de la isla sobradamente. El componente renovable de la planta está constituida por 3.820 módulos fotovoltaicos, con un innovador sistema automatizado de seguimiento solar, único en Uganda y poco común también en Europa. Los generadores de diesel, con un oneroso consumo de 18.000 a 20.000 litros mensuales, proveen alrededor de 50% de la energía producida y garantizan que las baterías no bajen de la carga mínima necesaria. Las 480 baterías de ácido-plomo, gestionadas por el regulador de carga y monitoreadas continuamente, aseguran el almacenamiento de la energía sobrante y la erogación durante los días nublados, especialmente frecuentes durante la temporada de lluvia de abril a junio.

Lo que antes era un sendero que se recorría en tres horas en boda-boda (motos que funcionan como medio de transporte), ahora es una carretera que cruza toda la isla y en 40 minutos te lleva desde la capital hasta el cabo occidental de la isla, Bugoma, en medio de este paisaje de tierra roja entrelazada con mil verdes y rodeada de azul. En Bugoma se encuentra con una de las dos líneas de transbordadores que conectan el archipiélago a la tierra firme y que han revolucionado el transporte.

Después de la mejora de la accesibilidad a las isla (el transbordador de Entebbe a Kalangala tarda 3 horas y media, con un coste asequible y una seguridad no trivial considerando el número elevado de accidentes marítimos en el lago), el turismo también está avanzando. La amplia bahía que se extiende alrededor de la aldea de Lutoboka hospeda ahora una decena de resorts con precios no demasiado elevados, aunque pensados para blancos. Resorts que aún son una excepción en estas islas, en su gran mayoría todavía salvajes, y ofrecen amaneceres y puestas del sol asombrosos, además de un clima templado y una tranquilidad y seguridad absolutas.

Otra señal de cambio son los inmensos y crecientes cultivos de palmas de aceite, que han substituido la selva tropical original con el impulso de varios proyectos entre los que se cuentan los de IFAD (International Fund for Agricultural Development). Muy discutibles y controvertidos por su impacto medioambiental negativo, por otro lado están asegurando trabajo a centenares de propietarios de tierra y trabajadores (al menos de momento). El mismo aceite de palma es, por supuesto, la base de la cocina local.

Pesca en peligro

El archipiélago se caracteriza por la presencia de muchas pequeñas aldeas de pescadores que surgen entre aguas, extensiones de selva virgen y altiplanos cubiertos por prados, donde la roca de laterita roza la superficie. El lago, durante las noches sin luna, se vuelve una increíble constelación de pequeñas luces, con las cuales los pescadores, sentados en sus botes de madera, atraen los grupos de silver fish.

Aunque en algunas islas la agricultura está empezando a despegar, con el cultivo en pequeña escala de matoke (plátanos), arroz, mandioca, fruta de la pasión y piña, la pesca aún es la principal actividad y la fuente de ingresos sobre la que se basa la economía local.

Sin embargo, en los últimos años la excesiva presión sobre la fauna lacustre, debida sobre todo al aumento demográfico y a la pesca ilegal (practicada con redes que lo atrapan todo), está empobreciendo la mayor reserva de agua dulce de África y acabando con su biodiversidad, lo que afecta directamente la poco diversificada economía kalangalesa.

Esta biodiversidad ya fue atacada decenas de años atrás con la introducción en el lago de la perca del Nilo por parte de los colonizadores ingleses. Este pez, de gran valor comercial especialmente en Occidente, estaba presente sólo en las aguas fluviales del gran río, pero se adaptó muy bien a las aguas lacustres aunque a costa de casi todas las demás especies. El resultado es que muchas especies tropicales se han extinguido total o parcialmente, y las especies presentes son principalmente tres (perca del Nilo, tilapia, silver fish). La economía local está basada principalmente en su comercio.

La invasión del plástico

Otro gran problema, para nada trivial, es la gestión de los residuos. La invasión del plástico está reproduciendo lo vivido en Europa durante los años sesenta y setenta: bolsas, baterías y más son tirados al suelo, en medio de las calles, entre aguas, en la misma tierra en la que se cultivan los alimentos.

El desconocimientos de conceptos básicos de biodegradabilidad y la presencia de problemas urgentes se suman a dos obstáculos tal vez aún mayores: la ausencia de un tejido industrial que permita el reciclaje, y el bajo coste de los productos plásticos, -que permiten ahorrar tiempo y dinero, además de facilitar la conservación de los alimentos en hogares sin neveras.

La única gestión, cuando la hay, consiste en amontonar los residuos en un hoyo y quemarlos cuando llegan a una cantidad excesiva. Resulta complicado pensar a una solución distinta inmediata. Por otro lado, no se aleja mucho de lo que se hace en Europa: vertederos e incineradores, con volúmenes de residuos mucho mayores y más tóxicos, aunque, eso sí, con tecnologías que apuntan a minimizar los impactos ambientales, cuantitativamente y espacialmente, con más o menos éxito.

Que no falte la sonrisa

Las aldeas, a parte de la capital, que está relativamente desarrollada, están constituidas por decenas o pocos centenares de pequeñas casas, en su mayoría de madera, o de barro y paja. La gente vive a menudo por debajo del umbral de pobreza, aunque los recursos naturales (agua, pescado y productos de la tierra) garantizan el acceso a los alimentos básicos.

El porcentaje de infectados por el SIDA es alarmante: hasta el 50% en algunas islas según estadísticas no muy fiables, con una media de 15% en todo el archipiélago. El desempleo y el aislamiento más o menos forzoso (el transporte y el comercio entre islas y tierra firme es aún costoso para muchos) son otros obstáculos al bienestar.

La espíritu emprendedor, las ganas de trabajar y los intentos de acceder a microfinanciaciones, (aspectos que muchas veces se creen ausentes en los africanos por parte de quien no conoce estos mundos), a menudo son palpables pero también insuficientes para garantizar un futuro más estable: el sueldo promedio de un maestro no llega a los 100 dólares al mes, y la mayoría de la población vive con dos dólares al día.

Sin embargo, en los ojos de los isleños, a menudo migrantes que proceden de otras partes de Uganda para buscar la suerte, nunca faltan la alegría, el calor humano, y las ganas de reír y bromear con los bazungu.

(Visited 51 times, 1 visits today)


Volver a la Portada de Logo Paperblog