Revista Política

IVA cultural

Publicado el 25 marzo 2014 por Alejandropumarino

IVA cultural

Alfredo Pe punto ataca de nuevo con el “IVA cultural”, llevando al Congreso la reivindicación de la ceja, resultado de la transformación sufrida por el “no a la guerra”, y tacha de insensible con esta particular faceta del ser humano, al gobierno que permite la aplicación de este impuesto en su cota más alta al mundo del cine, paradigma del mismo por excelencia. Al líder socialista se le olvidó que no se ha visto incrementado el IVA de los libros, pero tal vez no formen parte de ese universo particular ocupado por los elegidos, conspicuos representantes de la cultura con mayúsculas, tan alejada de cánones convencionales defendidos por una derecha rancia y carpetovetónica. Se conoce que Moliere, Camus o Hemingway, por citar tres autores foráneos, no pertenecen a él, pero la producción de la enésima película sobre la barbarie de nuestra guerra civil, debidamente filtrada a través del prisma políticamente correcto del progesismo militante, merece un ajuste del impuesto y una adecuada subvención pública. Ignoro si en Estados Unidos el mundo del espectáculo goza de las prebendas que tiene en nuestra vieja piel de toro, pero además de arte, o de expresión cultural, el cine es un negocio. Un negocio en el que muchos empresarios perdieron su dinero y terminaron desapareciendo de la alfombra roja tanto como de la vida pública, porque sus producciones no fueron bien recibidas por el público, que a la postre, es quien dictamina de modo inexorable que película es buena y cual no. Merecen todo mi respeto los aficionados al cine siberiano subtitulado y espero merecerles el mismo yo a ellos. Me gusta Oblivion y El Protocolo Fantasma, disfruto con El Señor de los Anillos y Sin Perdón y sigo pagando el impuesto reducido en los libros, esos dispositivos de memoria que no precisan energía eléctrica y almacenan la información en hojas. El Sr. Rubalcaba hace populismo barato, pero no siempre quien más vocifera lleva la razón, y los gravámenes españoles son elevados como consecuencia del dispendio de nuestros representantes públicos y de una corrupción generalizada que habrán de pagar, por desgracia, tanto los integrantes del grupo de la ceja como el español de a pie, a quien pilló desprevenido todo este embrollo. No hay IVA cultural, salvo que algún iluminado baje a ilustrarnos a todos sobre qué es cultura, desde la atalaya de la infalibilidad que suele acompañar a quienes se califican de progresistas defensores del cine español y esconden en su domicilio particular la filmografía completa de Harry el Sucio.


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