Revista Política

Izquierda y homosexualidad (Jesús Láinz)

Publicado el 02 julio 2016 por Alejandropumarino

Izquierda y homosexualidad (Jesús Láinz)

Para empezar, nadie mejor que Marx y Engels, heteropatriarcas socialdemócratas por excelencia. Pues tanto el uno como el otro concebían que la homosexualidad era una degeneración producto de la sociedad capitalista que habría de ser sanada con la llegada del socialismo. El primero, tras la lectura del libro Sobre la libertad de conciencia, calificó al autor, Karl Boruttau, de “maricón estúpido”. Y el segundo dedicó a la homosexualidad epítetos como “abominable”, “despreciable”, “degradante” y “extremadamente contra natura”.

Sus discípulos tomaron buena nota. Stalin, por ejemplo, premió la homosexualidad con varios años de vacaciones en Siberia (art. 121 del Código Penal). La doctrina oficial soviética sobre la homosexualidad consistió en considerarla contrarrevolucionaria y producto de la decadencia capitalista. No sólo eso, sino que se la vinculó de manera muy especial con el fascismo. Wilhelm Reich relacionó la homosexualidad con el sadismo característico de los fascistas, mientras que Máximo Gorky, en un artículo titulado “Humanismo proletario”, explicó que la Unión Soviética estaba obligada a perseguir a los homosexuales para proteger a la juventud de su influencia corruptora. Y propuso esta medida: “Exterminemos a todos los homosexuales y el fascismo desaparecerá”. Por otro lado, la propaganda soviética de la época, tanto con palabras como con imágenes, denunció a menudo el afeminamiento de los nazis. Y sus camaradas del Partido Socialdemócrata Alemán solieron referirse al partido de Hitler como la “Hermandad de Mariquitas de la Casa Parda”. La verdad es que Röhm y compañía se lo pusieron en bandeja“. (Jesús Láinz)

Tampoco vamos a recoger el trato dispensado por el régimen castrista a los homosexuales cubanos, ni la defensa que el progresismo militante hace de los gays en palestina, país cuajado de libertades y donde la ssexualidad es contemplada desde un elevado punto de vista, más o menos, el de las grúas del que cuelgan por el cuello los varones tendentes a tan abominable desviación sexual. La crítica la merece Israel, islote occidental en el Medio Oriente y en donde florece una comunidad homosexual similar a la de cualquier país europeo, pese a lo que nuestros próceres de izquierdas, procuran impedir el desfile de su carroza en el festival del orgullo gay de Madrid. Ahora, al parecer, se pone el atentado de Orlando en relación con la homofobia, producto de una sociedad capitalista occidental decadente, nuevo ejercicio de hipocresía política que el Sr. Láinz desmonta con datos históricos en el párrafo precedente. No merece más comentarios.


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