Revista Arte

“J’ai tué ma mère”, de Xavier Dolan

Por Avellanal

J’ai tué ma mère comienza con una inapelable cita de Guy de Maupassant, que reza, palabras más, palabras menos: Amamos a nuestra madre sin saberlo; pero no somos concientes de toda la profundidad de ese amor más que al momento de la separación definitiva. La película es un tratado microscópico sobre la (menos ambigua de lo pensado) relación de amor y odio entre una madre y su hijo adolescente. Friedrich Dürrenmatt afirmaba que los hijos no miran a su madre con los ojos de todo el mundo; esta verdad de Perogrullo se revela desde el principio, en el caso de Hubert, el protagonista del film, cuando observa con notable desagrado la forma en que su madre mastica una rodaja de pan dejándose algunas manchas de queso en los labios. Esa escena, con la contundencia a cuesta de los primeros planos, y aun en su aparente insignificancia a los efectos del desarrollo de la narración, deja traslucir el meollo de la relación amor-odio con más sutileza y fuerza que (casi) todo lo que a continuación nos expone el joven Xavier Dolan.

“J’ai tué ma mère”, de Xavier Dolan
Es una lástima que esta promesa de la cinematografía actual se haya preocupado excesivamente más por el cómo que por el qué contar. Evidentemente su ópera prima se nutrió de diversas influencias, confeccionado así una suerte de collage estético muy propio de la generación sub-30 que se lanza al universo del celuloide (dicho esto metafóricamente y con un dejo de nostalgia, claro está). En J’ai tué ma mère hay ecos bastantes perceptibles de dos directores cool como Wong Kar-wai y Gus Van Sant (y aquí es preciso una aclaración: en mayor o menor medida, e incluso aceptando la irregularidad en la calidad de los filmes del estadounidense, se trata de dos cineastas a los que admiro), que han desarrollado con sustancia y adultez la cuestión homosexual en películas notables (buques insignias de la década del noventa) como Happy Together y My Own Private Idaho. En el caso de Dolan, la homosexualidad del personaje principal es simplemente una anécdota que no aporta otra cosa que una bella secuencia de homenaje al dripping de Pollock con música de Vive la Fête.

Volviendo al odio visceral que Hubert desarrolla por su madre, nada más categórico para comprender lo que de veras significa odiar que la reflexión, siempre esclarecedora, de Miguel de Unamuno, quien decía: Sólo odiamos lo mismo que sólo amamos. En este largometraje dicha sentancia unamuniana se revela a las claras. Para llegar a tal nivel de rechazo y de desentendimiento recíproco debe necesariamente existir una profunda dependencia existencial y un apego indeleble que fundamenten la contienda incesante más allá del vínculo sanguíneo. Algo de todo eso se deja ver en cada uno de los planos en blanco y negro en los que el adolescente se sincera frente a su cámara digital, filmando una especie de diario íntimo oral en el que se explaya sin puritos. Hubert resume allí la gran paradoja de sus sentimientos cuando dice que si alguien le hiciera daño a su progenitora, de seguro mataría a esa persona.

“J’ai tué ma mère”, de Xavier Dolan
En una cinta de pocos personajes, destaca ampliamente la actuación de Anne Dorval, actriz canadiense que por momentos luce tan implacable como la mejor Isabelle Huppet en sus protagónicos más arriesgados –la escena de la conversación telefónica que mantiene con el director del colegio al que envió a Hubert es digna de aplauso–, y, sin embargo, en otros tramos aparece tan sosa y anodina que el peinado a lo Audrey Hepburn que lleva –la síntesis de una estética vintage y sobrecargada que se divisa instantáneamente al observar la decoración de su casa– por sí solo justifica la exasperación in crescendo que siente su hijo toda vez que no necesita pedirle nada. En cuanto a Dolan, no hace falta ser demasiado perspicaz para adivinar que su destino debería estar marcado tras las cámaras y no delante de ellas.

En resumidas cuentas, pese a todas sus falencias J’ai tué ma mère es una película que vale la pena ver, con un inteligente y sutil uso del sentido del humor, siendo la carta de presentación fresca, delicada y repleta de buenas intenciones de un director que, si no se contamina rápidamente,  en algunos años quizás pueda sorprender con una obra redonda.

J’ai tué ma mère (Canadá, 2009).
Director: Xavier Dolan.
Intérpretes: Xavier Dolan, Anne Dorval, François Arnaud, Suzanne Clément, Patricia Tulasne, Niels Schneider.
Calificación: 6,75.

 


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