Revista Coaching

J de JUVENTUD

Por Maria Mikhailova @mashamikhailova

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Ya estamos en diciembre, a punto de llegar el invierno, aunque por las temperaturas que ha hecho en España últimamente, podría decirse que el invierno ya está aquí. A punto de acercarse las navidades, aunque por la decoración que hay en toda Europa, podemos decir que ya están aquí las fiestas: mercadillos de navidad bávaros, la calle Oxford de Londres iluminada toda en azul, los árboles de Rotterdam cubiertos de lágrimas de luces…

¿Nos ponemos más tristes en invierno? ¿Por eso necesitamos fiestas en familia, cantamos canciones como si volviéramos a ser niños, adornamos con luces las calles y árboles de navidad? ¿O es el espíritu siempre joven el que nos llama, sea en invierno o seamos ya algo más viejos?

¿Por qué todos queremos ser jóvenes? ¿Por qué no nos gusta decir nuestra edad si hemos sobrepasado los 30? ¿Qué tiene la juventud de mágico que todos la adoramos, la idolatramos, la ansiamos? Nadie es más joven que ayer. Desde el momento que un niño nace, su cuerpo sólo hará una cosa: envejecer. Muy paulatinamente, pero es ley de vida. Y sin embargo, todos quisiéramos ser eternamente jóvenes. 

Se han escrito libros: es famosa la novela fantástica de Oscar Wilde “El retrato de Dorian Gray” en el que el protagonista se mantiene siempre joven, mientras que su retrato envejece por él.

La industria de la cirugía plástica opera con gran éxito en los países del primer mundo fabricando celebridades que parecen no envejecer nunca: desde la operadísima  Cher hasta Madonna, Kidman y otras tantas. El botox es el aliado perfecto ya no sólo de muchas mujeres que se lo pueden permitir, sino también de no pocos hombres del mundo rosa.

No sé, no es fácil opinar sobre los anhelos de juventud, cuando uno se siente aun joven. Pero ya no tan joven como para vivir la vida sin pensar, sin arrepentirse ni preocuparse del mañana, sin sentir el paso del tiempo. Empecé a notarlo cuando cumplí los 18, desde entonces el tiempo va pasando veloz, dejándonos muy poco tiempo libre al día para entender las cosas, para aprender lo importante… hasta que tal vez estemos jubilados y nos preguntemos: ¿ y ahora qué?

Si la juventud supiera y la vejez pudiera, dice un refrán que repite mucho mi padre. No, la juventud no siempre es sinónimo de ignorancia. Todos conocemos casos de personas jóvenes muy capaces. Y no es por presumir, pero tengo a alguien muy cercano que con muy poca edad ha conseguido con su propio esfuerzo cosas que muchos adultos no lograrían. Y como ejemplo contrario de ello: los treintañeros o cuarentones incluso que se pasan el día jugando a la videoconsola.

Es cierto que el mundo ha cambiado: ahora los 30 son los antiguos 20, ahora tenemos hijos cada vez más tarde y en España la crisis o la comodidad nos ha hecho seguir viviendo con los padres pasada la treintena. En Estados Unidos empezar a plantearse una familia alrededor de los 40 está a la orden del día. La esperanza de vida en el primer mundo se ha incrementado. Queremos prolongar a toda costa nuestra preciada juventud, disfrutar de ella al máximo, sacarle el mayor provecho.

Muchos cambios, muchas novedades, mucha cirugía… y lo del espíritu dejémoslo para cuando seamos viejos, ¿verdad? No tengo tiempo, es una de las frases que más repetimos, que más oímos hoy en día. Pero el tiempo, queridos amigos, es lo único que tenemos, es lo único con lo que contamos, es nuestro tesoro más grande en esta vida. Habrá otras, si crees en la reencarnación, pero la que vivimos aquí y ahora es ésta y no habrá otra igual.

¿Dejar asuntos del alma para cuando nos toque morir? Primero: puede que sea un pelín tarde (ahí sí que nos faltará tiempo, creedme). Segundo: es totalmente contradictorio dejarlo para la vejez. Y os diré por qué: el alma es joven. Tengamos 2 años o 92, nuestra alma es bella, es joven, y busca reír, divertirse y disfrutar. Dicen los Vedas que si el alma humana tuviera una edad semejante al cuerpo humano, ésta se equipararía a una persona de 16 años.

Para ser jóvenes, queridos amigos, lo que hay que hacer no es botox ni matarse por perder kilos (aunque si nos alimentamos más sano y en menor cantidad, seguro que nos sentiremos mucho más ligeros). Para ser joven hay que abrir nuestro alma, conocerlo, sentirlo. Y entonces incluso nuestro propio cuerpo se volverá menos oxidado, menos triste. La tristeza es síntoma de la vejez, una tristeza continua. La alegría de vivir es siempre joven, tengamos la edad que tengamos.

Mi esposo y yo siempre nos hemos dicho que de mayores quisiéramos ser como nuestros caseros del piso que alquilábamos en Alemania: una pareja siempre risueña, positiva, con ganas de vivir, incansables viajeros, para los que los pequeños detalles de la vida como flores en primavera o fuegos artificiales en el parque eran grandes acontecimientos, que añadieron nuestra fotografía de boda a su álbum familiar, sólo por la felicidad de compartir nuestra alegría.

La juventud para mi es eso: optimismo, ganas de vivir, bondad, sonrisa, ayudar a otros. Los propios médicos aceptarán que un estado anímico positivo puede mucho más que un tratamiento complejo de una enfermedad grave.

El otro día una amiga me compartió un post que considero vital para entender cómo funciona el cuerpo humano: una glándula que tenemos en el pecho llamada timo y que según nuestro estado de ánimo regula todo nuestro sistema inmunológico. Hay un ejemplo de cómo funciona lo positivo en nosotros que no deja de sorprenderme: si juntas los  dedos pulgar e índice formando una “o” con ellos y piensas en algo muy positivo en tu vida, si alguien intenta separarte los dedos, no podrá hacerlo o le costará mucho. Por el contrario, si piensas en algo negativo, separarlos será mucho más fácil. Probadlo y ya me diréis

;)


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