Revista Cultura y Ocio

James Rhodes: "Instrumental"

Publicado el 17 noviembre 2016 por Juancarlos53

Me he acercado al único libro escrito hasta el momento por el compositor y pianista británico James Rhodes (Londres, 6 de marzo de 1975) por haber sido la lectura propuesta por Juan Dionisio, amigo y compañero de tertulia literaria. Pronto comprendí que, aparte de la tremenda experiencia personal que el autor cuenta, a JD, profesor y ejecutante de música clásica, le había atraído especialmente el poder terapéutico de la música y el empeño del músico inglés por sacar a la música clásica del pozo elitista y cada vez menos visitado donde se encuentra. Pero vayamos por partes.

James Rhodes:

El libro se titula "Instrumental. Memorias de música, medicina y locura". En realidad este rótulo encierra con claridad suficiente el sentido de la obra. En primer lugar la palabra " instrumental " engloba en su polisemia a los instrumentos con los que hacer música (el piano en el caso de Rhodes), a la productora musical así llamada que al final del volumen el autor dice que está poniendo en marcha a fin de contribuir en lo posible a la salvación de la denominada música clásica, y también al uso de la misma como medio de curación, como instrumento terapéutico. Por ello el subtítulo ' memorias de música, medicina y locura' explicita con mayor claridad el contenido de la obra. Yo añadiría como colofón a este apartado que la propia escritura de estas memorias ha sido también para el autor instrumento terapéutico de curación que ha contribuido a la superación de la 'locura' o estado mental en que estaba por culpa de las experiencias vividas durante su niñez.

Unas experiencias terribles

James Rhodes confiesa en esta obra autobiográfica el calvario vivido desde que a los cinco años de edad fue sistemáticamente violado en el Colegio por su profesor de boxeo, Peter Lee, quien lo sojuzgó abusando sexualmente de él hasta los diez años de edad en que afortunadamente sus padres decidieron cambiarlo de colegio. Aparte del dolor físico que el sr. Lee le infringía cada vez que le pedía que le " ayudase a recoger el gimnasio" una vez que el resto de chicos habían salido del mismo, el terror, la incomprensión del resto de adultos a los que James pidió ayuda y el sentimiento de que él era el culpable de su propia situación le acompañaron durante treinta años. Treinta años en los que pasó por sanatorios, clínicas psiquiátricas, psicólogos, proctólogos, cirujanos, neurólogos y otros profesionales del cuerpo y de la mente a fin de remendar los destrozos brutales ocasionados por ese pederasta adulto. Treinta años en los que dudó de sí mismo, en los que le resultaron más que difíciles las relaciones interpersonales y especialmente las que tocaban el terreno de los afectos y las relaciones sexuales. Treinta años durante los que, al principio, llegó a pensar con horror que el sexo era aquello que con violencia y brutalidad le practicaba Peter Lee a quien denunciaría cuando ya el antiguo profesor de boxeo tenía más de 70 años y que falleció antes de que se abriese juicio oral contra el mismo. Treinta años en los que funciones fisiológicas esenciales para la vida le eran de realización dificultosa, en los que la ansiedad se le manifestaba en forma de tics nerviosos incontrolables, en los que los impulsos suicidas los lograba ralentizar autolesionándose en los antebrazos con cuchillas de afeitar... Treinta años, en definitiva, terribles.

Tabla de salvación y puerto seguro.

A los siete años el niño triste, solitario y huidizo en que el alegre y confiado James se había convertido escuchó la Chacona de Bach por vez primera. Algo se despertó en su interior que lo transportaba fuera de lo miserable que era su vida, algo le ilusionaba y le permitía sobrellevar los abusos sexuales que seguía sufriendo, algo podía dar sentido a su vida. Era la música y en especial el piano. Comenzó a asistir a clases de piano, a recibir lecciones, a practicar... pero las recaídas en sus trastornos mentales por disociación provocados por las traumáticas experiencias vividas le echaban en brazos de una medicación que anulaba su voluntad y que al abandonarla le provocaban síndromes de abstinencia que combatía consumiendo drogas diversas. El cóctel drogas legales e ilegales no era buen sistema para entrar en la música y si además sufria ingresos frecuentes en instituciones psiquiátricas para qué decir más. Afortunadamente el amor a Jane y el nacimiento de Jack le hacen tomar conciencia de que, aunque lo fuese, de nada vale vivir sintiéndose siempre víctima, que tenía que remontar y eso no lo podía hace con trabajos que no le satisfacían. A él sólo le llenaba la música, pero llevaba diez años alejado de ella, ¿qué podía hacer? Pues lanzarse a la piscina, y así lo hizo.


Marchó a Verona a estudiar unos cuantos días por mes con un magnífico profesor de piano y ahí empezó su salvación. Luego vendrían azarosos encuentros salvadores como el que tuvo con David Tang, multimillonario admirador del pianista Sokolov, que le sufragará muchos de los gastos que le permitirían prepararse a fondo y emprender proyectos musicales importantes; también estaría en este terreno musical la fidelidad y amistad a prueba de todo de Denis, su mánager, que le escucha, le aconseja y le propone acciones y comportamientos que siempre, siempre redundaron en su progreso personal y musical.

A estas tablas de salvación se añadirá el puerto seguro del amor a Jack, el hijo; y, tras el abandono de Jane, la madre de Jack, pasados unos años James encontrará a Hattie, una hermosa joven también con problemas de índole psicológica nacidos durante la niñez, con la que con los tira y afloja propios de toda relación encontrará la estabilidad, la tranquilidad y la felicidad que durante tanto tiempo le habían sido hurtadas.

¿Un libro de autoayuda?

James Rhodes:

Durante parte de la lectura así me lo ha parecido. Él mismo alude a títulos que le sirvieron de ayuda y en cierto sentido pienso que con esta obra quiere ayudar a aquellas personas que hayan pasado por situaciones semejantes a la suya. De ahí esas interpelaciones directas al lector o lectores. El tema 19, 'Rajmáninov, Rapsodia sobre un piano de Paganini. Zoltán Kocsus, piano', está lleno de llamadas al lector en las que le conmina a alegrarse, a comprometerse, le aconseja qué hacer, cómo actuar si se encuentran en su misma situación, etc. Es un capítulo lleno de imperativos (' Date cuenta de que. ..', ' Adelántate a sus necesidades', ' Asume el compromiso ', ' Hazlo durante un mes y ya verás la diferencia ', etc.)

"Sé asequible, responde a los tweets y los mensajes de Facebook, cuenta chistes, sé humano, déjate del rollo ese de 'artista envuelto en su misteriosa genialidad'. Porque si no lo haces o te niegas a ello, si no eres uno de esos talentos de los que surge uno en cada generación lo vas a pasar mal" (tema 18, Beethoven, Concierto para piano n° 5 "Emperador", segundo movimiento. Radu Lupu, piano).

Sí, verdaderamente lo que James Rhodes ha escrito es un libro de autoayuda en sentido amplio:

  1. Autoayuda para sí mismo y superar mediante la escritura del libro los traumas terribles derivados de los abusos sufridos durante su niñez
  2. Autoayuda para otros que los hayan sufrido y pueda servirles su experiencia
  3. Autoayuda para quienes como él deseen ser algo y disfrutar en el mundo de la música clásica
  4. Autoayuda para quienes como él sean torpes a la hora de relacionarse con mujeres a las que aman y teman perderlas

Una obra de amor a la música

A Rhodes la música clásica lo salvó y sacó del oscuro fondo en que un adulto abominable lo había arrojado. Siendo ya adulto toma conciencia de que esta manifestación artística cada día atrae a un menor número de seguidores. Esta obra también la utiliza como instrumento para reivindicar un nuevo tratamiento para los espectáculos musicales que huyan del envaramiento y ritualidad encorsetados que envuelven a los conciertos en general y de piano en particular, que lejos de atraer al público joven lo aleja irremediablemente.

Por ello plantea un mayor acercamiento entre el artista, el ejecutante y el público. Para mostrar lo primero, divide la obra en 20 temas dedicado cada uno de ellos a compositores de temas musicales que él ama ejecutar (Bach, Mozart, 'Rajmáninov, Scriabin, Schubert...) y a quienes en tono desenfadado dedica unas líneas divulgativas de su persona y obra al principio de cada una de las 20 secciones o temas en que ha dispuesto la obra. Respecto al ejecutante explica la novedosa manera que emplea en sus actuaciones a fin de implicar al espectador y provocar su interés por la música a través de las anécdotas que rodearon su gestación. Por último, musical, en mi opinión, el auténtico destinatario de este libro, es un público que Rhodes desea que sea joven, lo que, cuando tal cosa ocurra, revelará que la continuidad de esta hermosa música no corre peligro alguno.

James Rhodes:

Un lenguaje acorde con la intencionalidad perseguida

Dejando ya el/los asuntos que se tratan en este libro, hay que destacar en él el tipo de lenguaje utilizado por el pianista metido a escritor. Se trata de un lenguaje directo, coloquial, lleno de giros conversacionales propios de las generaciones jóvenes a las que sin duda pertenece James Rhodes. Llama la atención el empleo de expresiones un tanto fuertes, cargadas de significaciones sexuales que, a veces, a mí me han parecido un tanto fuera de lugar o forzadas. Pero no lo puedo sostener con seguridad pues la traducción siempre es traicionera (" traduttore, traditore", dice el proverbio italiano)

➤"Te la debería tocar coño vamos a la tienda de Steinway joder no me puedo creer que la conozcas tronco cómo mola has escuchado a Kissin tocarla joder tío dicen que los rusos no se les da bien Bach pero es la leche te lo juro sabes que en principio era para violín pero madre mía suena muchísimo mejor en piano apuesto a que sí Bach hubiera tenido un piano moderno lo habría hecho personalmente has escuchado cómo la toca Michelangeli ay Dios.. . " (sic, sin signos de puntuación, en pag. 147)
➤"Soltar algún chiste que otro, contar anécdotas de cómo se peleaba y follaba Bach, que el padre borracho de Beethoven casi lo mató de una paliza, y comentar por qué yo quería tocar esas piezas en concreto. [...] Fue, para mí, la forma perfecta de dar un concierto. Fuera las gilipolleces y los egos asociados a tantos detalles del sector sin perder la fidelidad al verdadero motivo por el que nos dedicamos a esto: la música. En este mundo se observan un montón de putas reglas: el código de vestimenta, la forma de interpretar, las notas del programa, la iluminación, la presentación, el formato del concierto, los aplausos, la elección del repertorio, los tiempos, la etiqueta del intérprete y la audiencia, la elección de la sala, etcétera." (pág. 171)

James Rhodes:


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