Revista Comunicación

Javier Hoyos. Periodista. Hombre de radio

Publicado el 12 junio 2011 por Navarroeduard @navarroeduard

Hará cuatro (¿o quizás cinco?) años que Javi Hoyos y un servidor se metían entre pecho y espalda un chuletón y una ensalada en el Monte de Artxanda.  Empezaba la primavera y aunque amenazaba lluvia nos decidimos a comer al aire libre. A comer y a hablar de radio que es lo que más nos gusta a los dos. Andaba yo por Euskadi haciendo trastadas tecnológicas y Hoyos, como Director de Contenidos, me había acompañado esa misma mañana por Vitoria y San Sebastián. A la tarde tocaba Bilbao y antes hicimos la parada en Artxanda.

Javier Hoyos. Periodista. Hombre de radio
Luego (quizás un par de años más tarde) recibía la noticia de que Hoyos había sido nombrado director de Radio Santander y le mandé un mensaje de móvil para felicitarle…y darle el pésame. Y que tachara lo que no procediera.

La sorpresa mayúscula (para mí, claro) llegó cuando me enteré que junto a Juanma Ortega (otro tipo estupendo, otro hombre de radio) era el “elegido para la gloria”. La verdad, me pareció un marrón del quince pero pensé que si alguien tenía lo que hay que tener para afrontar el reto, ése era Javi Hoyos.

Cuando el Real Madrid vino a Barcelona a jugar el decisivo partido de semifinales de Champions lo volví a ver. Nos dimos un abrazo (uno de esos abrazos de oso que te arrea Hoyos), le pregunté cómo iba todo y sólo me dijo que bien. “Bonitamente”, pensé yo, recordando esta expresión suya que siempre me ha parecido tan divertida.

Y hace unos días me entero de que se acabó lo del “chicarrón del norte” en Carrusel. Entonces dije en Twitter que Hoyos representa la mejor tradición de la SER: inteligencia, humildad, trabajo, nada de estrella y dispuesto a comerse el marrón. Y, claro, está, lo que dije lo mantengo.  Es un hombre de radio de una pieza y eso ya no abunda.

Véase que Javi se ha marchado lleno de discreción y elegancia. No como otros, por cierto. Se me dirá que tampoco tiene otro remedio si quiere seguir en  la casa. Bueno, yo prefiero pensar en otra explicación, la que tan a menudo daba mi abuelo: hay gente con clase, clase de gente y cuadros de bicicleta.

Mi amigo tiene clase. A ver quién lo duda.

 

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