Revista Espiritualidad

Jesucristo, nuestra adoración

Por Marmebe
¡Vamos, adoremos de rodillas a nuestro Dios y creador!
Salmo 95:6

Jesucristo, nuestra adoración
Adoremos al que vive y reina: JESUCRISTO, Él es quien murió por nosotros; por su sangre nos redimió del pecado; nos liberó de la maldición de la ley; nos hizo hijos del Altísimo; nos dio salvación y vida eterna; nos hizo sentar en lugares celestiales juntamente con Él; es nuestra seguridad; es nuestra esperanza de gloria; es nuestro Rey de reyes y Señor de señores; es nuestro Redentor eterno; y nuestro gran Consolador y tantas cosas más por las cuales debemos de postrarnos y de rodillas adorarle, pero no sólo se trata del cuerpo sino del corazón, es con todo nuestro ser; entendiendo que Él está presente, y que sus ojos están puestos en nuestro corazón;  es nuestra actitud la que Él mira, porque muchos podemos estar de rodillas pero con el corazón muy lejos del Señor.
No existe otra persona que merezca nuestra adoración sólo CRISTO.
Veamos esta porción Bíblica donde claramente podemos ver la intención del corazón al presentarle una ofrenda a Dios:
"Abel también presentó al Señor lo mejor de su rebaño, es decir, los primogénitos con su grasa. Y el Señor miró con agrado a Abel y a su ofrenda, pero no miró así a Caín ni a su ofrenda. Por eso Caín se enfureció y andaba cabizbajo" Génesis 4:4-5.
Dios miró la intención del corazón de cada uno de ellos en la presentación de la ofrenda. Abel presentó lo mejor de sus ganados y los primogénitos; en cambio Caín había podido traer la primicia de sus frutos y lo mejor pero, simplemente presentó una ofrenda de lo que había producido la tierra.
Una manera de adorarle es agradeciendo por sus favores recibidos; reconociendo su grandeza y majestad; reconociendo la maravilla de sus obras, en nosotros como seres humanos y el resto de la creación, pero no solo reconociendo sino cuidando de su creación, cuidando de nuestro cuerpo, de los animales, y de todos los recursos naturales que Él nos ha dado.
Otra manera de adorarle es obedeciendo su Palabra y dando buen testimonio en nuestra manera de vivir. Porque cuando estamos rendidos y consagrados a Él, cada día morimos a nosotros mismos; para que el viva en nosotros.
Jesucristo, nuestra adoración Bendiciones.









 




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