Revista Arte

Jose Ingenieros: médico, sociologo, el hombre que marco los años de mi adolescencia.

Por Arte Mas Plus Mirta Ester Castillo. @artemasplus
Cuando yo leí el "Hombre mediocre",  tenía alrededor de 16 años, me hizo suya inmediatamente, desde la primera línea las fibras más pequeñas de mi ser temblaron ante la lucidez de quien había escrito este libro lleno de enseñanzas, lleno de verdades. Años después, estudiando medicina, supe de sus luchas, de que esta fue tu tesis y llego a presentarla gracias a la ayuda de un portero de la Facultad.

Jose Ingenieros: médico, sociologo, el hombre que marco los años de mi adolescencia.
Dejo a continuación algunas frases de su libro, un pequeño ejemplo de su gran personalidad.

Solo el valor moral puede sostener a los que impenden la vida por su arte o por su doctrina, ascendiendo al heroísmo.
Las fuerzas morales no son virtudes de catálogos, sino moralidad viva.
Dichosos los pueblos de la América latina si los jóvenes de la nueva generación descubren en si mismos las fuerzas morales necesarias para la magna obra: desenvolver la justicia social en la nacionalidad continental.
La serena confianza en un ideal convierte su palabra en sentencia y su deseo en imperio.
Sus ojos pueden mirar hacia el amanecer, sin remordimiento.
Basta una sola, pensadora y actuante, para dar a su pueblo personalidad en el mundo.
Si mira alto y lejos, es fuerza creadora, aunque no alcance a cosechar los frutos de su siembra, tiene segura recompensa en la sanción de la posteridad.
Los hombres que no han tenido juventud piensan en el pasado y viven en el presente, persiguiendo las satisfacciones inmediatas que son el premio de la domesticidad.
Débiles por pereza o miedosos por ignorancia, medran con paciencia pero sin alegría.
De seres sin ideales ninguna grandeza esperan los pueblos.
El joven que piensa y trabaja es optimista; acera su corazón a la vez que eleva su entendimiento.
Quien pone bien la proa no necesita saber hasta donde va, sino hacia donde.
Es misión de la juventud tomar a los ciegos de la mano y guiarlos hacia el porvenir.
Los jóvenes pierden su tiempo cuando esperan impulso de los viejos.
Sin entusiasmo no se sirven hermosos ideales; sin osadía no se acometen honrosas empresas.
Un entusiasta, expuesto a equivocarse , es preferible a un indeciso que no se equivoca nunca. El primero puede acertar; el segundo, jamas.
El entusiasmo es salud moral; embellece el cuerpo mas que todo otro ejercicio; prepara una madurez optimista y feliz.
El joven entusiasta olvida las tentaciones egoístas que empiezan en la prudencia y acaban en la cobardía.
La juventud termina cuando se apaga el entusiasmo  es don de pocos y parece milagro en quien lo atesora hasta la ancianidad.
El hombre que se ha marchitado en una juventud apática llega pronto a una vejez pesimista, por no haber vivido a tiempo.
La belleza de vivir hay que descubrirla pronto, o no se descubre nunca.
Solo el que ha poblado de ideales su juventud y ha sabido servirlos con fe puede esperar una madurez serena y sonriente, bondadosa con los que no pueden, tolerante con los que no saben.
El entusiasmo acompaña a las creencias optimistas; la superstición, a las pesimistas.
Un hombre incapaz de acción es una sombra que se escurre en el anónimo de su pueblo.
No basta en la vida pensar un ideal: hay que aplicar todo el esfuerzo a su realización.
La energía no es fuerza bruta; es pensamiento convertido en fuerza inteligente.
Deben ir juntos el pensamiento y la acción, como brújula que guía y hélice que empuja, para ser eficaces.
La acción carece de eficacia cuando escasea la energía.
Los jóvenes deben ser actores en la escena del mundo, midiendo sus fuerzas para realizar en acciones posibles y evitando la perplejidad que nace de meditar sobre finalidades absurdas.
La incapacidad de prever y de sonar obstruye la expancion de la personalidad.
Los jóvenes que no saben mirar hacia el porvenir y trabajar para el, son miserables lacayos del pasado y viven asfixiándose entre sus escombros.
Los hombres sin voluntad se proponen a volar y acaban arrastrándose, persiguen la excelencia y se enlodan en ciénagas.
Nunca dicen hago, que es la formula del hombre sano; prefieren decir haré, que es el lema de la voluntad enferma.
Los holgazanes no emprenden nada y pretenden justificarse desacreditando las empresas ajenas; si algo comienzan, obligados por las circunstancias, nunca llegan al termino de su obra. Vacilan y dudan, tropiezan y caen.
La pereza y la inacción son los germanes de la miseria moral.
La inercia apoca la vida de los holgazanes, tornándolos incapaces de hacer cosa alguna para si mismos y para los demás.
Toda creación es fruto de la libre iniciativa y llega a su termino sostenida por el sentimiento de independencia.
La juventud se mide por el inquieto afán de renovarse, por el deseo de emprender obras dignas, por la incesante floración de ensueños capaces de embellecer la vida.
Joven es quien siente dentro de si la fuerza de su propio destino.
El que no osa leer un nuevo libro, encenderse por un nuevo anhelo, acometer una nueva empresa, ha renunciado a vivir.
Digamos al joven: haz lo que quieras, para enseñarle a responsabilizarse de sus actos.
Un joven libre puede convertirse en una fuerza viva, emprender cosas grandes o pequeñas, pero suyas.
El derecho a la vida esta condicionado por el deber del trabajo. Todo lo que es orgullo de la humanidad es fruto del trabajo.
La mas justa formula de la moral social ordena imperativamente: el que no trabaja no come. Quien nada aporta a la colmena no tiene derecho de probar la miel.
El tiempo no nos espera, y ya es hora de vivir los mínimos instantes de alegría en los que habita la gran felicidad que buscamos.


Espero que les hayan gustado y amen a este hombre tanto como yo lo amo.



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