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Juan de Miralles, un Español en la Independencia de Estados Unidos

Por Manu Perez @revistadehisto

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Juan de Miralles, un Español en la Independencia de Estados Unidos

Tiempo de lectura: 6 minutos

El alicantino Juan de Miralles es un personaje prácticamente desconocido en la Historia de España a pesar de lo cual la participación de este comerciante radicado en La Habana resultó fundamental para canalizar la ayuda española a los rebeldes norteamericanos en la Guerra de Independencia contra Gran Bretaña.

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El contexto histórico

El final de la Guerra de los 7 años (1756 -1763) supuso la pérdida total de las posesiones francesas en Norteamérica y la de la Florida para España que no obstante recibió el regalo envenenado de la Louisiana con una frontera de miles de kilómetros que guardar. Por contra, el Reino Unido, vencedor en el conflicto, se reafirmaba como la potencia naval dominante de los mares del mundo pero a costa de un inmenso esfuerzo económico que dejó vacías las arcas reales, razón por la cual se decidió incrementar la presión fiscal sobre sus 13 colonias norteamericanas, decisión que prendió la mecha de la insurrección en la zona.

Las potencias perdedoras, Francia y España – sobre todo la primera –  más allá de los borbónicos “Pactos de Familia” más políticos que familiares, pronto manifestaron sus intenciones de apoyar a los rebeldes, abiertamente en el caso francés y soterradamente en el español por un Carlos III que se debatía entre las intenciones del Conde de Aranda de declarar la guerra a los británicos junto a Francia y las del Marqués de Floridablanca  más prudente por temor a las consecuencias que tal rebelión pudiera tener en los territorios hispanos de América. En esta coyuntura la Corona precisará de hombres resueltos cercanos al teatro de operaciones que les sirvan de informadores e intermediarios y Juan de Miralles será uno de ellos

Orígenes

Nacido el año 1713 en la localidad alicantina de Petrel, Juan de Miralles y Troilón o Trayllon fue hijo de un militar de posible ascendencia francesa, desconociéndose datos de su infancia y primera juventud, por lo que las primeras noticias sobre su vida no se tienen hasta que en 1732 Miralles abandonó Alicante y se estableció en Cádiz, donde se asoció a la firma Aguirre, Aristegui y Cía. dedicada al tráfico de negros, lugar donde se iniciará en negocios mercantiles y permanecerá casi una década.

De Cádiz a La Habana: el reclutamiento de un espía

En 1740 un joven Miralles llega a La Habana con unos 8500 pesos y aprovecha las enormes posibilidades de la zona para establecerse y prosperar a lo que sin duda ayudará, cuatro años después, su matrimonio con Doña María Josefa Eligio de la Puente, cuya poderosa familia se encuentra firmemente enraizada tanto en la isla de Cuba como en la Florida, península hacia donde se dirigirán  algunos de los negocios del  alicantino.

Miralles establece su red comercial con Jamaica y Florida y, pese a que en algunos momentos escapara de la legalidad por las restricciones británicas, con los puertos ingleses de Charleston, Philadelphia, New York y Boston. Sus negocios serán de índole muy variada, desde la compra y venta de buques al transporte y contrabando marítimo. Sin embargo, su principal objeto de atención seguía siendo el tráfico de esclavos, en el que participó tanto por su cuenta y riesgo como formando sociedad con otros comerciantes.

También es en esa época cuando se dan dos circunstancias que determinarán el reclutamiento de Miralles como comisionado real de la Corona: los negocios que realiza con Jamaica – principal bastión británico en la zona – y su  amistad con el financiero Robert Morris, que se encontraba al frente del Comité de Finanzas del Congreso Continental y con quien incluso llegó a tener intereses comerciales comunes. El Marqués de Floridablanca  aprovechará  los contactos y maniobrabilidad de Miralles y lo reclutará como comisionado de la Corona en una zona claramente prebélica.

Norteamérica y la rebelión

Antes de iniciarse la rebelión de las colonias, Miralles establece una importante sede en San Eustaquio (Antillas Holandesas) con una gran flota de barcos que proporciona ayuda a las colonias rebeldes. Los barcos mercantes que viajaban desde esta isla hasta Nueva Inglaterra transportaban armas y pólvora de contrabando hasta que los ingleses invaden la isla pero Miralles consigue huir y llegar a Filadelfia.

Durante su prolongada estancia en dicha ciudad, Miralles se presentó siempre como un comerciante interesado en establecer contactos y negociaciones en tierras estadounidenses, aunque adoptaba una actitud ambivalente, fomentando las sospechas de que, en realidad, actuaba también como “comisionado” o persona de confianza del rey de España, estableciendo contactos con numerosos miembros del Congreso y realizando una intensa actividad diplomática que tendrá importantes repercusiones en la Guerra de Independencia de las 13 Colonias y así, por ejemplo, Miralles escribió a Gálvez por triplicado desde Baltimore, Maryland, para informarle de su entrevista con el gobernador de Virginia, Patrick Henry, quien le había expuesto su proyecto para apoderarse de Mobila, Mississipi, Pansacola y Florida, arrebatándolas a los ingleses.

Dicho proyecto aliviaría la presión que el ejército insurgente soportaba por su flanco meridional, y obligaría a los ingleses a dispersar su atención en varios frentes y su impecable ejecución por Bernardo de Gálvez resultaría decisiva en el favorable resultado final de la guerra para los rebeldes. Miralles también se desplazó a Charleston transportando víveres, ropa y armamento que había pagado de su bolsillo para 230 hombres del ejército insurgente y gestionó innumerables transacciones económicas por parte de España en apoyo de los rebeldes llegando a poner en juego en muchas ocasiones su propio patrimonio.

Pero al llegar la primavera de 1780, Miralles desespera al no comprender las razones por las que la Corte de Madrid  no lo nombra embajador plenipotenciario a pesar del sacrificio personal y económico que venía haciendo desde hacía varios años en servicio del rey; también se siente frustrado por la inactividad de España en la guerra contra Inglaterra, al entender que se tardaba demasiado en atacar a un enemigo debilitado. El tiempo, al menos en este último aspecto, le quitará la razón pues la acción militar española en tal conflicto resultó impecable

Washington

Desde el momento en que se conocieron en la Navidad de 1778 se estableció una corriente de gran simpatía entre el General Washington y Miralles. Aún careciendo de representación diplomática oficial, Washington no sólo dio siempre a Miralles el mismo tratamiento que al embajador francés, alterando las reglas de la diplomacia internacional, sino que, además, en repetidas ocasiones honró deliberadamente al “comerciante” español con atenciones que iban más allá de las reglas dictadas por la cortesía. En sus cartas, Miralles aseguraba que en todas las conversaciones que mantuvo con el General Washington, éste le aseguró que siempre encontraría su colaboración a la hora de firmar con España tratados equitativos y convenientes para ambos países, aunque como es bien conocido tal inicial entusiasmo por España se enfrió notablemente una vez finalizada la guerra con el irresistible expansionismo de la nueva nación hacia el Oeste.

En muchas ocasiones, Miralles abrumó a Washington y a su esposa con continuos regalos, generalmente de productos cubanos, exóticos en aquellas latitudes: jalea de guayaba, chocolate, limones criollos, azúcar, pero el regalo más famoso de todos fue el de una pareja de burros españoles, o garañones, que Miralles quiso regalarle a Washington para su hacienda de Mount Vernon. A pesar de que Miralles intentó movilizar media corte española para cumplimentar su promesa, el regalo no llegó hasta 1785, casi cinco años después de su muerte y sólo llegó un burro de los dos prometidos.

La ayuda de Juan de Miralles

Con independencia de las actuaciones señaladas. Miralles entregó miles de los llamados “Spanish milled dollars”  a las empobrecidas economías de los estados de Virginia, North Carolina, Massachussets, New Hampshire, Connetticut, Rhode Island y Pennsilvania con los que se pudo mantener la insurrección contra el Reino Unido. Al mismo tiempo, Miralles, como comisionado de la Corte española, encauzó grandes donaciones de ropa de abrigo, pólvora, armas y medicinas hacia las tropas de Washington, a través de la ciudad española de Nueva Orleans. Tales suministros resultarían decisivos para la primera y sorprendente victoria rebelde en la Batalla de Saratoga.

Muerte

Miralles murió en Filadelfia, en la casa de George  Washington y asistido por la esposa de éste. El general Washington comunicó ese mismo día el fallecimiento de Miralles al Presidente del Congreso:

“Señor: Siento informar Su Excelencia que el Ilustrísimo señor don Juan de Miralles falleció hoy a eso del mediodía, después de una penosa enfermedad de diez días. Sus restos mortales serán inhumados mañana, de acuerdo con su alto rango”.

Al día siguiente se procedió a la ceremonia fúnebre, que partió del cuartel general de las tropas americanas. Fue deseo de Washington

“que todos los oficiales que puedan asistir, salvaguardando la seguridad y la vigilancia del campamento, deberán ser invitados al funeral, ya que desea demostrar todo el respeto posible a la memoria de un súbdito tan respetable del rey de España”.

Juan de Miralles fue enterrado, en una ceremonia presidida por Washington, y con el ejército estadounidense rindiéndole honores, en el pequeño cementerio presbiteriano de Morristown.

Autor: Ignacio del Pozo Gutiérrez para revistadehistoria.es

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GRDP

Bibliografía:

Don Juan de Miralles y la independencia de Estados Unidos, Vicent Ribes Iborra, Biblioteca Valenciana 2003

Juan de Miralles: Biografia de un Padre Fundador de los Estados Unidos, Salvador Larrua-Guedes CreateSpace Independent Publishing Platform, 2016

Juan de Miralles, pionero de la diplomacia española en los Estados Unidos ,  E. Fernández y Fernández;   Cuadernos de la Escuela Diplomática, n° 5, Madrid, Diciembre, 1990.

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