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Juan Villoro: DIOS ES REDONDO

Por Francescbon @francescbon
Juan Villoro: DIOS ES REDONDO
Hasta dónde llegará mi intención de engaño. Uh. El libro, magnífico siempre y cuando uno tenga cierto interés por el fútbol, y luego se asuma que es un libro publicado en 2006 por lo que el estallido Messi-Guardiola no se ha producido aún. Pero no voy a centrarme en ello: partiré de una de las frases que se ha quedado en mi memoria. Que no puedo reproducir fielmente: el entrenador de mi hijo, tenaz y voluntarioso pero nervioso y algo abrumado, me ha pedido el libro para leer las cosas que en él se escriben sobre el factor anímico y psicológico asociado al deporte.La frase que rememoro alude al Guardiola jugador y al momento en que decidió abandonar el Barça para probar en otros lugares: decía algo de que a Guardiola se le había tildado de homosexual por, entre otras cosas, leer poesía. No sé si Villoro se hacía eco de otro rumor perverso: que una de sus lesiones prolongadas tardaba en sanar porque había enfermado de Sida. Circunstancias ambas que no convierten a nadie en peor persona, salvo, claro para el escaso entender de quienes difunden los rumores. Nadie acusa a nadie de guapo e inteligente. Pero en el uso del rumor de la enfermedad, en el año 2001, aún había mucha maldad.Hoy Tito Vilanova ha regresado a Barcelona. Las webs de los periódicos deportivos han mostrado sus imágenes en el aeropuerto: todo el mundo esperaba deducir algo del aspecto que Tito presentara: ver si conservaba el cabello, si su tono de piel había mejorado (como si NY en marzo fuera California), si el aspecto demacrado de las últimas semanas en Barcelona había remitido o no. La gente parecía que hasta tuviera que interpretar si conservaba fuerzas o no para acarrear una maleta. Desde que estoy en Twitter pocos mensajes han removido tanto mi conciencia como algunos de los dedicados a Tito Vilanova: tan espeluznantes que me niego  a reproducirlos aquí, muchos ellos simples pataleos de tardo-adolescentes físicos o mentales cortos de entendederas, pero otros bordeando con lo criminal, con lo denunciable. Desear la muerte es, en el fondo, habitual. Desearla a través del curso de una enfermedad, incidiendo en los detalles, festejándola, como dice Germán a cuentas de lo de Chávez, resulta ser un signo de la más baja categoría moral. Leo mucho sobre eso últimamente, por casualidad. Casi siempre que he leído ha coincidido el esquema: persona reaccionaria que celebra una que una cruel enfermedad abata o aceche a una persona que no es de su agrado: sea Tito, Chávez, algún etarra excarcelado por motivos de salud. Muchas veces ha coincidido que en otros ámbitos esos mismos defienden la vida declarándose contra aborto o eutanasia. Una pura casualidad, claro.

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