Revista Cultura y Ocio

Jude el oscuro

Publicado el 15 junio 2017 por Useenbooks @Naialma

Jude el oscuro

Esta es la historia de un doble fracaso: el de un ideal de pareja fuera del derecho de familia. Novela fuerte y dura que, pese a la densidad de su entramado conceptual, entra de lleno en el modelo de relato realista. En el momento de su publicación en 1895 fue la primera novela que expuso claramente y sin tapujos la cuestión de las relaciones sexuales como un problema filosófico y vital abierto al debate público, cuestión que causó un gran escándalo y Thomas Hardy fue duramente atacado.

Impresión: Jude el oscuro

Agarraos, porque creo que me va a quedar un comentario largo y ¡AVISO! lleno de spoilers, ya que lo he estado pensando y no sería capaz de hablar de esta obra de Thomas Hardy sin desmenuzarla un poco y con un montón de fragmentos. Y, aun así, sé que mis palabras no le harán justicia.

«Jude el oscuro» fue escrita en 1895 y ambientada en Wessex del mismo siglo. En esa época causó gran revuelo y hasta un obispo la quemó en público. Hay gente que dice que sus críticas sociales han quedado muy obsoletas, que todas las cuestiones que trata el libro ya están superadas y yo me pregunto si hemos leído el mismo libro. Si bien es cierto que algunas de ellas sí o, al menos, ya no se criminalizan tanto, otras siguen escandalizando a la sociedad y darse cuenta de lo poco que se ha avanzado en poco más de 100 años —que se dice pronto—, asusta.

Hay cuatro personajes bien definidos:

Jude. Un chico idealista que simplemente quiere vivir como siente, sin importarle lo que los demás opinen. De ideas y sentimientos claros. Comprensivo y muy paciente con algunas personas/situaciones.

(…) Se daba cuenta de que, a medida de que te haces mayor, y sientes que te hallas en el centro de tu existencia y no en un punto de su circunferencia como cuando eras pequeño, te da una especie de escalofrío.
Por todo tu alrededor las cosas parecen brillar, deslumbran, alborotan, y sus ruidos y destellos lastiman a esa pequeña célula que es tu vida, y la trastornan y la confunden.
¡Si pudiera él dejar de crecer! No quería llegar a ser hombre.

Arabella. Una mujer adelantada a su tiempo, dejándose llevar por sus instintos y entendiendo el sexo como un acto placentero, en vez de como una obligación. Es libre y le importa tres pepinos las habladurías.

Sue. No es asexual pero tampoco siente un deseo sexual fuerte y no le da importancia. También es una mujer adelantada a su tiempo pero diferente a Arabella. Sue, a pesar de que tiene ideas muy diferentes del resto de la sociedad sobre las relaciones, sufre en gran medida con el “qué dirán” y con su manera de ver las cosas. Cuando hace algo que le apetece se auto impone una penitencia y hace otras cosas simplemente porque es lo que la sociedad espera que haga. Es muy dramática, muy histriónica y eso me ha puesto de los nervios en varias ocasiones pero queda compensado con algunas de sus frases. Unos cuantos «zasca» bien dados. Pondré varios ejemplos más adelante.

—(…) la gente de nuestro alrededor va a hacer que sea también imposible. Sus ideas sobre las relaciones entre hombre y mujer son muy limitadas (…). Su filosofía sólo reconoce un tipo de relación basada en el instinto animal. Para ellos resulta desconocido el ancho campo de un gran afecto en el que el deseo desempeña cuando más un papel meramente secundario: el papel, ¿cómo diríamos?, de una Venus Urania.

Phillotson. Un hombre mayor del que se esperaría un pensamiento arcaico pero sorprende por todo lo contrario. Se casa con Sue y ésta un tiempo después le pide libertad. Él, en vez de obligarla a vivir en la misma casa separados, se la da. Y lo hace porque a diferencia del resto de maridos que ven a su esposa como de su propiedad, él ve a Sue como una persona individual. La verdad es que es comprensivo, demasiado quizá teniendo en cuenta las ventoleras que le dan a Sue pero no se le puede reprochar ni criticar nada.

—Pero si la gente hiciera lo que quieres hacer tú, habría una desintegración general de la vida doméstica. La familia dejaría de ser la unidad social.
—¡Sí… Estoy hecho un mar de confusiones! —dijo Phillotson con tristeza—. Recuerda que nunca he sido un buen razonador… De todos modos, no veo por qué no podrían formar esa unidad la mujer y los hijos, sin el hombre.
—¡Por el amor del Cielo! ¡Un matriarcado! ¿Dice eso ‘ella’ también?
—No, claro. Ella no tiene ni idea de que yo he llevado sus propias ideas más lejos que ella misma (…).

Hardy ha levantado muchas ampollas con esta novela. No se casa con nadie (ja-ja). Así como muestra acciones deplorables de los hombres hacia las mujeres, también lo hace a la inversa. No solo critica el concepto de matrimonio y sexo, también la religión. Y me ha gustado mucho que los personajes principales estén definidos pero sin llegar a ese extremo de ser todo blanco o todo negro. Jude da título a la novela pero a mí, quién más me impactó ha sido Sue. Y eso que, como ya he dicho, me ha parecido inaguantable en muchas, muchas ocasiones.

Más fragmentos que me han gustado. Seguramente den una idea más clara de lo que mis palabras son capaces de hacer.

(…)
—A mí me parece que ya cansa tanto Jerusalén —dijo ella—; sobre todo teniendo en cuenta que no descendemos de judíos. Al fin y al cabo ni la ciudad esa ni sus gentes tenían la importancia que tuvieron una Atenas, una Roma, una Alejandría y tantas otras ciudades antiguas.

***

—(…) ¿Cómo es que has leído autores tan raros?
—Bueno —dijo ella pensativamente—. Por pura casualidad. Mi vida está formada completamente por aquello que, según dicen, hay de más original en mí. No les tengo miedo a los hombres ni a sus libros. Me siento unida a ellos, sobre todo a uno o dos, casi como si fuera de su mismo sexo. Me refiero a que ante ellos no tengo lo que les han enseñado a muchas mujeres: esa actitud defensiva frente a los ataques de sus virtudes; porque el hombre medio, el que no está embrutecido por un sensualismo salvaje, jamás molestará a una mujer de día o de noche, en casa o fuera de casa, a no ser que ella le dé pie. Hasta que ella no le diga con una mirada “Adelante”, él se sentirá temeroso; y si no se lo llega a decir o a insinuar con la mirada, jamás se lanzará. (…)

***

(…) He estado mirando en el libro de oraciones la ceremonia nupcial, y me parece humillante que se requiera la presencia de alguien para entregar a la novia. (…) mi esposo me elige por su libre voluntad, pero yo no lo elijo a él. Alguien ‘me entrega’ a él, lo mismo que si fuera una burra o una cabra o cualquier otro animal doméstico.

***

Era extraño que su primera aspiración —la de seguir unos estudios con aprovechamiento— se hubiera visto truncada por una mujer, y que la segunda —el apostolado— viniera a truncársela igualmente otra mujer. “¿Tendrán acaso la culpa las mujeres —se decía—, o la tendrá este artificial sistema de cosas bajo el que los normales impulsos del sexo se convierten en cepos domésticos y lazos que atrapan y sujetan a quienes aspiran a progresar?”

Mejor dejaré algún fragmento para poner más adelante en la sección del mismo nombre, que la entrada ya es bastante kilométrica.

La novela da muchas vueltas, hay muchos «ahora sí, ahora no» y a veces parece que se estanca, no avanza o que no nos está contando nada y… vale, hay cosas relatadas que no tienen importancia pero la mayoría sí está conectada y es importante. No se limita a ser un panfleto y ya. La he disfrutado. Así que, gracias Sylvia Plath por tu recomendación indirecta de esta obra y autor.

Puntuación: 8/10

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