`Judge Dredd´ -¿dónde quedó la mala hostia del cómic?

A la espera de ver la segunda adaptación a la gran pantalla de Judge Dredd, protagonizada por Karl Urban, encendí la tv y el dvd y volví a ver la que protagonizó Sylvester Stallone en el año 1995. Si bien dicho personaje nunca ha estado entre mis favoritos, ni he leído cientos de cómics sobre él, sí tuve el gusto de conocerle y viajar con él a ese mundo violento a raíz de la publicación que efectúo la editorial Zinco allá en los años ochenta. Así que habiendo leído aquellas historietas mi memoria se quedó con ello, algo que dista mucho de lo ofrecido por Stallone y su director Danny Cannon (escueto en cuanto a películas se refiere y más extenso en la gran pantalla).

Puede ser, y digo puede ser porque no lo sé con seguridad, que a los fans del protagonista de Rocky les hiciese gracia esta película. O igual no. Igual la consideran un truñete en toda regla y una de sus mayores bobadas. Incluso puede ser que si la ves con unos ojos no muy exigentes la llegases a considerar un entretenimiento sin más -aunque como digo, hay que ser muy pero que muy poco “exigente”-. Olvidable a los pocos segundos de su visionado, pero sin ocasionar permanentes daños cerebrales. Por lo menos yo la he visto un par de veces y no me ha dejado secuelas.

Lo peor de Judge Dredd es que no se tomó en serio. Fué una producción hecha a la medida de Stallone, donde el personaje distaba muchísimo del que se ofreció en el cómic. Ahí, el tono cómico que podía haber era por las bestialidades que ofrecía el protagonista, y no era precisamente algo constante. Sin embargo, aquí no dejamos de ver un producto típicamente americano, con Dreed acompañado en gran parte de la historia por Herman Fergurson, interpretado por Rob Schneider. Un actor que estuvo como acompañante gracioso del prota de turno y que aquí sigue con sus bufonadas. Lo peor de todo es que, al igual que Joe Pesci en la saga Arma Letal, sus supuestas gracias no son precisamente divertidas.

Stallone por su parte nos deleita, o nos hace sufrir, con un sin fin de muecas y exageración gestual. Él debió de pensar “si voy a interpretar a este personaje bastaré con pegar cuatro gritos, ponerme unas lentillas de color azul y mover mi boca como si de un chicle se tratara”. Así acabó la cosa, en el más absoluto de los ridículos. A eso habría que sumarle el hecho de que a las primeras de cambio el mítico casco acaba por sobrar -cuando en los cómics, siendo puristas, es algo prácticamente inamovible- y vemos a Stallones a cabeza descubierta constantemente. Puede ser una tontería, pero acabas por preguntarte el por qué de ese detalle, siendo tan importante y característico de Dreed y sus compañeros.

Posiblemente la mejor escena sea la del asalto de Dredd a un edificio lleno de delincuentes. Donde su pistola va cambiando -por medio de la voz- la capacidad de fuego según el momento. Ahí se puede ver la brutalidad  de Dredd, pero ahí queda todo. Ni siquiera el enemigo a batir de la película, Armand Assante, tiene el empaque suficiente para ponerle las cosas difíciles a Stallone. Aunque sí se molestaron en poner algún que otro personaje bien conocido en los cómics, pero de nuevo de una forma zafia y cutre.

Judge Dredd acaba siendo un desperdicio de adaptación. Donde una buena base -el cómic- no acaba siendo aprovechada debido a una producción que no se sale de los esquemas de aquellos años (y de estos, ya puestos). Bromas facilonas, acción para todos los públicos y algún que otro engaño para que el protagonista tenga que demostrar su inocencia. Una pena la verdad, pero es posible que Dredd (se estrena este año) pueda dar al seguidor de los cómics lo que vio en su momento. Ojalá lo claven, porque sería un gozo visual.