Revista Sociedad

Juegos de niños, de viejas, que molan, trucados y la bolsa

Publicado el 21 octubre 2013 por Bloggermam

baraja-juegoDecía Calderón de la Barca que la vida es sueño, y es cierto, pero si son más de ocho horas cansa; además si te pasa como a mí, que no recuerdo los sueños, lo de que la vida es sueño es todavía más aburrido.

Yo prefiero pensar que la vida es juego. Esta vida no deja de ser un gran juego en el que al final perdemos la partida con la Parca. Pero eso no me desanima, me gusta jugar, me divierte competir y si además gano: mucho mejor.

Pero no me sirve cualquier juego. Quizás sea debido a que el primer programa que rompí (14 añitos tenía) era el de una máquina tragaperras y al comprobar cómo estaba construido me di cuenta del gran engaño que supone jugar a las tragaperras. No hay azar, tiene que dar el 70% de lo recaudado en premios (por ejemplo) y es lo que hace. De modo que sí juegas constantemente la maquinita cumple su función totalmente.

A mi lo que me seduce del juego es decidir y que el resultado de éste dependa en buena medida de mis acciones. Por eso tengo clasificados los juegos según este baremo particular en el que premio la capacidad propia y el beneficio, sobre el azar.

Juegos de Niños. Son los más inocentes. Aquellos en los que no hay ni oficio, ni beneficio y lo único que se consigue es matar horas sin más. En estos juegos lo importante es participar y como decía Torrebruno “divertiiirseee”, dejando pasar el tiempo anestesiado, pero sin ganar nada. Como las canicas, jugar al escondite o los videojuegos que abarrotan el tiempo de tanta gente (fútbol, matamarcianos, simuladores de lo que sea) –si al menos se pudiera apostar en una partida de Call of Duty…-.

Juegos de Viejas. Con todos mis respetos hacia los niños que a veces juegan con tan adorables abuelas. Son aquellos en los que casi no hay capacidad de elección y además son tremendamente aburridos, lentos, carentes de alegría y de emoción. Son un suicidio neuronal en toda regla; como por ejemplo el bingo: que te quedas viendo como salen números y lo único que puedes hacer es susurrar por lo bajo otros números para volver locos a los compañeros de mesa. O la perejila que se jugaba en casa de unos tíos míos, anodina al máximo porque tú sólo te quedabas mirando las cartas que te repartían boca arriba y dependiendo de lo que te tocara pagabas o ganabas: tedioso hasta haciendo trampas. O el espantoso cinquillo, que nada más ver tus cartas puedes saber si pierdes, y encima es que no mejora ni añadiéndole sexo. ¿Alguien se imagina un cinquillo-streap? El que pase, se quita una prenda (no cuentan dentaduras postizas y demás prótesis móviles) ¡qué horror!

Juegos que molan. Son aquellos en los que puedes decidir, se trata de juegos en los que no sólo influye el azar, si no que además puedes usar tu cerebro para vencer: el black jack, la ruleta, el mus, el gilé, o el póker. Estos sí que son juegos en condiciones: emocionantes, divertidos y que además puedes ganar una pasta (he visto mesas de gilé con apuestas increíbles). Y si gracias a internet también puedes jugar al poker desde casa como aquí, pues ya es miel sobre hojuelas: sí, además de sibarita soy cómodo. Me encanta la sensación que experimento cuando gano a pesar de que las cartas no fueran las mejores.

Juegos trucados. Son parecidos a los juegos de viejas en el sentido de que tú no puedes hacer nada porque no hay posibilidad práctica de decisión, pero que son contrarrestados con una importante premio. El problema es que ya van trucados desde el principio porque una parte importante del dinero que se juega se lo queda el organizador. Como sucede con las loterías, o las máquinas tragaperras. En estos juegos la única forma de jugar para ganar es siendo el dueño del juego, los que participan lo único que hacen es enriquecer al propietario del pasatiempo. Hay más probabilidades de que te caiga un rayo que de que te toque la lotería primitiva.

La Bolsa. Todas las bolsas, desde Wall Street, hasta la bolsa de valores de Timostán son una casa de trampas. Es una gran casa de apuestas en las que millones de pardillos y unos cuantos amigotes bien informados, apuestan sobre si sube el precio de las materias primas, apuestan sobre si las empresas van a cumplir determinados criterios que se inventan sobre la marcha o apuestan sobre qué zona del mundo van a arruinar. Podría parecer una casa de apuestas normal y corriente, pero en esta se hacen trampas descaradamente. En realidad la Bolsa es como un juego de trileros con su tramposo, sus ganchos y sus pardillos, pero a escala mundial, y sin que les persiga la policía. Los pardillos que meten su dinero en la bolsa entran creen que bien asesorados pueden ganar algo de dinero, cuando en realidad los únicos que ganan son los que tienen la información y tienen miles de millones para mover de un lado a otro, haciéndola bajar o subir a voluntad. Los pardillos son los tontos útiles que ganan una úlcera a cambio de sacar dinero para irse de vacaciones un poco más lejos. Por eso te recomiendan que no uses en bolsa dinero que te haga falta: para que tus herederos no puedan demandar a nadie en caso de suicidio.

Esta es mi visión del juego. Me gusta, pero ya que voy a echar un tiempo jugando y pasándolo bien, prefiero ejercitar la mente y ganar algo de dinero. Lo de la honrilla queda para hacer deporte con los amigos.

Albert Einstein dijo que Dios no juega a los dados, y si el sabio tenía razón no me queda nada más que decir salvo que seguramente esté jugando un aburrido solitario.

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