Revista Cultura y Ocio

Justiniano el Grande

Por Joaquintoledo

Pero Belisario, a su regreso a Constantinopla, gozó de tanta popularidad que Justiniano en cierto modo se arrepintió de haberlo hecho tan grande. Hay que aclarar que había sido quitado de la campaña en Italia antes de que este termine, pues el emperador sospechaba de él. Sin embargo, Italia se adhirió al imperio, a pesar de lo frágil que fue la presencia bizantina en los primeros años de recuperación. Como sea, el gran Belisario no tuvo descanso por mucho tiempo, pues cuando los persas tomaron Antioquía invadiendo Siria en el 540. Fue enviado a combatirlos y lo hizo con éxito, empero los bizantinos tuvieron que pedir una tregua entregando una tonelada de oro. En los Balcanes, además los imperiales se enfrentaban a una nueva etnia: los avaros. Muy parecidos a los hunos, estaban devastando las fronteras norteñas y una vez más Belisario los mantuvo a raya salvando al imperio. No fue todo lo que enfrentó Justiniano, pues por aquella época una gran peste azotó varias partes del imperio entre el 541-542, conocida como la Plaga de Justiniano.

El emperador se aferró al poder más que nunca y se mostró firme en sus convicciones. Envío otra vez a Belisario a Italia para terminar la campaña. Esta vez, tampoco le dio los refuerzos suficientes, lo cual hizo que la guerra en dichos lares se estancase. Empero como citamos ya, al final los bizantinos terminarían ganándola. Antes de ello, en el 548, Belisario fue devuelto para siempre a Constantinopla. Ese mismo año Teodora moría. En Italia Narsés reemplazó a Belisario. Él sí recibió apoyo necesario en tropas y suministros sepultando la guerra en Italia en el año 552. A este país llevaron los bizantinos su cultura, como las iglesias con mosaicos, que aún hoy en día existen tales como la de San Marcos y la de San Vitale en Rávena. Hacia el año 552, a propósito, Justiniano recibió el llamado del rebelde visigodo Atanagildo a cambio de toda una franja costera de territorio entre Valencia y Cádiz. Si bien se consiguió el objetivo de la cesión territorial, paulatinamente en las décadas siguientes este pobre y pequeñísimo territorio se iría perdiendo paulatinamente. En el 624 los bizantinos fueron expulsados definitivamente de España por el rey Suintila.

Las últimas campañas de Justiniano

Las últimas campañas de Justiniano fueron en el margen del Danubio, donde debió enfrentar una gran crisis entre el 558-59, cuando debido al congelamiento del río, los avaros y eslavos tuvieron un puente natural con el cual asaltar al imperio. La mayoría de fuerzas militares se hallaban en diversos puntos y a Justiniano no le quedó más remedio que llamar a Belisario. Él, fiel a su deber, acudió. Organizó a 300 soldados del palacio imperial, caballos de cualquier establo, trabajadores, obreros y actores de circo; cavó una zanja delante de la ciudad y esperó a que los bárbaros que se aproximaban a Constantinopla. Estos atacaron salvajemente la línea central como se había previsto y por poco son envueltos y exterminados, huyeron después de esto, obteniendo Belisario una victoria más en su carrera. Pero el más famoso general y exitoso porque no decirlo, que tendrían los bizantinos, tuvo un bochornoso final, debido a la envidia e inseguridad de Justiniano. Resulta que hacia el 561 la salud del emperador desmejoró y obviamente muchos le rodearon pensando que su fin estaba cercano, esperando ser nombrados sucesores. Cuando se recuperó, se rumoreó que existía un complot contra su vida, y obviamente el desconfiado Justiniano acusó a Belisario entre los sospechosos. No se le ejecutó pero si se le quitaron sus bienes y riquezas, siendo puesto bajo arresto domiciliario. Un mito nos dice que se le quitaron los ojos y anduvo pidiendo limosna por las calles de la ciudad. Sea como sea, fue indultado y en el 564 se le devolvieron sus posesiones y Justiniano personalmente le “perdonó”. En marzo del año siguiente se despidió de este mundo probablemente el mejor militar de Bizancio en su historia y uno de los más gloriosos desde los tiempos de César en el Imperio.

En resumen el gobierno de Justiniano había sido bastante bueno. Hemos podido analizar cada uno de los ámbitos de su régimen y se ha notado progreso y el renacimiento de cierta gloria del pasado. Si bien no fue un santo lleno de tolerancia, tampoco lo invadió un sadismo radical en contra de otras creencias o los pueblos bárbaros. Fue un buen emperador, de eso no cabe dudas; empero no hay que idealizarlo. Antes que nada, su obsesión por expandir las fronteras del imperio trajo serias consecuencias como la del empobrecimiento de las arcas del estado, debido a las numerosas guerras. Por otra parte los territorios conquistados eran pobres y eso no permitió una recaudación eficiente o que valiese la pena. Algunos historiadores opinan que mejor hubiese sido mirar al este, hacia el imperio persa, el cual controlaba las líneas de comercio de seda desde oriente, y si bien el emperador había intentado usar otras alternativas en cuanto a nuevas rutas, fracasó en su intento. Sin embargo su legado dejó una anécdota: al parecer la ruta de la seda era cara, pues estamos hablando de grandes distancias que se debía pagar a los persas en oro; por tanto, sobornó a dos monjes budistas para que le dijesen el secreto de la seda. La misma proviene del capullo de gusano de seda, o sea las orugas de ciertas mariposas nocturnas, las cuales debían ser alimentadas con hojas de las moreras. Estos monjes escondieron los huevos de gusano en cañas de bambú y a partir de 550 aprox., los bizantinos dieron inicio a su propia producción de seda gracias a estos simpáticos animalitos. Se dice que toda la seda de Europa posteriormente creada desciende de las orugas bizantinas. Finalmente el emperador murió el 14 de noviembre del 565 teniendo ochenta y dos años.


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