Revista Cultura y Ocio

"Kafka en el tranvía", por Juan Bonilla - Crítica de "La carpa y otros cuentos" de Daniel Sueiro

Publicado el 16 junio 2014 por Itaca
KAFKA EN EL TRANVÍA - Por Juan BonillaCrítica aparecida en www.elmundo.es en la sección Biblioteca en Llamas (12.06.2014)
«Gracias a que periódicos y revistas tenían la costumbre de publicar cuentos en sus páginas literarias, en los años cincuenta se produjo en España un indudable auge del género a pesar de las miserias editoriales de la época. Se diría que al cuento, como género, le van bien los extremos: en la pobreza, como la España de los 50, porque la precariedad hacía difícil la publicación de novelas y quedaba la salida de los periódicos y las revistas y si había suerte se podía luego reunir las mejores piezas en un volumen. Y en la riqueza, como en los Estados Unidos de todo el siglo XX, porque es un género con suficiente fuerza como para generar un mercado independiente. Evidentemente se publicaron decenas de cuentos malos o insignificantes, pero también es verdad que ahí se creó el caldo de cultivo que permitió desarrollarse a una de las más importantes generaciones de narradores españoles, tal vez la más destacada en lo que al género se refiere. Conste que la facilidad para publicar no es siempre indicativo de una mejora del género: en los años 10 y 20 se publicaron cientos, miles de relatos largos o novelas breves dado el éxito de publicaciones como El Cuento SemanalLos Contemporáneos o La Novela de Hoyy eso no significó que la narrativa en español viviera una época dorada (aunque también es verdad que algunas obras importantes aparecieron en esas publicaciones, San Manuel Bueno, de Unamuno por poner un solo ejemplo). Los autores de los 50 tenían dificultades, y muchas, para reunir sus relatos en un libro, que era la meta que todos perseguían. Y algunos, por suerte para todos nosotros lo consiguieron, y ahí están Espera de tercera clase y El corazón y otros frutos amargos de Ignacio AldecoaCuentos con algún amor de Medardo Fraile o La gran temporada de Fernando Quiñones -que tuvo que ganar dos premios para publicar sus primeros libros de  relatos, el mencionado, que obtuvo el premio La Nación en Buenos Aires, y el Premio de la Vendimia de Jerez que le permitió publicar Cinco historias del vino. Otros autores inevitables de esa promoción son Carmen Martín Gaite, que se estrenó en 1957 con El Balneario,  y Juan Benet, que publicó en 1961 Nunca llegarás a nada.De todos los cuentistas de esa época siempre he sentido predilección por Daniel Sueiro. Quizá tenga que ver con el hecho de que fue el primer autor que me hizo sentir emoción con un texto, un relato titulado El día en que subió y subió la marea, que estaba en un libro que nos regaló la Caja de Ahorros a los que concursamos en un certamen de redacciones. Fernando Valls apunta que es un relato que deberían leer en todos los colegios de España: completamente de acuerdo. Lo dice en la introducción minuciosa que le ha puesto a La Carpa y otros cuentos recién editado por Libros de Itaca. Es una antología de relatos y novelas breves de Sueiro que comienza con estas palabras: "En el mundo mercantilizado que padecemos, una gran mayoría de los buenos libros no poseen más actualidad que el instante, al andar a remolque de modas o tendencias que se dicen globalizadas. Pero, además, nunca hasta ahora el lector y el escritor habían tenido menos  interés y conciencia por la historia y la tradición literaria, por su propia tradición, sobre todo la de su lengua y literatura que, en esencia, ha gestado su identidad, al margen de lo múltiple o híbrida que sea hoy día".Pero, cumpliendo con uno de los requisitos más ejemplares de cualquier gestión cultural, Libros de Itaca, que ha publicado también una antología de Rafael Barrett, sabe que la actualidad se inventa. Y trata de poner de actualidad a Sueiro colocándolo de nuevo en las mesas de novedades. Es una gran noticia, porque cualquiera que se asome por sus cuentos se dará cuenta de que los mejores entre estos tienen la característica primordial de cualquier texto que haya sabido vencer a su tiempo: parecerá escrito ayer mismo.Sueiro, autor de unas cuantas novelas y cinco tomos de relatos, progresó desde un neorrealismo con notables dosis de humor y ternura a un expresionismo irónico (según expresión del editor del volumen) con cierta tendencia a lo kafkiano sin que dejara de imprimir en sus cuentos un no sé qué personal e intransferible, aquello que hoy nos permite reconocer claramente su voz y su mundo. Algunas de sus cimas son piezas inevitables de nuestra narrativa breve, por ejemplo el descacharrante y genial Mi asiento en el tranvía, del que Valls hace una lectura muy inteligente en su introducción, desplegando posibilidades no siempre destacadas cuando se ha analizado ese cuento. El relato lo protagoniza un joven que deja pasar varios tranvías porque no hay asientos libres y cuando consigue un asiento cruza la ciudad soportado las miradas aleccionadoras o terribles de ciudadanos que consideran de muy mala educación que un joven aparentemente sano le esté  quitando el asiento a una anciana o una mujer embarazada o alguien que bien pudiera necesitarlo más que él. Pero ese asiento es su única pertenencia, su única propiedad momentánea. El relato es delicioso y, a su través, retrata de manera muy sutil un enfrentamiento generacional entre los que ganaron la guerra "y han hecho lo que han querido con el país" y los jóvenes desolados. Igualmente excelente es Al fondo del pozo, en el que retrata un día de cobro en una Administración a la que mensualmente tienen que ir los escritores que colaboran con los medios del régimen. Es un relato en clave (en el que aparece un insoportablemente cursi y lascivo González Ruano),  lo cual no merma su carga de profundidad, salpicada con el genuino humor de Sueiro."Elaborar la realidad", así definió Sueiro su oficio en una entrevista. A veces, esa realidad elaborada nace de la tarea de escarbar en una cotidianeidad en la que el narrador trata de alcanzar un  no sé qué metafísico, casi absurdo, el sinsentido de existir en medio de los barrotes de los días laborables. Ocurre en una de las obras maestras aquí recogidas, El hombre que esperaba una llamada, en la que esa llamada que se espera parece al principio versar sobre un asunto vulgar, hasta que, por obra y gracia de una prosa insistente y precisa, va creciendo y convirtiéndose en un monstruo simbólico: no queda muy lejos de este cuento un Beckett o un Kafka.A pesar de que no puede decirse que Sueiro no tuviera suerte editorial después de muerto -pues Alianza publicó en una buena edición sus cuentos completos y Menoscuarto reedito hace unas temporadas el más acabado de sus libros, Los conspiradores- se diría que no ha ejercido la evidente influencia que otras firmas de su generación han ejercido en autores de ahora (pienso sobre todo en Medardo Fraile). Creo que las razones pueden ser muchas pero una de las más penosas sería también la más evidente: no se le ha leído, apenas ha suscitado curiosidad. Ahora, una nueva editorial brinda una ocasión magnífica para volver o para descubrir a Daniel Sueiro,uno de los nombres más modernos y verdaderamente indispensables de nuestro relato».

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