Revista Cine

Kagemusha

Publicado el 15 junio 2013 por Ganarseunacre @ganarseunacre
Toyama / Yugen
Por J.C. Vinuesa

Kagemusha (1980) Kagemusha: la sombra del guerrero


Akira Kurosawa


Kagemusha Akira Kurosawa
Kagemusha
Reparto (Imdb)

Tatsuya Nakadai... Shingen Takeda / Kagemusha

Tsutomu Yamazaki... Nobukado Takeda

Ken'ichi Hagiwara... Katsuyori Takeda

Jinpachi Nezu... Sohachiro Tsuchiya

Hideji Ôtaki... Masakage Yamagata

Daisuke Ryû... Nobunaga Oda

Masayuki Yui... Ieyasu Tokugawa


Kaori Momoi... Otsuyanokata


            Desde 1975 en que nos regalara de la mano de MosFilm esa bellísima historia de amistad que es Dersu Uzala, akira no había rodado película alguna. Sus proyectos, casi testimonios, frescos de la historia nipona, chocaban con el escepticismo de las productores. Así, el más grande de los directores japoneses, junto a Mizoguchi, Oshima, representantes de dos generaciones, tuvo que esperar la ayuda de dos jóvenes americanos, Francis Ford Coppola y George Lucas que estudiaban las obras del maestro, para componer sus apocalipsis y sus guerras galácticas, a fin de que le consiguieran un adelanto de la Fox sobre los completos derechos de distribución. De esta manera un tango “pedigüeña”, con la Tojo y la Fox, codo con codo, se podía empezar a todas la película que luego sería la gran Palma de Oro de Cannes de 1980.    Kagemusha, la sombra del guerrero es el intento de recuperar un momento crucial de la historia nipona, el complejo  siglo XVI, para transmitir un mensaje sobre la identidad humana y el fantasma de la guerra.  Bajo un ropaje narrativo excepcional, casi como un western o lo que se denomina como película rio, se halla una reflexión profundísima sobre valores humanos hoy desaparecidos en las pocas pantallas nacionales. En la línea de sus mejores films; Rashomon (1950), Los siete samuráis (1954) o Barbarroja (1965) y Dersu Uzala (1975) y rodada cuando a la edad de 70 años, sigue la línea magistral de estos films citados. Y en esta soberbia película es un síntoma que el cine nunca muere, al menos cuando este se halla entre las manos de un gran maestro como Kurosawa… Su intensa preocupación por el individuo ante su decisión ética, la confusión entre realidad y ficción y el material estético como soporte significativo de la materia narrada son constantes en la filmografía de Akira Kurosawa. También decir que el maestro al igual que en su última época, crea una soberbia mixtura de elementos cinematográficos orientales y occidentales, huella que puede verse en Kagemusga por su ritmo y tratamiento musical. Desaparecido el poder central, 360 feudos, con sus respectivos clanes y señores, se disputan  el Japón de la segunda mitad del siglo XVI. Narra con la exactitud, que permite toda obra cinematográfica,  los datos históricos que comprenden los tres últimos años del clan Takeda (1573-1575), cuyo señor, que había tomado el nombre de Shingen Takeda, al aliarse con los bonzos guerreros, intenta reunificar Japón., muere en la batalla, siendo sustituido por un doble (kagemusha) durante varios años, hasta que las bravatas de su hijo provocan la catástrofe. Y la destrucción del clan. Bajo esta historia surge una pregunta, aparece el otro todavía más sútil de la identidas: ¿quién es quién en esta alternancia de personales, el señor y el doble (kagemusha)?, ¿estamos ante el protagonismo absoluto del gran Shingen Takeda o del Kagemusha miserable? Nadie es nadie. Y todos somos todos. Es decir, la historia nos pone en su sitio, somos iguales ante ella. Porque a medida que avanza la farsa del kagemusha, este es como Shingen, pero al final, cuando el destrozo de la guerra, Shingen es “como” el kagemusha. Todo es ficción para que sea realidad. La reconstrucción histórica, en la que Kurosawa se detiene con detallismo preciosista, no exime a la película de constituir un ataque frontal contra la inutilidad de la guerra, por caballeresca que sea. La inmovilidad de Shingen Takeda, es inútil. Es inútil su decencia en el combate. Se impone el estruendo feroz de los arcabuces del enemigo comprados a los portugueses  Estamos ante una soberbia película épica, donde valió la pena el largo rodaje de medio año y montar el film en cuatro meses. Obra cuidada, casi de orfebre y bella como pocas, que cuando tuve la ocasión de verla en unos ahora desaparecidos cines de Bilbao, pude decir, que hay maneras de pasar una matiné, pero Kagemusha, es otra dimensión cinematográfica que hasta ese momento no había podido disfrutar.
Kagemusha

Kagemusha

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