Revista Opinión

Kazajistán, la democracia de un solo hombre

Publicado el 19 marzo 2019 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

Al sur de Rusia y al oeste de China, a caballo entre Europa y Asia, se encuentra Kazajistán. A pesar de su territorio inmenso —es el noveno país más extenso del mundo—, es uno de los países menos poblados, con menos de siete habitantes por kilómetro cuadrado. La vida no es fácil en un terreno llano, abierto a los vientos y principalmente desértico. Pero, a pesar de las dificultades y a diferencia de las repúblicas vecinas del sur, tras la caída de la Unión Soviética, Kazajistán se ha logrado posicionar como el líder de la región con el mayor PIB per cápita de entre los istanes. En parte, su fortaleza viene por la gran variedad de recursos naturales gracias a la presencia en sus suelos de 99 elementos de la tabla periódica; además de extraer petróleo y gas, destaca por ser el mayor productor de uranio del mundo.

Sin embargo, aunque la Carta Magna del país enuncia los principios de autonomía e independencia, Kazajistán continúa íntimamente ligado a su gran vecino del norte. Los separa la mayor frontera terrestre ininterrumpida —6846 km—, lo cual simboliza, a su manera, la proximidad de las relaciones entre Astaná y Moscú. La lengua rusa es, junto con el kazajo, el idioma oficial de Kazajistán y el 23% de su población es de etnia rusa.

Kazajistán, la democracia de un solo hombre
Mapa de Kazajistán. Fuente: Wikimedia

A cargo del país se encuentra desde hace 30 años un hombre cuyo nombre mismo denota liderazgo: Nursultán Nazarbáyev. La Constitución le asigna a título personal un puesto privilegiado en la jerarquía del país, lo que convierte las elecciones cada cinco años en una especie de Día de la Marmota

Un hogar para los nómadas

Al encontrarse entre los imperios de Oriente y Occidente, Asia central fue un lugar de paso para las principales civilizaciones desde los tiempos más remotos. En los terrenos desérticos de Kazajistán, las tribus nómadas establecieron una primera relación comercial entre los imperios colindantes, lo cual dio origen a su nombre: kazaj significa ‘libre’ o ‘errante’. Más tarde, las poblaciones túrquicas fundaron los primeros asentamientos con administración política: los kanatos o kaganatos, gobernados por un kan. A su alrededor se irguieron las ciudades, lo que puso el punto final al estilo de vida nómada. El comercio continuó funcionando a base de caravanas y en sus rutas empezaron a surgir locales de descanso —karavan sarai— donde los mercaderes podían encontrar pan y techo. De este modo, se pusieron en marcha numerosas rutas comerciales a través de los desiertos kazajos, incluida la destacada Ruta de la Seda. Además de mercancías, las caravanas llevaban a sus destinos las últimas noticias de la cultura y los avances de la ciencia; esto las convertía en divulgadoras del progreso.

Para ampliar: “Asia central, geoestrategia en el centro del mundo”, Gemma Roquet en El Orden Mundial, 2018

La Historia de Kazajistán no puede presumir de largos períodos de independencia. En 1221 su territorio fue conquistado por Gengis Kan y estuvo bajo el dominio del Imperio mongol y, más tarde, de su sucesor, la Horda Dorada, hasta su disolución a finales del siglo XV. A partir del siglo XVII, Rusia comenzó el proceso de anexión, que concluyó en 1871. Desde entonces y hasta la caída de la URSS, Kazajistán formó parte del Imperio ruso y, más tarde, de la Unión Soviética.

Los libros de texto de Historia aprobados por el Gobierno kazajo hablan de un pasado soviético duro, pero entremezclan alabanzas con críticas. Se exalta la dignidad del pueblo kazajo y su resistencia al fascismo durante la Segunda Guerra Mundial como nobles defensores de la Unión Soviética, pero ya no hay censura que pueda ocultar las hambrunas provocadas por la colectivización y los imposibles planes quinquenales dictados desde Moscú. El pueblo kazajo no tuvo una vida fácil bajo el dominio soviético. En la época estalinista, los desiertos y las estepas de la república se convirtieron en cárceles al aire libre para los no deseados por el régimen. El intento de crear una ciudadanía unida por el comunismo y no por la pertenencia a una u otra nacionalidad pasó factura a los pueblos que se negaban a perder el vínculo con sus orígenes. La medida afectó a una gran variedad de grupos étnicos, tales como ingusetios, chechenos, coreanos, turcos, alemanes del Volga y tártaros de Crimea. Se cuentan por miles los deportados a raíz de su pertenencia étnica. Por ejemplo, en siete días de febrero de 1944 más de 478.000 chechenos e ingusetios fueron enviados a Kazajistán; no todos los que sobrevivieron el viaje de semanas en un tren de mercancías pudieron adaptarse a las duras condiciones de vida y al trabajo forzado. Algunos supervivientes cuentan todavía cómo fueron llevados a las estepas kazajas mediante la violencia y el engaño

Una de las consecuencias de los traslados forzados de los pueblos fue la composición demográfica resultante. La república se convirtió en el único territorio soviético en el que la población autóctona, la kazaja, era más reducida que la de otras etnias: de acuerdo con el censo de 1959, los kazajos representaban el 30%, frente al 42% de los rusos. Después de la caída de la Unión Soviética y hacia el final del siglo XX, el patrón se invirtió en cierta medida.

Kazajistán, la democracia de un solo hombre
Composición étnica de Kazajistán en 1959 y en 1999.

Las élites soviéticas utilizaron Kazajistán como base para los experimentos nucleares. Quizás por sus amplios espacios despoblados, se convirtió en escenario de numerosas explosiones controladas, la mayor parte aún información clasificada. Más difíciles de mantener en secreto fueron las consecuencias sufridas por la población: actualmente, más de 100.000 personas continúan afectadas por la radiación.

Para ampliar: “La energía nuclear rusa, clave de liderazgo geopolítico”, Ricardo Lenoir-Grand en El Orden Mundial, 2017

La ansiada independencia

Al igual que otras repúblicas, Kazajistán tuvo episodios de rebeldía contra el régimen soviético. Las mayores movilizaciones proindependencia tuvieron lugar en 1989, en coincidencia con el despertar popular de Praga, Varsovia y Budapest, pero fueron rápidamente reprimidas por el régimen. Una característica que diferencia a los manifestantes kazajos de los de los países de Europa del Este es que sus protestas se originaron en torno a demandas ecológicas. Por una parte, al centrar sus objetivos en la contaminación y las bases atómicas, esquivaban la prohibición de asociarse con fines políticos. Por otra, la situación medioambiental de Kazajistán, lastrada por los experimentos nucleares y los lanzamientos espaciales soviéticos, era de por sí un motivo de preocupación suficiente en un país donde actualmente la polución, así como la sobreexplotación del mar de Aral, constituye uno de los principales factores de riesgo

Para ampliar“Aral, el mar que nunca existió”, Gemma Roquet en El Orden Mundial, 2018

Por aquel entonces, acababa de entrar en posesión de su cargo el hombre que marcaría el desarrollo de los acontecimientos en las próximas décadas: Nursultán Nazarbáyev. Procedente de una familia campesina, comenzó su trayectoria laboral como obrero, pero pronto empezó a escalar en el Partido Comunista. En 1984 se convirtió en el presidente del Consejo de Ministros y cinco años más tarde encabezó el partido siguiendo la tradición no escrita de la URSS de que las repúblicas estuvieran presididas por un líder autóctono, mientras que el segundo cargo, a modo de cardenal en la sombra, le correspondía a un apparátchik o enviado de Moscú.

Cuando en 1991 Kazajistán se convirtió, finalmente, en un país independiente, Nazarbáyev fue proclamado su primer presidente y, hasta la fecha, el único, puesto que su mandato continúa ininterrumpido hasta hoy. El artículo 42.5 de la Constitución del Estado “democrático, secular, legal y social” kazajo establece que “la misma persona no puede ser elegida presidente de la república más de dos veces seguidas”, pero a continuación matiza: “Esta restricción no se extenderá al primer presidente de la República de Kazajistán”. En marzo de 2017 Nazarbáyev firmó una ley por la que limitaba insustancialmente las prerrogativas presidenciales a favor de las cámaras. Incluso con esta reducción, el presidente continúa disfrutando del monopolio del poder en el país.

La monogamia electoral kazaja no se debe exclusivamente a la ley, favorable a Nazarbáyev y aprobada por él. Muchos relacionan la figura paternalista del líder con la llegada de la independencia y con la gestión de las tensiones étnicas y religiosas en la década de los 90 en el recién nacido país. Entre sus adeptos, Nazarbáyev cuenta con la fama de ser un hombre sabio y justo, que en más de una ocasión disolvió el Gobierno por considerarlo incapaz de solucionar los problemas del pueblo. Al otro lado de la balanza están la represión a los opositores, los altos índices de corrupción y una red de empresas cercanas al Gobierno que gestionan los recursos naturales de Kazajistán.  La organización Human Rights Watch ha denunciado en repetidas ocasiones violaciones de los derechos humanos en el país, tales como el derecho de asociación, a la información y a la libertad de confesión. A pesar de ello, en 2017 Gallup considera Kazajistán el sexto país más “optimista” del mundo

Una nueva capital para un nuevo país

En la mejor tradición de los Estados fuertemente centralizados, la gestión de Nazarbáyev condiciona todos los aspectos del día a día del país. El eje trasversal de su mandato es la persecución de la modernidad, del futuro mismo. Una de las decisiones más trascendentales en este sentido fue la de construir una nueva capital ad hoc. Donde antes se hallaba una pequeña ciudad del siglo XIX se irguió una megalópolis coronada con rascacielos de cristal. En 1997 Astaná fue proclamada oficialmente la capital.

Kazajistán, la democracia de un solo hombre
Centro de Astaná. Fuente: Wikimedia

A diferencia de Almatý, la antigua capital del sur, Astaná se construyó en el norte, en una región próxima a Siberia. El cambio se debió a multitud de factores, entre los que cabe destacar las pésimas condiciones ecológicas de Almatý: enclavada entre montañas, la ciudad es proclive a acumular nubes de contaminación perpetuas a causa de la proliferación de vehículos y de la explotación de carbón. Por otra parte, la antigua capital se encuentra en una zona de seísmos y a escasa distancia de China. Así, también jugó un papel importante la imagen simbólica de acercar el epicentro del país a la frontera con Rusia. Mientras que el sur de Kazajistán presenta una mayoría de población kazaja, es en la parte septentrional donde se concentran los habitantes de habla rusa y convergen los negocios entre los dos países. En medio de esta actividad ajetreada está hoy Astaná.

Sin embargo, la ubicación de la nueva capital ha suscitado críticas por la dureza de las condiciones de vida, principalmente a causa del clima. Astaná se construyó en medio de la estepa, sin montañas que la guarezcan y, por lo tanto, sin ningún obstáculo para los vientos. El clima condiciona todos los aspectos de la vida en la capital, desde el transporte hasta la construcción. El invierno puede durar hasta ocho meses, con una temperatura que alcanza los -50 grados. El coste de vida supera también, con creces, el promedio del país. Construida en menos de una década sobre planos diseñados hasta el último detalle y con las innovaciones en construcción más avanzadas, Astaná se asemeja más a un centro de negocios al aire libre que a una ciudad creada para albergar vida.

Si bien la decisión de trasladar la capital respondió en su momento a un acercamiento a su vecino del norte, la actitud de Kazajistán hacia Rusia en la última década se asemeja al movimiento de la marea: un paso adelante, otro atrás. Una de las reformas que más polémica suscitó, sobre todo entre la población rusohablante, ha sido la lingüística. En febrero de 2018, por decreto de Nazarbáyev, el idioma kazajo pasó oficialmente del alfabeto cirílico al latino. Desde Moscú, el cambio se entendió como un acto de rusofobia y contrario al proceso de integración euroasiática. Un año más tarde, en febrero de 2019, legisló para eliminar las inscripciones en ruso de los tenges, la moneda kazaja. De este modo, el país pretende acercarse más a Occidente y, sobre todo, reforzar su identidad nacional.

Kazajistán, la democracia de un solo hombre
Los presidentes Putin y Nazarbáyev. Fuente: Kremlin

No obstante, otras medidas propuestas recientemente en la cámara baja —la Asamblea o Mazhilis evocan el pasado soviético del país. El líder del partido Ak Zhol —’camino blanco’—, que se autodenomina como de “oposición constructiva”, ha propuesto cambiar el nombre del Estado. La Constitución kazaja establece que las dos denominaciones oficiales son Kazajistán y la República de Kazajistán, mientras que Ak Zhol aboga por que el país se pase a llamar República Kazaja, eliminando el sufijo –istán. Este cambio, según sus ideólogos, contribuiría a homenajear en 2020 el centenario de la entrada de Kazajistán en la URSS

El comercio es el hilo transversal en la relación de Kazajistán con su vecino del norte: Rusia es el origen del 38% de importaciones del país y el destino del 11% de su producción. La economía condiciona la acción política y condena a Kazajistán a la cercanía con Moscú. Ambos países forman parte de la Unión Económica Euroasiática y están vinculados hasta 2050 por el contrato de arrendamiento de la ciudad y de la base espacial de Baikonur. Desde este cosmódromo, la Unión Soviética realizó en abril de 1961 el primer lanzamiento humano al espacio, que convirtió en héroe popular a Yuri Gagarin. Tras la caída de la URSS y la firma del contrato de arrendamiento en 1994, la base espacial pasó a formar parte de la soberanía rusa, con proyectos conjuntos gestionados por Moscú y Astaná

Para ampliar: “La Unión Económica Euroasiática o la reconstrucción del espacio postsoviético”, Fernando Arancón en El Orden Mundial, 2015

La tierra de la estabilidad

En las últimas elecciones presidenciales, celebradas en la primavera de 2015, Nazarbáyev volvió a lograr una victoria indiscutible en términos aritméticos con más del 97% de los votos; de este modo, su mandato podrá prolongarse hasta 2020. Y es posible —aunque poco probable— que, siguiendo el patrón consolidado en las últimas décadas, vuelva a presentarse a las urnas.

Pero, al igual que algunos otros hombres fuertes de los países nacidos de la URSS, Nazarbáyev se enfrenta a un problema banalmente humano: el presidente no es inmortal. A sus 78 años de edad, es el líder más longevo de la región, y la incógnita sobre el heredero de su trono se vuelve lógica e inevitable. Los analistas barajan varios nombres, pero de momento ninguna declaración oficial ha arrojado luz sobre el futuro político del país.

Cada vez que se disuelve un Gobierno para convocar nuevas elecciones, cada vez que emerge un nuevo nombre entre los altos cargos o cuando Nazarbáyev aparece posando con un político allegado, los medios de comunicación intentan establecer escenarios de futuro comparando la elección del sucesor en Kazajistán con la afrontada por Yeltsin a finales de los años 90. Nazarbáyev, que ha dedicado su vida a construir un país a su medida, es el máximo decisor del presente y del futuro de Kazajistán. Si nada cambia, el sucesor que él elija para su imperio heredará también el apoyo electoral de más del 90% de los kazajos.

Kazajistán, la democracia de un solo hombre fue publicado en El Orden Mundial - EOM.


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