Revista Opinión

Keynes, Krugman, Rubalcaba y yo.

Publicado el 04 enero 2012 por Romanas

Keynes, Krugman, Rubalcaba y yo.Lo reconozco, tengo mucha suerte, uno de mis más feroces críticos de la caverna sáquica me definió como una gallina potrosa y es verdad, no sé si soy una gallina, en todo caso, sería un gallo, pero que tengo suerte en esto de buscar la verdad es una evidencia que ni siquiera yo, que tengo muy mala suerte para todo lo restante, puedo negar.
 Llevo mucho tiempo diciendo por estos lares que Keynes tenía, y tiene razón, y, ahora, leo en El País, un artículo de Paul Krugman, Nobel de Economía en 2.008, que, oh, herejía, dice lo mismo:http://www.elpais.com/articulo/economia/Keynes/tenia/razon/elpepieco/20120103elpepieco_9/Tes
He dicho ya muchas veces que mis 2 años de Economía política y los otros 2 de Hacienda pública en mis lejanos tiempos universitarios, en modo alguno me autorizarían para escribir de ninguna de estas 2 materias, pero creo que mis 83 años de vivir muy duramente, sí. Se trata, una vez más, de ir del microcosmos al macrocosmos, de la puñetera economía doméstica a la jodida economía nacional.83 años son casi un siglo y, a lo largo de ellos, uno acaba por vivir, y sufrir, tantas cosas que no tiene más remedio que aprender algo aunque sólo sea por aquello de que la letra con sangre entra, la economía por muy política que seaa es economía, elección de uno u otro camino, y la Hacienda, el manejo de los ingresos y de los gastos, es igual si se trata de los Usa o de un pequeño y modestisimo hogar, de modo que igual que yo tuve que elegir un día entre quedarme sentado en una silla de mi cuarto de estar o arriesgarme a jugármelo todo abriendo mi vida a aventuras peligrosísimas como la de intentar compaginar mi trabajo en Telefónica con el de los juzgados y me salió bien, del mismo modo tuve que reestructurar los gastos de una familia que crecía y necesitaba inversiones desechando la opción de no gastarme un sólo duro más de los que yo ganaba.
Si yo no me hubiera arriesgado nunca, ahora sería un jubilado de Telefonica en Madrid,con una pensión de 1485 euros y creo que ya hubiéramos muerto mi mujer y yo, al no poder gastarme los millones que me exigieron los del Opus para salvarla de un cáncer,  hace ya más de 19 años en la clínica universitaria de Pamplona como cuando me sucedió a mí  y tuvieron que operarme de la laringe 6 veces consecutivas en 3 años,  con lo que esto supuso desde el punto de vista econòmico; pero me arriesgué, y mucho, me expuse a que dicha compañía me formara expediente y me expulsara por compaginar su jefatura en Cartagena con el ejercicio profesional de la procuraduría y de la abogacía, y por ello creo que hemos sobrevivido, los míos y yo, a una empecinada secuencia de gravíssimas enfermedades.
De igual modo, un país, un Estado, tiene que elegir en cada momento de su historia, económicamente, lo que debe de hacer, es muy cómodo decir si las cosas van mal sólo cabe apretarse el cinturón, o sea, reducir el déficit y, luego, esperar que la suerte o lo que sea nos arregle las cosas, al propio tiempo que ordeno a los encargados de la Hacienda que sean  más duros en el ejercicio de su tarea, respecto a todos los que deberían arriesgarse abriendo nuevas vía de riqueza, para el crecimiento y la expansión de nuestra tan necesitada economìa.
Asíi, si las cosas funcionan como dicen las normas, sucederá:
1º) el estrangulamiento de la única posibilidad de la economía nacional, cerrando cualquier posibilidad de financiación de la producción, no puede sino llevarnos a una recesión de caballo de tal modo que
2º) por mucho que ahorremos, por más que acomodemos nuestros gastos a nuestros ingresos, el famoso PIB no se recuparará y nuestra economía acabará llegando al desastre.
En cambio, si le proporcionamos al Estado, sí, a ése que según Thatcher y Reagan, no sólo no es la solución sino precisamente el problema, una financiación suficiente, vía impuestos ordinarios y extraordinarios, e incluso recurriendo a la emisión de deuda soberana, y canalizamos cuidadosamente el flujo de este capital, a través de los créditos, a las empresas, la producción y el subsiguiente aumento del consumo, comenzarán una especie de espiral que, retroalimentándose, conseguirá el resurgir de la economía y la habilitación de la Hacienda pública, ya que, al aumentar la riqueza nacional, aumentarán paralelamente los impuestos y el problema se habrá solucionado de una manera completamente distinta a como propugnan estos locos avariciosos del liberalismo. 

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