Revista Opinión

Kosovo y Serbia: enterrando los fantasmas de los Balcanes

Publicado el 10 octubre 2018 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

El término balcanización, la desmembración de un país en comunidades o territorios enfrentados, nació de los conflictos que se sucedieron en la antigua Yugoslavia en la década de los 90 y ha seguido utilizándose continuamente para describir procesos de secesión de diversas comunidades en todo el mundo. Aunque hasta la fecha el término no ha vuelto a utilizarse para referirse a procesos de desintegración en la región balcánica, el acuerdo de intercambio de territorios entre Kosovo y Serbia podría traerlo a escena de nuevo.

La idea del intercambio de territorios y población en la región balcánica no es un fenómeno reciente. En 1923 Grecia y Turquía llegaron a un acuerdo para el intercambio de casi dos millones de personas por el que medio millón de ciudadanos musulmanes que habitaban en Grecia fueron intercambiados por un millón y medio de griegos que vivían en la recién creada Turquía. Incluso en 2010 el famoso think tank International Crisis Group propuso un intercambio de territorios entre Kosovo y Serbia, algo que fue rechazado tácitamente por los líderes de ambos países. Entonces, ¿por qué la reciente propuesta ha creado tanto escándalo y desacuerdo no solo en la opinión pública de estos países, sino en la comunidad internacional en general?

Un acuerdo comprometido

Por primera vez, la hipotética idea de la alteración de las fronteras de Kosovo y Serbia nace de los presidentes de ambos países, Hashim Thaçi y Aleksandar Vučić —respectivamente—. Aunque el acuerdo que están dispuestos a firmar sigue siendo incierto, en principio consistiría en ceder a Serbia el norte de Kosovo —en su gran mayoría habitado por serbios; 80.000, según el último censo— a cambio del valle de Preševo, localizado en Serbia y habitado por 55.000 albaneses.

El objetivo principal de los presidentes es finalizar el proceso de diálogo facilitado por la UE desde 2011. La ratificación del acuerdo supondría la normalización de las relaciones entre Pristina y Belgrado, el reconocimiento internacional de Kosovo y su membresía en la ONU, y, por ende, la aceleración en la integración de ambos en el club europeo. Sin embargo, esta decisión resulta muy arriesgada si tenemos en cuenta que los países de los Balcanes Occidentales están formados por Estados multiétnicos.

Si se formalizase el acuerdo fronterizo, ¿qué pasaría con la minoría albanesa de Macedonia o con la comunidad serbia en Bosnia? Desde luego, no es aventurado prever que esta controvertida decisión cree un efecto dominó en los Balcanes y el auge de las demandas de los Estados monoétnicos en la región, que podría llevar a nuevos conflictos en los Balcanes. El presidente de la República Sprska de Bosnia ya ha anunciado que, si Kosovo se convierte en un país miembro de la ONU, su territorio hará lo propio, lo cual pondría en jaque no solo los Acuerdos de Dayton, sino la estabilidad europea en general.

Para ampliar: “República Srpska: Serbia dentro de Bosnia”, Blas Moreno en El Orden Mundial, 2017

Kosovo y Serbia: enterrando los fantasmas de los Balcanes
Los distintos grupos étnicos no coinciden con las fronteras políticas de diversos países de los Balcanes Occidentales. Se aprecia, por ejemplo, la presencia de serbios al norte de Kosovo y de albaneses al sur de Serbia, en coincidencia con la propuesta de redefinición de sus fronteras.

Aunque a priori resulta un intercambio poco perjudicial para los intereses de Serbia y Kosovo, ambos países se juegan mucho. El país eslavo perdería algunos de los monumentos más importantes de la Iglesia ortodoxa —como el monasterio patriarcal de Peć y el de Visoki Dečani—, mientras que la república más joven de Europa perdería el control del lago Gazivoda, sin duda crucial para los intereses del Gobierno kosovar si se tiene en cuenta que actualmente suministra agua y electricidad a un gran número de localidades en Kosovo, incluida su capital. Además, el hipotético acuerdo podría suponer un retroceso en cuanto a derechos de las minorías se refiere, en especial para los menguados serbokosovares, que siguen viviendo en enclaves o pequeñas islas repartidas por Kosovo y son más leales a Belgrado que a los dictados de Pristina.

Un acuerdo condenado al fracaso

La realidad es que parece muy poco factible que dicho acuerdo pueda prosperar, ya que esta decisión emana única y exclusivamente de los presidentes, sin contar apenas con apoyo interno o externo. Aunque tanto Estados Unidos como la Unión Europea han mostrado una posición un tanto ambigua y desconcertante al respecto —afirman que acatarán un acuerdo siempre y cuando respete el Derecho internacional vigente—, países con gran peso en la región, como Reino Unido o Alemania, se han mostrado rotundamente en contra de una posible alteración de las fronteras, dado que podría suponer una reacción en cadena en las antiguas repúblicas de la ex-Yugoslavia. A esto habría que sumarle la oposición interna a la que se enfrentan ambos líderes.

En Serbia, Vučić ha tratado de encubrir su pasado nacionalista —fue ministro de Información durante la época de Milošević y diputado del ultraderechista Partido Radical Serbio— con un discurso endulzado con tintes de fraternidad y reconciliación dirigido a la comunidad serbia y albanesa, si bien llegó a calificar en septiembre de 2018 al expresidente serbio como “un gran líder” en un discurso en el norte de Kosovo que recordaba al realizado por el propio Milošević en Gazimestán tres décadas antes. Además, Vučić no cuenta con apoyos en los demás partidos políticos ni con el amparo de la Iglesia ortodoxa serbia, que percibe el acuerdo con mucha preocupación, puesto que podría significar nuevas migraciones de la comunidad serbia en Kosovo.

Para ampliar: “Kosovo, la patria perdida de Milošević”, Adrián Albiac en El Orden Mundial, 2014

Por otro lado, Thaçi se encuentra muy debilitado políticamente, ya no solo por el escaso apoyo político dentro y fuera de su partido, sino por la probable imputación del Tribunal Especial para Kosovo, que investiga los presuntos crímenes cometidos por miembros del Ejército de Liberación de Kosovo (UCK), el cual comandó durante el conflicto en Kosovo en 1998. Además, el primer ministro y antiguo excombatiente del UCK Ramush Hardinaj ha mostrado su miedo al acuerdo al afirmar que la alteración de las fronteras significaría la guerra.

A lo anterior hay que añadir que el intercambio de territorios entre Kosovo y Serbia sería inconstitucional en ambos países. Para llevar a cabo una modificación de sus Constituciones, la legislación exige una mayoría de dos tercios de los diputados de ambos países, algo que de momento parece bastante difícil de conseguir debido al escaso apoyo con el que cuentan ambos líderes.

Si las negociaciones para la alteración de las fronteras no llegan a buen puerto, el diálogo entre Belgrado y Pristina continuará estancado —y, por tanto, su integración en la Unión Europea—. De ser así, se deberá en gran medida a la falta de acuerdo entre los dos presidentes, sin olvidar el papel crítico que juega la UE en la región con su política del palo y la zanahoria.

Kosovo y Serbia: enterrando los fantasmas de los Balcanes fue publicado en El Orden Mundial - EOM.


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