Revista Cultura y Ocio

L’illa de l’última veritat: la última sorpresa de Flavia Company Navau

Publicado el 02 febrero 2010 por Evagp1972

L’illa de l’última veritat: la última sorpresa de Flavia Company Navau
Lo decía en mi último artículo dedicado a  Con la soga al cuello, de Flavia Company:  hay algo nuevo en la forma de narrar de Company que se anuncia ya desde el primer relato: es la mirada de la autora sobre el mundo y sobre sí misma lo que ha cambiado. Que no es poco. (...) Su mirada se dirige ahora hacia aquellas situaciones en las que pueden encontrarse personas corrientes sometidas a la presión de determinadas circunstancias; cuando se ven, en definitiva, con la soga al cuello.
En esta ocasión, Company ubica a dos personajes en una isla desierta; uno  de ellos, reservado y peligroso;  el otro, un prestigioso médico que pensaba disfrutar de su año sabático navegando con unos amigos, sin saber que la vida le tenía reservada una aventura de envergadura muy superior a sus expectativas.  Obligados a convivir, esta extraña pareja explorará, en circunstancias extremas, la geografía imprevisible que se extiende entre la amistad y el odio. Dos personajes, ciertamente, con la soga al cuello
Esta novela enlaza, evidentemente, con el género de literatura de viajes, naufragios y piratas, y también con la literatura confesional, pseudobiográfica (hay secretos con los que se puede vivir, pero con los que no se puede morir), pero podría, con pocas modificaciones, adaptarse perfectamente al teatro. Es una posibilidad que debería explorarse, teniendo en cuenta que buena parte de la novela ya es dialogada. El estilo es directo, de frases cortas y léxico sin complicaciones. Company parece sentirse cómoda en esta forma de narrar fluida, sin pretensión de trascendencia pero que,  a pesar de ello, nos hace reflexionar sobre la radical soledad del ser humano, sobre qué estaríamos dispuestos a hacer a cambio del poder, del dominio sobre el otro. También nos planteamos, como en alguna otra novela de Company, qué es la identidad. ¿Quiénes somos, en realidad? ¿Soy yo la mujer civilizada que desayuna tostadas con mantequilla y mermelada en su cálido hogar antes de dirigirse al trabajo? ¿Hasta cuándo duraría esta pátina en mí, si me hallara en una isla desierta junto a otra mujer armada, que deseara imponerme sus normas, su poder?
L’illa de l’última veritat nos obliga, también, a preguntarnos por nuestras contradicciones:  necesitamos compañía, pero mentimos, herimos e incluso asesinamos a nuestros semejantes;  luchamos por la libertad, pero también somos opresores; queremos espacio, y también queremos normas, leyes, límites, reglas del juego.
Decía en mi artículo sobre Con la soga al cuello que uno de los múltiples placeres que proporcionan los relatos de Company es la posibilidad de reencontrarnos con frases, situaciones y personajes de su narrativa anterior; elementos que pueden reaparecer de nuevo, como parte de una novela en el futuro. L’illa de l’última veritat no iba a ser  una excepción aunque, esta vez, no se trate exactamente de una repetición, sino de algo mucho más complejo. El 2008, en su relato Ahí, Company nos decía que existe un lugar que no existe. Se llega a él por un camino que, como es natural, tampoco existe. Podría pensarse que se trata de un lugar parecido a una isla desierta, pero no. Sabemos que las islas desiertas existen. (...) Hay un lugar que no hay. No hay quien lo habite, pero quien se pasa los días explorándolo, recogiendo ramas secas para encender el fuego si hiciera frío, para causar un incendio si fuese necesario, pero cómo va a hacer falta algo donde no hay nada, donde es nada, donde nada. Quien está ahí, en la garita de piedra y de barro, pero como al mismo tiempo no está ahí porque no hay ahí, desde ahí no puede avisar a nadie. Si ahí fuera una isla desierta, tarde o temprano un barco algo desorientado la descubriría. Unos náufragos intrépidos. O una agencia de viajes. Quien no puede señalar el lugar donde no está.
Company se ubicaba en ese extraño relato, Ahí, en un lugar semejante a una isla desierta, pero que no lo es. En el 2010, Prendel y Souza ocupan un lugar parecido, precisamente en una isla que, se nos dice claramente, no debería estar ahí, pues no aparece en los mapas, en un lugar/texto, en el espacio donde surge la creación literaria, donde Company continúa tanteando, buscando refugio, para sobrevivir. 
Toma mis prismáticos.
¿Lo ves?
Ahí. 

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