¿Te imaginas comer (o cenar) en mitad de una corrala del Siglo XIX? ¿En un establecimiento donde los guiños al pasado de Madrid son constantes en cada mirada? ¿Y que además, los platos estén riquísimos? Vale, si en todas mis anteriores preguntas has respondido de modo afirmativo, apuntad este nombre: Restaurante La Antoñita, ubicado en La Posada del Dragón.
La Cava Baja ha sido tradicionalmente terreno de fondas y hostales. Una calle habituada a extraños y forasteros, especialista en abrazar al de fuera. El lugar al cual llegaban arrieros, ganaderos y comerciantes siglos atrás en busca de un cobijo donde pernoctar después de llegar con sus mercancías a la capital. Por esta calle simpática y de buen decoro quedó desde entonces un animado legado, los numerosos bares y tabernas en las que todas aquellas almas mataban sus horas muertas en Madrid. Pero no sólo permanecen vivos de aquellas épocas lugares de comer y beber, también varios alojamientos emblemáticos como la Posada del León de Oro o la que hoy nos ocupa, la Posada del Dragón.
Ubicada en la Cava Baja 14, la historia de la Posada del Dragón se empieza a escribir cuando en el Siglo XVI se instaló aquí una alhóndiga. Ya con el nombre actual, y funcionando como casa de huéspedes empezó a funcionar en 1868, tratándose de uno de estos establecimientos añejos y sencillos en los cuales pernoctaban todos aquellos hombres de campo y comerciantes. Sin embargo, aquel lugar reabrió sus puertas en este siglo, ésta vez ya como un moderno y bonito hotel boutique de 27 habitaciones. Quizás lo más sorprendente de este lugar es el como han sabido mantener y respetar los numerosos elementos históricos que hacen referencia a los inicios de esta fonda y del pasado de Madrid. Por ejemplo el que fuese abrevadero de los caballos se ha mantenido a la vista o en la coqueta corrala que ocupa su patio central, se encuentran inscritas las fechas más importantes en el desarrollo y vida de Madrid.
En este marco incomparable, hoy os quiero hablar del restaurante ubicado en la planta baja de este hotel, La Antoñita. Con una acertada y desenfadada propuesta de cocina de mercado, este restaurante mantiene el nombre de la tienda de jabones que aquí se encontró décadas atrás, Jabones La Antoñita. Una gran sorpresa que nos tiene reservado este lugar es su suelo acristalado bajo el cual se pueden observar los restos de la muralla cristiana que envolvió a Madrid ¡Fascinante!
Rodeados de historia y en un lugar con un encanto único en Madrid, comer en La Antoñita es una opción mas que recomendable, especialmente si quieres sorprender a quien compartirá velada contigo. Os aseguro que este lugar hará las delicias de los amantes de la historia de Madrid y del buen comer. Gastronomía y pasado unidos en un marco de los que te dejan con la boca abierta.
A continuación os mostraré los platos de los que pudimos dar cuenta:
Ensalada de arenque marinado, cebolleta y tartar de fresa (11,90€), ligera y sorprendente, nos la recomendó el camarero y resultó todo un acierto.
Croquetas de tigre (8,80€), ¿Alguien puede resistir a los encantos de una buena croqueta casera? ¡Mirad que pinta!
Crujiente rabo de toro (10.90€),a mi juicio el mejor plato de todos, ya que han conseguido hacer que un producto, a priori pesado como el rabo de toro, resulte liviano en el paladar sin perder un ápice de sabor. Exquisito
Tempura de bacalao (12,90€), muy rica y lograda pero, lamentablemente, llegamos demasiado "llenos" a este plato y no pudimos saborearla como se merece.
Jabón La Antoñita (5,90€), la última sorpresa que nos tenía reservado este lugar, como no, un guiño al establecimiento original que aquí estuvo una deliciosa mousse de chocolate blanco envuelta en una espuma de limón. ¡Divertida, dulce y refrescante!
En definitiva, La Antoñita y La Posada del Dragón son una sucesión de bonitos detalles, un lugar para comer bien, en un sitio con mucho encanto y donde la historia de la ciudad se palpa y observa en cada rincón. Poquitos lugares hay en nuestra ciudad con esta magia. Para repetir, sin duda.
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