Revista Cultura y Ocio

La ascendencia. Alexandre Postel

Por Mientrasleo @MientrasleoS
La ascendencia. Alexandre Postel
     "La gente metódica como usted siempre necestia un comienzo. "Empecemos por el principio, reconstruya los pasos que le han conducido (y ha dudado, no sé si por delicadeza, antes de concluir la frase) hasta aquí". La cuestión es que, cada vez que pienso en el comienzo, me viene un día diferente a la cabeza: cuando decidí marcharme de casa de mi padre, cuando conocía a Marion, cuando no dije algo que debería haber dicho. Pero ¿qué día es ese? ¿Qué debería haber dicho? Hoy me acuerdo del pasado 30 de abril."
     Conocía a Postel con su novela Un hombre al margen, que le valió el premio Goncourt en 2013. Un estilo propio que muchos dijeron seguía la estela de aquel Extranjero creado por Camus, me hicieron intentar seguir la pista al autor. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual su último libro. Se trata de La ascendencia.
     El protagonista y narrador de la historia, un hombre joven, con un trabajo mediocre y una vida normal, irá relatando lo sucedido durante los cinco días que le cambiaron la vida. Se remontará al momento en el que, trabajando en una tienda de telefonía, recibe la llamada de un médico que le comunica la muerte de un padre al que apenas conocía. Los siguientes cinco días serán determinantes en la historia, y en su vida.
     Cuando nuestro protagonista descubre que su padre ha muerto, se apena. Cómo no hacerlo pese a que su relación se hubiera enfriado. Tampoco tuvieron ningún problema relevante, y la muerte de su madre ya les alejó en su día. Sin más familia, no le queda otra que acudir a la casa de su padre y arreglar todos los papeles necesarios para el sepelio mientras, ya durante el trayecto en tren, empiezan a despertarse recuerdos tiempo atrás olvidados. Uno de ellos, la llave que su padre se colgaba al cuello de un lazo para mantener lejos del sótano a su hijo: "rarezas", "manías", se dice el hijo que lo achaca a la edad avanzada y el hecho de vivir en soledad. Pero somos humanos y, una vez recogidos los efectos de su padre, no puede evitar bajar al sótano para tomar una de esas botellas que su padre guardaba allí y que no quería que su hijo gastara. Y en ese momento empieza una espiral de pesadilla en la que nuestro narrador descubre un secreto aterrador que lo arrastrará entre la indecisión y el estupor, a una semana que se nubla en sus recuerdos tal vez por el alcohol o los ansiolíticos consumidos.
     Postel continúa de este modo con la línea comenzada en su primera novela, y nos deja a un personaje que parece sentir un profundo desapego por el mundo, como si le faltara sangre. Un personaje en el que vemos reflejados muchos de los males de la sociedad actual, casi todos provocados por ese dejarse llevar sin esfuerzo; o simplemente por no esforzarnos. Y lo hace sin desprenderse de un cierto tono irónico que sacará la sonrisa del lector en más de una ocasión.
     No sé si Postel leyó o no a Camus, ni si su extranjero fue tan importante para él como parece desprenderse de su obra. Pero no cabe duda que hay una sombra en este historia marcada por la cobardía. Una novela corta en la que será el lector quien pase por todos los sentimientos que debería sufrir el protagonista sin poder evitarlo. Dejará de importarnos el por qué para convertirnos en observadores privilegiados de esta oscura historia sin darnos apenas cuenta de que tiene momentos de brillante comedia negra.
     Hay libros que nos demuestran que aún queda mucho por contar, mucho por escribir y que no todo está inventado. O tal vez sí, pero quedan maneras diferentes de contarlo. Alexandre Postel es una prueba de ello.
     Mira que me cuesta sonreír con un libro, no digamos ya reír. Por eso mi pregunta de hoy es bastante simple, ¿os reís leyendo?
     Gracias.

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