Revista Viajes

La ascensión al Volcán Nyiragongo

Por Drlivingstone
La ascensión al Volcán Nyiragongo

La república democrática del Congo es un país que ha sufrido varios años de conflicto bélico, pero parece ser que afortunadamente, las aguas poco a poco van llegando a su cauce, y el gobierno local ha decidido apostar por el turismo como forma de normalización de la región. Esta región de los grandes lagos esconde un increíble potencial turístico y afortunadamente el gobierno ha decidido invertir en ello. Así como Uganda y Ruanda consiguen atrapar a cada vez más turistas (y de alto poder adquisitivo) la RD del Congo quiere seguir sus pasos y ha decidido abrir sus maravillas naturales al mundo. Mundialmente famoso es el parque nacional de Virunga, con los pocos ejemplares de gorila que quedan en el mundo, pero entre otros rincones menos conocidos se encuentra el del volcán Nyiragongo, el más activo de África, ya que en los últimos 150 años ha hecho erupción más de 50 veces.

La ascensión del Nyiragongo es sin duda exigente, pero la recompensa que te aguarda en la cima sin duda merece el esfuerzo. Se comienza la caminata a casi 2000 metros sobre el nivel de mar y la cumbre se encuentra a 3.470 metros. Es una caminata de unas 5 horas por un camino en prácticamente línea recta (para que hacer zig zags, si todo el mundo sabe que la distancia más corta entre dos puntos en la línea recta, ¿no?) Pues así lo decidieron los que crearon el camino de subida, y así sigue.

La ascensión comienza desde una cabaña donde se alojan los rangers, cercana a la aldea de Kibati, y que te recibe con un tiroteado cartel de bienvenida al parque Nacional, que más parece un anuncio de queso gruyere que de un reclamo turístico.

Los rangers que te acompañan en todo momento, entienden que los guiris que nos acercamos por estos andurriales no estamos habituados a caminar en los 3.000 metros de altura, así que han establecido 4 paradas a lo largo de la ascensión, de manera que cada 45 minutos - 1 hora tienes unos minutos para reponer las fuerzas. Además, en cada parada el paisaje va cambiando, con lo que hace la ascensión muy amena. Conviene hidratarse bien, y es que la falta de líquido puede hacer que aparezca el mal de altura, provocando dolores de cabeza.

El camino es agradable, comenzando por un espeso bosque que poco a poco va desapareciendo, en parte por la altura en parte por las coladas de lava de la última erupción hace 12 años y que, además de arrasar con las laderas del volcán, siguió su curso de destrucción hasta la vecina ciudad de Goma, acabando con la vida de 170 personas. Posteriormente penetramos en un bosque de cipreses y lobelias (esa planta tan característica de las montañas del este africano) antes de emprender el último repecho hasta el borde del cráter. Este tramo es el más duro. La vegetación prácticamente ha desaparecido y se hace difícil caminar por las piedras volcánicas. La silueta de unas cabañas emplazadas en la cima te hace sentir que la meta está cerca, pero las ráfagas con olor a azufre hacen que te marees y pares para recuperar el resuello. Aprovechas para subirte la cremallera de la chaqueta, y es que el aire es fresco. Tomas aire y reanudas la marcha, con la mirada fija en el suelo. Un paso tras otro, con la determinación de que la meta está cerca.

Finalmente llegas a la zona de las chozas, y todavía sin recuperar del todo el resuello, echas la vista atrás. 1500 metros más abajo se ven las verdes praderas Congoleñas y frente a nosotros se vislumbra el monte Mikeno, en cuyas boscosas laderas contemplamos ayer los gorilas. Te cambias de ropa, ya que conviene tener algo seco para sobrellevar mejor el frío de la cima (por la noche la temperatura roza los cero grados) y una vez que estás listo, te acercas al borde del cráter para recibir tu justo premio a tan dura ascensión. El espectáculo que se abre ante ti es de otro mundo. El cráter del volcán Nyiragongo, tiene 2 kilómetros de diámetro, y tras una caída vertical de unos 400 metros, se abre otro cráter en cuyo corazón se encuentra la mayor entrada al averno de la tierra: el mayor lago de lava del mundo; una piscina de lava ardiendo y lenguas de fuego de 400 metros de diámetro. Los vapores que emana son de tal magnitud que a veces nublan la visión de sus ardientes entrañas, pero en cuanto se disipan nos permiten disfrutar de la irreal visión de un caleidoscopio de lava y fuego.

Conviene no acercarse demasiado al borde del cráter, especialmente si te imponen las alturas, y es que la protección es nula, y una cruz en memoria de un turista japonés así lo atestigua.

Hacemos noche en la cima del volcán, en una de las 12 básicas chozas que han construido para albergar las visitas. Dos paredes con forma de tienda de campaña canadiense y unos mugrientos colchones. Perfecto para pasar la noche. En este rincón del mundo, no se necesita nada más. Extendemos nuestros sacos de dormir y nos preparamos la cena. No hay servicio de cafetería, por lo que necesitas llevarte toda la comida y bebida hasta la cima, aunque por unos 20$ siempre podrás contratar un porteador para que te ayude. La cena es fría, pero el cielo estrellado sobre nuestras cabezas nos reconforta. Cuando el viento deja de soplar por unos instantes consigues escuchar el rugido del volcán, un rumor sordo que te hace recordar que estás a merced de su majestad el señor de Nyiragongo. Compartimos nuestra cena con nuestros rangers, ya que ellos solo tienen unas paupérrimas galletas como avituallamiento. Al preguntarles la causa de por qué no les proveen de cena, nos contestan que ellos ganan 3 dólares al día, y que les dan de comida unas galletas y unas mazorcas de maíz, y que su salario no lo usan para comer, (en África lo habitual es comer una sola vez al día) sino para su familia. Nos parece obsceno el pagar tanto dinero y que los rangers reciban tan poco que no les llegue para comprarse comida, pero como irónicamente siempre te repiten T.I.A (This is Africa - Esto es África)

Por la noche nos acercamos varias veces a la cima del cráter. Te quedas sentado horas y horas hipnotizado ante la magia del fuego. Una piscina roja y naranja, con una especie de rayos eléctricos que la atraviesan en continuo movimiento y te hacen ver que el volcán está vivo. De vez en cuando alguna nube cubre el cráter, pero vislumbras un rabioso resplandor entre la vaporosa atmósfera antes de que se vuelva a despejar y el Nyiragongo te enseñe de nuevo sus entrañas.

El descenso es más llevadero que la subida. Tan solo tener cuidado de no resbalarte en las piedras sueltas que han depositado cientos de erupciones y antes de sumergirte en la densa selva, echar una mirada atrás para despedirte del Nyiragongo, uno de los espectáculos más bellos que nos ofrece este planeta.

Puedes visitar el volcán Nyiragongo junto con los gorilas de Virunga en nuestro viaje a Congo que organizamos junto a unas ONGs que trabajan en la zona. ¿te animas?

Puedes seguir mis viajes en Twitter: @alvaroblanchi


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