Revista En Femenino

La ausencia

Publicado el 19 agosto 2014 por Hogaradas @hogaradas

Por Hogaradas
Cuando nos íbamos de vacaciones, Boni se quedaba con mi primo. No podía estar en mejores manos, él era con quien había vivido siempre.
Al poco de estar con nosotros él pudo comprobar, no sin ciertos celos, cómo la pequeńa Boni iba mostrando su afecto por su nuevo compańero de viaje, mi marido; sentada a su lado, en el sofá, se afanaba en apoyar sus patas delanteras en su hombro para no dejar de mostrarle todo su afecto con besos que no parecían tener fin. Carlos, por su parte, adoraba a Boni, y pude disfrutar de algunos de sus gestos más tiernos dedicados única y exclusivamente a ella.
Las primeras vacaciones tardaron en llegar, así que en ese momento la pequeńa Boni no vio con buenos ojos cambiar su hogar habitual, lo cual dejó bien claro al privar a mi primo de cualquier gesto de afecto durante los dos ó tres primeros días. Así era ella, sin grises, o todo, o nada.
Al principio, cuando él llegaba a casa de visita y la cogía entre sus brazos, ella nos miraba como pidiéndonos disculpas, consciente de que debería compartir su carińo y lealtad entre quien la había cuidado siempre y quienes, por circunstancias de la vida, lo estábamos haciendo en la actualidad.
Recuerdo su última visita. En ella, la pequeńa Boni ya no pedía disculpas, sencillamente nos miraba con temor, el que seguramente le producía pensar que igual debería tener que abandonar nuestra casa. Habían pasado ya cuatro ańos, y era evidente que la familia, ya estaba más que formada, y el resto, eran, aunque también afectos, meras visitas.
Siempre que podíamos nos acompańaba, y sus primeros temores al coche se convirtieron en toda una aventura que esperaba impaciente, corriendo hacia él como alma que lleva el diablo e instalándose cómodamente en el mismo para iniciar ese viaje, feliz.
Cuando estábamos fuera llamaba para saber qué tal se encontraba, escuchar uno de sus ladridos, saber que todo estaba bien, en orden, y que a la vuelta nos estaría esperando, como siempre, para agarrarse fuertemente a mi brazo durante el trayecto a casa, y luego instalarse en su cuna para quedarse profundamente dormida, relajada, tranquila por estar de vuelta en casa.
Estas han sido mis primeras vacaciones sin Boni, sin irme sintiendo la enorme pena de tener que separarme de ella durante unos días, pero sobre todo, sin la gran alegría de saber que a mi vuelta, ella, como siempre, me estaría esperando.
Tenía ganas de volver, como siempre, ya había sido suficiente, pero sabía que habría un día triste, como el de hoy, por su ausencia.
Nada más llegar le dije a Carlos que solamente me había faltado una cosa para hacer que mi vuelta hubiera sido completamente feliz. Él me dijo, ya lo sé, un perrín. No, le dije, un perrín, no, la pequeńa Boni.


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