Revista Cine

La Autobiografía de Nicolae Ceaucescu, Rumanía 2010

Publicado el 29 junio 2011 por Cineinvisible @cineinvisib

El documental de Andrei Ujica y sus tres horas de duración, que reúnen un conjunto de imágenes, públicas y privadas, del dictador, sin ningún tipo de comentario que acompañe la proyección, puede que constituya uno de los más sorprendentes e interesantes ejemplos de cine invisible en su género. Documental hasta cierto punto, porque el trabajo de montaje está tan meditado y resulta tan clarificador, que el film podría compararse a la película El show de Truman (1998) de Peter Weir, sólo que en este caso no se trata de un personaje de ficción.

La Autobiografía de Nicolae Ceaucescu, Rumanía 2010
La autobiografía de Nicolae Ceaucescu finaliza la trilogía que el director ha dedicado a la agonía del comunismo en los países de Europa del Este, tras Videogramas de una revolución (1992) sobre la caída del dictador rumano en 1989, y Fuera del presente (1995) o la aventura del cosmonauta soviético Sergueï Krikaliov, que pasó diez meses de su vida en la estación MIR mientras que se desplomaba su país.

La Autobiografía de Nicolae Ceaucescu, Rumanía 2010
Desconozco el origen de la manía que tienen todos los dictadores de filmarse a lo largo del día y su apego desmedido a la imagen. Supongo que imaginan que cuando desaparezcan, lo que realmente desea la gente es olvidarlos lo antes posible, y quizás sea su manera de vengarse por anticipado, legándonos todas esas horas de futura tortura.

La Autobiografía de Nicolae Ceaucescu, Rumanía 2010
El caso del Nicolae Ceaucescu todavía es peor porque se calcula que durante su larguísimo “reinado”, desde 1965 a 1989, se rodaron entre dos y tres horas diarias de sus viajes, inauguraciones, discursos… Su exposición mediática acabó en 1989 con un juicio sumario de sólo 55 minutos.

La Autobiografía de Nicolae Ceaucescu, Rumanía 2010
Las imágenes nunca son inocentes. Según va avanzando el documental se ve que los aplausos de las masas son menos entusiastas, las filas de espectadores menos pobladas y la mirada del protagonista, en un principio, directa y orgullosa, también acaba por cambiar. Y, por  otro lado, ciertas escenas contienen algún momento tan surrealista que parece sacado de un relato de ficción, como el pasaje dedicado a una batida de caza. Para atraer a los presas se ha colgado el cadáver de un caballo, y un oso, que ha detectado la carne, se acerca para devorarlo. Luego Nicolae Ceaucescu aparece con su fusil frente a la pieza, el citado oso, que se supone acaba de cazar. Cuando relacionamos la simbología socio-política de estos animales, la libertad, la fuerza o la valentía, las imágenes se asemejan a una extraña premonición de lo que ocurriría años después.


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