Revista Viajes

La aventura la hace el ciclista, no la bicicleta

Por Rafael @merkabici
La aventura la hace el ciclista, no la bicicleta

Mientras que la industria del ciclismo ha centrado su fijación en las bicicletas para carretera. Es momento de detenernos para considerar que es el ciclista, y no la máquina, quién define una aventura.

En particular, esto se encuentra claramente ejemplificado a través del libro Discovering the US on a Bicycle de Edward Abair. Un título autobiográfico que narra el audaz y humilde viaje de un hombre que ha decidido cruzar el norte de los Estados Unidos (desde California a Florida, y luego hasta Nueva York).

Según lo plasmado en el libro, Abair es un aventurero que decide tomar una máquina con 10 velocidades en el año de 1972, esto después de regresar de la guerra de Vietnam en dónde se desempeñó como médico, poniendo a merced de las circunstancias y la carretera el alojamiento y un lugar en dónde dormir.

La aventura la hace el ciclista, no la bicicleta
Al final, el texto da para poder identificarse con Abair y sus vicisitudes en la bicicleta, mientras que se puede disfrutar de las perspectivas cambiantes de un país, a través de largos meses de aventuras, en tanto que se encuentra discurriendo con sus pensamientos en solitario.

Todas las bicicletas son bicicletas de aventuras

Así, Abair (tan sólo con un saco para dormir y una lona acuestas) toma algún espacio en los parques para dormir, o bien aparcar en algunos instantes en frente de extraños en jardines. De igual modo, el viaje sólo te da para detenerte por detrás de alguna escuela o bien terminar en una celda de alguna cárcel.

La aventura la hace el ciclista, no la bicicleta
Pero, con todo lo anterior, hacia a dónde queremos ir. Pues bien, con el impacto de las bicicletas para carretera de aventuras, estas plataformas parecen convertirse en una tendencia. Unas máquinas que según pretensiones han sido diseñada para aprovechar los circuitos de caminos irregulares; plataforma que, incluso, cuentan con espacio para alojar neumáticos más anchos, junto a un extremo delantero más relajado y soportes bajos para transportación, en comparación con las regulares bicicletas para carretera.

Aunque si no abocamos al caso de Abair, el conjunto mecánico era mucho más básico. Tal vez, el único pensamiento que pudo haber causado algún inconveniente, es la horquilla de acero que después de una gran cantidad abuso, todavía se mantenía en funcionamiento. Mientras que sus únicas actualizaciones, tal y como se presentaron las circunstancias, fue una luz generadora para conducir durante la noche, junto a un estante para transportar el saco para dormir, ropa, alimentos y algunos otros suministros.

La aventura la hace el ciclista, no la bicicleta
Y si bien es cierto que la bicicleta era el mecanismo de Abair para tener una grandiosa aventura durante todo el verano, en realidad no había nada en absoluto especial u optimizado sobre el cuadro de apenas 10 velocidades.

Agradezcamos las aventuras que hemos tenido

Al final, tal vez, lo más agradable del relato de Abair eran sus puntos de vista intencionalmente vulnerables. Ya que mientras, lo que le rodeaba permanecía en la seguridad de sus vehículos, barrios, hábitos y círculos sociales; Abair lograba cruzar lentamente Norteamérica, protegido únicamente por su ingenio y la gracia de los otros.

Puede ser que, por su reciente periodo de servicio en Vietnam, Abair tuvo el deseo de tomar una bicicleta para cruzar su país y apreciar el entorno. La lectura del libro, en forma aislada, puede hacer que nos identifiquemos con alguna situación y lo que podríamos llegar a ser. Al final, la lectura, con sus impresiones y errores topográficos, es un formato sencillo que va ligando ideas del día a día (a modo de itinerario).

Cuando concluye, se siente agradecido por toda la aventura y todos aquellos que lo ayudaron. En tanto, se recuerda el disfrutar de la bondad del pueblo norteamericano, de aquellos que se tomaron el tiempo. Y de en verdad haber disfrutado de América. Todos sentimientos que se podrían aplicar con gran facilidad a cualquier apasionado cicloturista, en cualquier rincón de mundo.

En resumen, no es intentar disuadir para visitar y montar a través de los Estados Unidos, o cualquier otro país alrededor del mundo. Pero lo que, si se espera, en el presente, es el ser agradecido hasta por la más pequeña aventura que se haya tenido, tal y como Abair lo estaba con la suya. En tanto, que las estrategias de mercado pueden quedar de lado y saber que la bicicleta no hace la aventura, sino el ciclista.

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Imágenes de pixabay.com


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