Revista Ciencia

La balsa de Medusa, tragedia acuática

Publicado el 19 noviembre 2014 por Daniel Prieto González @100cerosblog

En el verano de 1816, frente a las costas de Mauritania, ocurría uno de los mayores desastres marítimos, el naufragio de la Medusa. Una flota formada por tres barcos (Argus, Medusa y Écho) zarpó de Francia con destino a Saint-Louis en Senegal, cuyo objetivo era abastecer a la colonia con tropas, armas y colonos, muchos de ellos no llegarán.

La balsa de Medusa, tragedia acuática.

La balsa de Medusa, de Théodore Géricault.

Primero vamos a situarnos históricamente. En aquel momento Francia se encontraba en un momento muy convulso; las Guerras Napoleónicas habían finalizado y la dinastía Borbónica volvía al trono francés. Como el Imperio de Napoleón había llegado a su fin (Napoleón se encontraba en la isla de Santa Elena), los ingleses habían firmado la paz con Francia y como muestra de amistad, Reino Unido regaló la colonia senegalesa al Reino de Francia. Para poblar estos lugares con habitantes franceses, la metrópoli envió numerosas flotas con colonos.
La flota estaba comandada por el almirante Hugues Duroy de Chaumayers, un incompetente que no había navegado en 20 años. Duroy consiguió dirigir esta misión debido a favores políticos, ya que era un noble fiel a la monarquía. Desoyendo los consejos de almirantes y capitanes más experimentados en la mar, Hugues continuó con la misión.
Los barcos emprendieron la aventura, y una vez adentrados en el océano Atlántico; Medusa, el más rápido de los barcos, adelantó a sus compañeros y siguió sola, la peor decisión posible. Duroy, aconsejado por un pasajero que aseguraba conocer la zona llamado Richefort, desvió (sin querer) unos 100 kilómetros de la ruta original.
Tras unos días navegando, el 2 de julio de 1816, Medusa encalló en un banco de arena, y ahí comenzó la pesadilla. Los pasajeros tuvieron la idea de fabricar una balsa gigante para cargar allí las mercancías y aligerar la nave. A pesar de pesar menos, Medusa no pudo ser liberada de la arena.
Durante los dos días siguientes, los pasajeros y la tripulación se entregaron al alcohol; pero el 4 de julio, tuvieron la idea de echar los botes salvavidas al mar, y que estos tiraran de la balsa. Los pasajeros eran un total de 400 personas, y los botes salvavidas sólo podían llevar 250 personas. La balsa, de 20 metros de longitud, llevó un total de 142 personas. Todas las embarcaciones emprendieron el rumbo para recorrer los 60 kilómetros que separaban el barco de la costa, pero los amarres se soltaron, y la balsa se adentró en el mar. No se sabe si los amarres se soltaron o fueron soltados, pero una cosa es segura, Chaymayers decidió continuar y los abandonó a su suerte.
Mientras, en la fragata quedaron 17 hombres, que tenían la esperanza de ser rescatados prontos. Los pasajeros de los botes salvavidas tuvieron algo más de suerte, uno de ellos alcanzó la costa rápidamente, pero tuvieron que adentrarse en el desierto hasta ser rescatados por una carabana. Por otro lado, las otras dos balsas consiguieron llegar al puerto de Saint-Louis, donde se reunieron con el resto de los barcos. Una vez allí, el capitán Duroy mandó a la fragata Argus ha rescatar a los demás.
Los tripulantes de la balsa de Medusa vivieron unos de las experiencias más horribles posibles. Pasaron 13 días de hambruna, y esta provocó asesinatos de los más débiles y posteriormente canibalismo. Luego, la fragata Argus encontró la balsa, y descubrió que sólo quedaban 15 personas, y llegaron a tierra 10, ya que cinco de ellas murieron de camino a Saint-Louis. Durante este tiempo de pesadilla, los pasajeros sufrieron las peores muertes, ahogamiento, deshidratación, infecciones, asesinatos... Estos no fueron los únicos que sufrieron. Los tripulantes que se habían quedado en el barco no fueron rescatados hasta dos meses después, y de los diecisiete que se habían quedado, sólo sobrevivieron 3.
Este trágico hecho saltó enseguida a la prensa, ayudada por el libro que publicaron dos de los supervivientes de la balsa, el cirujano Savigny y el ingeniero Corréad. En marzo del año siguiente, el capitán Duroy fue juzgado y condenado a tres años de prisión; evitó la muerte gracias a su estado social. La balsa pasó a ser la vergüenza de la monarquía, y ayudaría al pueblo francés a levantarse por segunda vez contra la dinastía de los Borbones.


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