Revista Cultura y Ocio

La basílica, el origen de un credo

Por Por El Amor Del Art-e Francisco Lirola @porelamordelart
Si todo tiene un origen, la religión no iba a ser menos. Las creencias nos han rodeado desde que el ser humano existe, han formado una serie de valores y aspectos que han acabado por crear una religión o un credo, ya sea basándose en acontecimientos, escritos u otras fuentes.
Como ya hemos hablado antes, el cristianismo tiene su origen en Roma, durante el imperio romano, en el cuál tenía su más nutrido grupo de fieles. Ya desde el siglo I, las historias de un muchacho benevolente, solidario y diferente al resto, llegaban desde Oriente, marcando la vida de muchos, creando un sentimiento unido en los corazones de aquellos que se abrazaban a la fe ante una vida de injusticias y penurias. Su nombre, Jesús, o Cristo, como más se le conocía en Roma. Apóstoles y fieles inundaban las catacumbas de la vieja Roma, rezando por el y por su protección.
El cambio se acercaba, y esperando en las sombras, los cristianos buscaban su momento, el momento de gritar al cielo su fe en Dios. Ese momento se produjo en el año 313, cuando Constantino promulgó el famoso Edicto de Milán, y se legalizó el cristianismo, lo que acabó siendo con el tiempo la religión oficial del imperio. Gracias a esto y a ser un gran impulsor del cristianismo, Constantino llegó a ser llamado como el "decimotercer apóstol", allá por Oriente.

La basílica, el origen de un credo

Modelo de basílica romana


Y el edificio que se cedió para el culto a los cristianos fueron las basílicas, el mismo edificio que en tiempos romanos erra destinado a los procesos judiciales, negocios y cambios de moneda. La elección de este edificio se dio en gran parte al gran espacio que ofrecía en su interior, pudiendo así dar más cabida a fieles.

La basílica, el origen de un credo

Planta de la antigua basílica de San Pedro


Cómo vemos en la imagen, tenemos la planta de una basílica cristiana (ya adaptada) en la cuál apreciamos las distintas partes, que además explicaremos a continuación:
  • Parte pública: Esta es la entrada a la basílica, en la cuál se accede a través de un atrio o patio porticado, es decir, rodeado por columnas. La entrada de este, a su vez, es un pórtico, y normalmente podíamos encontrar una fuente dentro del atrio. Esta misma fuente solía estar cubierta por un baldaquino. Si nos adelantamos, llegaremos a una nave transversal, un pasillo a lo ancho, que se llama Nártex, o vestíbulo. Esta es la última zona donde pueden acceder los catecúmenos (no bautizados), a la que acudían para escuchar.
  • Parte semipública: Semipública porque sólo podían acceder los cristianos bautizados. Ya dentro de la basílica, nos encontramos con un cuerpo longitudinal de tres o cinco naves (como en la imagen), siendo la nave central más grande. Las naves son separadas por arcadas de columnas, o intercolumnios. Un gran arco del triunfo (septum) solía dar paso al presbiterio, la parte privada.
  • Parte privada: Reservada al clero, nadie más podía acceder a ella. Suele estar separada por una pérgola o una fila de columnas. Dentro de ésta, está el presbiterio, y cerrando la nave central, el ábside, un espacio semicircular cubierto por una semicúpula. En el centro encontramos el altar, en forma de mesa, simbolizando el banquete eucarístico. Desde este lugar, el obispo era el encargado del ritual, que contaba además con un trono, simulando al del emperador. A los lados se encuentran los asientos para el clero mayor y menor, el coro. Importante señalar que en el caso de que el templo custodiara las reliquias de un santo, se construía una cámara bajo el presbiterio llamada cripta.
Como podemos observar, la nave central se cruza con el transepto, formando una cruz latina, un símbolo del cristianismo que es reflejado en todas las basílicas. Además la techumbre era de madera y plana, mejorando así la audición del ritual. El tejado se hacía a dos aguas, y en vertiente sencilla en las las naves laterales. Se abrían grandes ventanas en la nave central y más pequeñas en las laterales y el ábside, proporcionando así gran iluminación en el interior, dando mayor protagonismo a la nave central.

La basílica, el origen de un credo

Basílica de Santa Sabina

Como ejemplo de basílica, además de la de Santa Sabina, también tenemos la de la antigua Basílica de San Pedro, ya vista antes:

La basílica, el origen de un credo

En este antiguo dibujo, podemos aprecias las cinco naves que podemos
ver en la planta (imagen de arriba)

O también la basílica de Santa María la Mayor:
La basílica, el origen de un credo

Espero que este artículo os haya ayudado. Siempre es interesante saber un poco más sobre arte, ¿no?
Un saludo.
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