Revista Cultura y Ocio

La batalla de Roncesvalles.

Por Detectivesdelahistoria

En las crónicas medievales hay un lugar marcado para las grandes batallas, como la de Covadonga. Es allí donde se forjan las leyendas de los héroes luchando contra el enemigo, normalmente en inferioridad numérica. También suele común que sean en estos momentos cuando la realidad deje paso al mito. De ahí que se relacione algunas batallas con objetos mágicos, como es el Grial, o con apariciones sobrenaturales, como ocurre con la Virgen en la batalla de Covadonga.

Otro rasgo de las crónicas que relatan las grandes gestas de los héroes medievales es que las cifras están lejos de ser creíbles. Cada bando relata la historia desde su propia perspectiva, dejando de lado la objetividad. No hay que olvidar que la historia la escriben los vencedores. Este tipo de narraciones estaban cargadas de un fuerte contenido ideológico.

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También conviene tener en cuenta que los poemas que narran la vida de los caballeros no buscaban lograr un rigor histórico, sino culminar una obra poética. La estética queda por encima de los hechos. La idealización del héroe y de sus aventuras es lo que juega el rol principal.

Para ello el caballero debe tener un enemigo al que enfrentarse, ya sea un ogro como Gretel o un ejército de una nación enemiga y proveniente de otra cultural y otra religión. El Cid, Don Pelayo, el rey Arturo, Beowulf o Roldan, todos luchan contra un enemigo que simboliza el mal, la adversidad que tiene superar el hombre para convertirse en héroe.

  1. La batalla de Roncesvalles.

En España y la zona sur de Europa este enemigo eran los musulmanes, que habían entrado en la península en el año 711. Con la derrota del rey Rodrigo en la batalla de Guadalete, en la que participó también Don Pelayo, la península Ibérica se había convertido en el escenario de estas luchas entre dos culturas, dos religiones. El ansia de expansión, que ha llevado a muchos pueblos a internarse en otros territorios, llevó también a los musulmanes a seguir hacia Francia.

Sin embargo, allí toparon con la resistencia de los pueblos francos. Es en este ambiento donde nace la Canción de Roldan, que narra de forma poética la batalla de Roncesvalles. La fecha más posible de esta contienda es el 15 de agosto de 778 en Valcarlos, en el Pirineo Navarro.

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Abd al- Rahman I era el príncipe de la dinastía de los Omeyas que consiguió escapar de la matanza de su familia en Palestina en el año 750. En 756 se proclamó emir independiente de Al- Andalus, pero los gobernadores de las provincias fronterizas no vieron con buenos ojos esto y se opusieron a su mandato. En 774 un ejército bajo el mando del general Thalaba intentó acabar con esta oposición, pero fue derrotado y hecho prisionero cerca de Zaragoza.

Unos años después algunos de los gobernadores opositores a Abd al- Rahman I intentaron firmar una alianza con el rey franco Carlomagno. Como muestra de sus intenciones le entregaron a Thalaba como rehén. Este gesto convenció al rey franco que partió en 778 con su ejército desde Chasseneuil hacia Zaragoza. Estaba previsto que la ciudad se rindiera a los franceses, pero su gobernador, Hussayn- Al- Ansarí, había cambiado de bando, uniéndose a Abd al- Rahman I.

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Al ver las puertas de Zaragoza cerradas Carlomagno pensó que Al- Arabí, gobernador de Gerona y Barcelona y uno de los opositores a Al- Rahman, le había traicionado y lo arrestó. Después decidió regresar a Francia por temor de un asedio excesivamente largo. No obstante, antes de llegar a Pamplona los hijos de Al- Arabí lograron rescatar a su padre. Carlomagno viendo esto atacó las murallas de Pamplona para evitar nuevos enfrentamientos.

Los francos siguieron después hacia Roncesvalles por el puerto de Ibañete el 15 de agosto de 778. Entonces la retaguardia del ejército sufrió la arremetida de los vascones, que aprovecharon las zonas altas para lanzarse contra los francos. En esta emboscada murieron muchos de los mejores caballeros del rey Carlomagno entre los que se cuenta Roldan, prefecto de la marca de Bretaña. Los vascos se desvanecieron después la contienda.

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  1. De la historia a la leyenda.

Las gestas se escriben a partir de las leyendas que se generan en torno a un personaje, un objeto o una batalla. Son idealizaciones basadas en acontecimientos reales. Las gestas pasan estas idealizaciones a la escritura poética inmortalizando al héroe.

En el caso de la Chanson de Roland el manuscrito más antiguo está en la Universidad de Oxford y consta de 4.002 versos. Se le data entre los años 1130 y 1150. El poema tiene rasgos anglonormados, es decir, está escrito en el francés que se hablaba en Inglaterra después de la conquista de los normandos. Por su importancia se le ha comparado con el Cantar del mío Cid y la leyenda de Beowulf.

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La gesta narra cómo el rey Carlomagno había conquistado España en siete años, a excepción de la ciudad de Zaragoza, gobernada por el rey moro Marsil. En realidad el rey franco sólo estuvo en la península tres meses y no llegó a conquistarla. Pero la exageración de los hechos forma parte de las gestas, como puede verse en la Historia de los reyes de Britania, donde se cuenta que Arturo dominó casi toda Europa y puso en jaque al Imperio Romano.

Una embajada musulmana ofreció al rey Carlomagno tesoros y riquezas si accedía a abandonar España y cesar en el asedio. El rey aconsejado por su sobrino, Roldan, escogió a Ganelón, como emisario. Este personaje es totalmente ficticio, no se tiene ningún dato histórico de él, pero en la leyenda juega el rol de traidor. Ganelón, padrastro de Roldan, se enfureció por esta decisión y planeó vengarse del héroe. Para ello convenció a Marsil de que la paz con Carlomagno era imposible si no mataba a Roldan antes.

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Marsil y Ganelón mandaron ricos regalos al rey y la promesa del bautizo del musulmán antes de un año. Carlomagno confió en su emisario y marchó hacia Francia. A sugerencia de Ganelón dejó a Roldan en la retaguardia de su ejército con 20.000 caballeros a su mando y 12 pares de Francia. Estos eran los caballeros más valerosos del reino franco, entre los que estaba el conde Oliveros y el arzobisto Turpín.

Mientras tanto Marsil había reunido a 400.000 hombres y esperaba en Roncesvalles para atacar a los franceses. Los musulmanes cayeron sobre los valerosos caballeros. Olivares pidió a Roldan que hicieron sonar el olifante, un instrumento de viento tallado sobre marfil, para avisar de Carlomagno de la emboscada. Pero Roldan lo consideró una cobardía y se negó en un principio a pedir ayuda. No obstante, la dureza de la batalla hizo que el héroe se decidera a soplar el cuerno.

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El aviso llegó a Carlomagno que se volvió rápidamente. Sin embargo, cuando llegó al campo pudo ver el desastre, junto a miles de musulmanes yacían muertos sus pares y el propio Roldan. A lo lejos divisó también a los enemigos huyendo hacia Zaragoza. Entonces pidió a Dios que detuviera el sol para poder darles caza. El elemento mágico, que en la leyenda de Covadonga lo jugaba la aparición de la Virgen, se vincula en esta gesta al propio Dios. Aunque la relación con el sol lo vinculara con una divinidad solar, propia de casi todos los pueblos.

Gracias a la intervención divina los francos dieron caza a los musulmanes, que perecieron junto al río Ebro. Sólo Marsil pudo huir hasta Zaragoza, donde los refuerzos, que había solicitado siete años antes, por fin habían llegado capitaneados por Baligán, emir de Babilonia. Reuniendo un nuevo ejército los musulmanes se lanzaron contra Carlomagno y sus hombres. Pero fueron de nuevo derrotados. El rey franco acabó con la vida del emir Baligán en un combate singular y animado por la visión del ángel Gabriel.

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Por fin España se vio libre de los musulmanes, Carlomagno regresó a Francia. En Burdeos se depositó el olifante de la batalla y los cuerpos de Roldan, Oliveros y Turpín. Ganelón fue juzgado y condenado a muerte por descuartizamiento. El relato termina con el encargo por parte del ángel Gabriel a Carlomagno de ir a socorrer al rey Vivién en Imphe, en el mar Báltico.

La gesta, aunque contiene datos y personajes históricos, se mueve por el territorio de la leyenda. De ahí las exageraciones y los personajes ficticios. La enemistad entre Roldan y Ganelón o el parentesco entre el héroe y el rey franco son elementos que dan a la historia un aire legendario. Convirtiendo al caballero en todo un héroe.

Bilbiogafía:

Anónimo, (1985), Cantar de Roldan, Barcelona, ed. Carroggio.

González Ruiz, David, (2010), Breve historia de las leyendas medievales, Madrid, ed. Nowtilus.


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