Revista Libros

La bestia (para Vinalia Trippers, "Trippers from the crypt"

Publicado el 03 agosto 2011 por Esteban
Queridos drugos,
como diría Vic, el padre padrone de la criatura,
Vinalia Trippers anda otra vez a la carga.
El fanzine mítico que regresará el año pasado desde las profundidades del abismo acaba de sacar su nuevo número, Trippers from the crypt, un homenaje a los clásicos del terror. Con calidad de hoy y aspecto de fanzine del pasado ofrece 33 alucinantes relatos (más 14 poemas del Master of horror) ilustrados por 33 excelentes dibujantes.
80 creadores en total para un número que merece la pena tener, os lo aseguro.
Os dejo mi colaboración:
(ilustración ad oc de Gsús Bonilla)
LA BESTIA
Notó como se le erizaba el pelo y procuró hacer coincidir el clímax con el momento final. Fue entonces, cuando presionaba con los pulgares dentro de la garganta, cada vez más hundidos en ella, cuando sintió los espasmos de aquella sangre joven en las yemas de los dedos, que respondían como ventosas ávidas de fluido. Un instante después la relajación de los músculos de la muchacha le hizo volver a la realidad. Se levantó jadeante, asqueado de sus manos engarfiadas, mirándolas como si no fuesen parte de sí mismo, y con ellas intentó arrancarse la piel de la cara. Gimió y gritó como un animal herido que pidiese explicaciones al cielo. Se golpeó contra las paredes de la habitación sin dejar de girar cómo un loco, hasta que cayó al suelo y se derrumbó junto al cuerpo flácido de ella.
Pasaron unos segundos de silencio, de total silencio, unos segundos.
Levantó la cabeza, apenas unos centímetros del suelo, y miró el cuerpo rendido y desnudo. Volvió a jadear. Cogió aquel pequeño bolso de puta y sacó un monedero desgastado de piel artificial. Se llamaba Irene, 22 años, polaca. Dentro del monedero había una alianza, sin nombre ni fecha grabados, y una foto de una niña que sonreía. Volvió a gritar intentando que la bestia saliese de su cuerpo por entre sus fauces desencajadas, bramó para dejar de oír sus propios pensamientos, pero estos no cesaban en su tormento. Por un instante vio el reflejo de su rostro en el plástico de la cartera, distorsionado, alargado, con ojos derretidos y labios hinchados.
Se incorporó pesadamente y orinó sobre ella.
Luego desapareció.
© Esteban Gutiérrez Gómez (Bacø), 2011

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