Revista Ópera

"La bohème" por Chailly en el Palau de les Arts

Publicado el 03 diciembre 2012 por Maac @Elblogdemaac

Chi nel ber trovò il piacer nel suo bicchier, ah! d'una bocca nell'ardor, trovò l'amor! Esto es La bohème hasta que los personajes topan con la cruda realidad, la juventud no es eterna y desgraciados acontecimientos pueden abocarte hacia una madurez, que quizás sea prematura. Un drama sentimental con historias de amores imposibles muy del gusto de la buguesía de finales del diecinueve manejado astutamente por Puccini y sus libretistas. Chailly (que llevaba cuatro años sin dirigir una ópera y la próxima que tiene prevista será en el 2015 en La Scala) con una lectua ágil y fluida de la partitura, busca apartarse del lado más acaramelado y vulgar de esta ópera y, como la orquesta  le responde -como también lo ha hecho el coro-, lo consigue.  Parece que el director intenta convencernos que Puccini está mucho más alejado del verismo de lo que otros directores pudieran pretender, pero también del wagnerianismo, Chailly muestra entonces que Puccini empleó su propio lenguaje, evidentemente la influencia deWagner está ahí y es que desde el mismo momento de la existencia de sus óperas nadie pudo escaparse a la misma. El poblema está en el elenco de cantantes. Aquiles Machado sigue teniendo un bonito timbre pero el canto ya no es lo que era (no sé por qué abusa tanto de las medias voces y del canto apianado), muestra peligrosas muestas de fatiga, la voz fluctua, con un vibrato ancho, más de lo deseable y no corre como debiera en los crescendos orquestales. La Mimì de Gal James no pasa de lo correcto, no hay mucho que criticar, su instrumento me ha parecido modesto y su interpretación muy aséptica y distante, no me ha emocionado, eso es todo. Correcto también Massimo Cavaletti como Marcello. Buena Mussetta la de Carmen Romeu. Con otro reparto podríamos haber tenido una Bohème apoteósica porque esta vez, junto con la lectura de Chailly (que no es la única posible), la dirección escénica de Davide Livermore ha dado en el clavo, cómo se nota cuando se ha hecho un verdadero trabajo de actores, sobre todo en momentos tan complicados como el que transcurre en la calle junto al café Momus, con la complejidad de traducir escénicamente lo que les ocurre a los personajes principales y mover a las grandes masas corales y figurantes (camareros, vendedores, niños, estudiantes...). Livermore se ha encargado  también de la escenografía e iluminación. A veces no hay que complicarse mucho la vida, unos paneles y unas proyecciones de pinturas del París de finales del s. XIX sabiamente elegidas pueden bastar para crear ambientes y conseguir belleza plástica, precioso ese tercer acto con un paisaje nevado proyectado en las pantallas que se funde no solo con el tapiz dispuesto en el suelo, sino también con el escaso mobiliario escénico. El recurso a la pintura impresionista, aunque suponga un pequeño salto temporal hacia adelante, me ha parecido muy pertinente ¿acaso no es también La bohème la historia de un grupo de artistas que intentan encontrar su camino hacia el éxito en el París del siglo XIX?

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