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La bravura no hace al Cuvillo

Por Antoniodiaz

La bravura no hace al Cuvillo

Burladero.com


La bravura no hace al Cuvillo

Maite Fernández


La bravura no hace al Cuvillo

Maite Fernández


Sin noticias en el cuartel general. Esta de Cuvillo sigue siendo una ganadería para débiles, para hacer el toreo que tanto gusta a los de la menistra, para que se les derritan las neuronas a aquellos que gozan del toreo sin toro y del toro sin pinta de toro. Que piensa uno, que ya puestos a meternos en lides políticas y culturetas, podrían haber cogido a Pregonero, Ventoso, Ropalimpia, Espoleta, Lanudo o Campanillo, colocarles un cascabel que suene en si bemol, para que parezcan lo que son, mininos con los que culturear, y sentarlos a comer con la ministra, que seguro que será vegetariana y seguidora de José Tomás, como sus seis comensales del Grullo.
Tapados casi todos por los cuernos, algunos ni eso, escurridos de carnes, escuchimizados de los cuartos traseros, `en tipo´o con `hechuras para embestir´, que se dice ahora. ¿En tipo de qué? ¿ con hechuras para qué? El cuento del toro bajo, casi liliputiense, como sinónimo de embestidas portentosas ya no cuela. Zaragoza. Plaza de Primera. Se exige una presentación, un trapío, que va mucho más allá del tamaño de los cuernos. Tampoco se les dió en varas, exceptuando el lote del Tato, que fue tratado en el caballo como si fueran los Victorinos de sus tiempos.  Me sorprende que haya gente, experimentada y con muchos negros en sus retinas, que puedan decir que la corrida de hoy ha sido brava en el caballo. Entiendo que alguno empujó, romaneó, rabeó, mostró fijeza y hasta derribó, aunque hay que decir que más por anemia del equino que por poder del bovino. Pero todas estas cualidades no pueden sostenerse como principal medidor de la bravura. Aquí viene el castigo. Si no hay castigo no hay nada a lo que sobreponerse, y la bravura no es otra cosa sino la desobediencia genética a la derrota, la capacidad del organismo para vencer a la adversidad hasta fallecer si es necesario. Y a estos cuvis apenas si se llevan un refilonazo. Llegará el día en que la suerte de varas se haga sin vara, y  comprobará la bravura del cliente un gordo vestido de gitano con un báculo con la punta del fieltro. Entrarán quince veces al caballo, que llevará un peto de lunares y faralaes, y los cronistas dirán que ha sido más bravo que Bravío. Mientras eso pasa a nosotros nos nos quedará otra que defender la evidencia: estos toros de Cuvillo, mientras no demuestren lo contrario, no son tan bravos como los pintan.


Bravos no, máquinas de embestir, sí. O artefactos de movimiento, porque es imposible imaginar la embestida de un toro sin naturalidad, animalidad o incertidumbre, y los parientes de Idílico no la tienen. Se mueven pero no embisten, o por lo menos no se mueven como toros -en realidad ya casi ninguno lo hace-. Con semejante percal, muy favorecedor para el torero en los tiempos que corren, el Tato ha demostrado que segundas partes nunca fueron buenas, y que no tiene suficientes espolones para retarse con los gallos del corral. Faenas fuera de cacho, inseguro, dando más pingüis que un canguro, y lo que es peor, mal pensadas, haciendo todo a la contra, toreando al revés, de abajo a arriba, sin sentido del temple ni de la altura, cosa que no se le puede perdonar a un hombre curtido en mil batallas. El Juli se ha visto desbordado en su primero, un novillote impresentable, por la velocidad a la que se movía, y el cabeceo constante de Ventoso, con esas hechuras, seguro hijo de la vaca Ventosidad. Le ha recetado varias decenas de pases, eléctricos, ventajistas y variados. Un popurri de la julimaquia. Curiosamente, el famoso temple del Juli, para una vez que lo necesitaba, no ha aparecido. Orejita de La Misericordia.Con el jabonero, más grandote y cariavacado, y que también se va de rositas del encuentro con el picador, volvió a reincidir en la cantidad más que en la calidad y en el efectismo antes que en la hondura. En resumidas cuentas, en el toreo barato que es el que proporciona despojos y dineros a los monstruos de la Tauromaquia. No pudo redondear la actuación porque en el tradicional julipié se abrió más de la cuenta y al de Velilla le faltaron dos cuartas de brazo para llegar al morrillo.


Luque fue el Luque que todos conocimos de novillero, pinturero con la capa, arreando, con la yerba en la boca, pero también acelerado y dislocado. Cuasi perfecto en lo accesorio, torerísimos los aperitivos, toreando por bajo, al buen tercero, Ropalimpia, que fue el que más tuvo que torear, y que se ha ido para el desolladero sin saber lo que significa verbo tan extraordinario. Si acaso, son recuperables, ademas de los citados adornos, tres o cuatro naturales de mano baja, compás abierto y pata retrasada en el inicio de faena. Después la cosa se diluyó, mérito de Ropalimpia, que no se dejó engañar por la muleta del sevillano. Ganó la partida. Un metisaca y una estocada entera de efectos fulgurantes hicieron al público pedir la oreja, que el presidente tuvo a bien no concederla. En el sexto, volvió Luque sobre sus pasos recientes, sobre las gestas de mentira, el destoreo y las ganas de agradar sea al precio que sea. Luquesinas, arrimones, medios pases, banderazos, desplantes y algun beso, para cortar una oreja sin trapío de plaza de primera.

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