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La bruja Lois - Elizabeth Gaskell

Publicado el 13 julio 2017 por Rusta @RustaDevoradora

La bruja Lois - Elizabeth GaskellEdición:Valdemar, 1996 (trad. Rafael Lassaletta)Páginas:192ISBN:9788477021506Precio:7,90 €También disponible en los Cuentos góticos de la autora editados por Alba.Leído en la edición en catalán de Angle, 2016 (trad. Pere Guixà).
La literatura victoriana no se entiende sin el nombre de Elizabeth Gaskell (Chelsea, 1810 – Hampshire, 1865), una autora que, como su amigo Charles Dickens, dio forma a una obra de gran calado social, con historias que a menudo se centran en las clases más desfavorecidas y plantean una sutil crítica social a través de la peripecia. Además de su aclamada biografía Vida de Charlotte Brontë (1857) y de sus novelas largas —como Cranford (1853), Norte y sur (1855) e Hijas y esposas (1865), entre otras—, cultivó con éxito los relatos y novelas breves. Entre estas últimas se encuentra La bruja Lois (1861), una reconstrucción de los juicios por brujería de Salem, escrita unos ciento cincuenta años después de los hechos, y por lo tanto con la suficiente distancia temporal para denunciar las atrocidades cometidas. La trama es sencilla: en 1691, una joven huérfana de confesión anglicana, Lois Barclay, abandona su Inglaterra natal para instalarse en casa de su tío, al otro lado del océano, en Salem, donde imperan unas costumbres e ideas un tanto distintas a las de su tierra. Allí, sin embargo, no la reciben con los brazos abiertos, y esto, en una sociedad enfebrecida, se paga caro.La trama es sencilla, sí, pero entraña un logrado retrato de la mentalidad del siglo XVII que resulta imprescindible para comprender el devenir de la protagonista. Por aquel entonces, las diferencias culturales entre Inglaterra y Estados Unidos eran notables, en particular por el clima de gran susceptibilidad que reinaba en el nuevo continente, un país en construcción que carecía de las raíces sólidas de los ingleses. Para empezar, estaba la «amenaza» de los indios, a quienes los blancos temían (y marginaban, por supuesto) hasta el punto de no atreverse a caminar por los bosques. El puritanismo religioso, por otra parte, se llevaba al extremo: discursos exaltados, miedo, desconfianza, supersticiones, creencia en la existencia de brujas. Lois llega a un lugar que le resulta extraño, ajeno, violento, donde los propios habitantes viven recelosos los unos de los otros. Aunque en Inglaterra también se condenaba la brujería, su anglicanismo era menos radical; la joven es capaz de cuestionar algunos preceptos de la fe y se toma determinados asuntos con humor. Lo que para ella resulta normal e inofensivo, para los otros puede convertirse en el pretexto para acabar con alguien.

La bruja Lois - Elizabeth Gaskell

Representación de los juicios de Salem, por Joseph E. Baker (litografía de 1892).

El interés de esta reconstrucción histórica reside, justamente, en poner de manifiesto que la supuesta brujería era solo una excusa, que no descubrieron a Lois ni a nadie haciendo rituales de dudoso fin ni hablando con el Diablo, sino que las acusaciones provenían de gente que manipuló de forma malintencionada los acontecimientos para perjudicar a alguien que no era de su agrado. Esto, en un ambiente hostil, ciego, que creía de verdad en las brujas, bastaba para ser condenado. La bruja Lois se puede considerar una novela gótica, pero no porque aparezcan brujas o criaturas sobrenaturales (lo que, por otra parte, sería una concepción escandalosamente simple del género), sino por la opresión creciente alrededor de la chica; la autora no busca el mero entretenimiento, sino que aprovecha los esquemas de la tradición gótica para abordar un suceso trágico con una aguda crítica social. Por eso, a pesar de sus tintes costumbristas, juega muy bien con elementos como las premociones o los sueños, que potencian esa sensación de perturbación sin restar fuerza a su mensaje. Gaskell concreta a la perfección la red de relaciones gracias a su fino análisis psicológico de todos los involucrados, comenzando por Lois, una «bella y maldita» que se gana la estima del lector, una chica humilde y bienintencionada, a quien su conducta ejemplar no salva de la muerte; sin destacar por nada en particular, su rol cumple con el propósito de conseguir la empatía del público hacia la víctima. En segundo lugar, su tía política, Grace Hickman, una mujer dominante que no facilita su adaptación y la ve como una amenaza para sus propias hijas, aunque al mismo tiempo es una persona inteligente, que difícilmente se sumaría a la masa. Faith y Prudence, las primas, encarnan las dos caras de la moneda: de la simpatía de la primera, con quien comparte mucho por ser de la misma edad, al mal comportamiento de la pequeña, rabiosa porque la recién llegada le quita protagonismo. Manasseh, el primo de Lois, será, al final, su aliado más fiel, y no es casual que él mismo esté marginado en la sociedad: es un veinteañero apocado que se pasa los días con la cabeza metida en los libros, de quien se insinúa, para vergüenza de su madre, que padece problemas mentales. Todavía hay un personaje más: la criada, una anciana india, otra outsider, misteriosa a ojos de Lois.

La bruja Lois - Elizabeth Gaskell

Elizabeth Gaskell

Hacia el final, se produce un salto temporal que permite examinar, no solo la condena, sino su gestión a posteriori, cuando se podía valorar en frío y reconocer los errores; un salto inteligente para humanizar también a los cómplices de los juicios. Era fundamental humanizarlos, hacerlos personajes reconocibles y no enemigos de cartón piedra, porque el terror, como bien sabía la autora, no estaba en lo sobrenatural, sino en la actitud que puede adoptar el ser humano. Desde la perspectiva actual, el desenlace con moraleja de La bruja de Loispuede resultar anticuado y poco original, demasiado blanco, pero no hay que olvidar el contexto en el que fue concebida y su finalidad didáctica, puesto que esta novela corta, con su registro accesible para el gran público, es un excelente antídoto para los prejuicios y una advertencia del peligro de la radicalización. Gaskell no buscaba la gloria literaria con este libro, sino novelar un episodio negro de lo que aún era historia reciente. El resultado es una obra de líneas llanas, entretenida y nada ardua, solventada con la eficiencia de una narradora consumada.

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