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La buena nueva (Helena Taberna, 2.008)

Publicado el 19 abril 2011 por Rugoleor @rugoleor

La buena nueva (Helena Taberna, 2.008)

La buena nueva (Helena Taberna, 2.008)

S/C

 

Estadísticas:

Crítica: 5,962 Público: 6,310 España: S/C Rugoleor: S/C

Espectadores: 89.078 Recaudación: 492.954,65 € Visitas: 0 Popularidad: 0,00%

 

Ficha:

Título original: La buena nueva

Director: Helena Taberna

Guionistas: Andrés Martorell, Helena Taberna

Intérpretes: Unax Ugalde, Bárbara Goenaga, Guillermo Toledo, Mercedes Sampietro, Joseba Apaolaza, Maribel Salas, Loquillo, Gorka Aguinagalde

Productores: Iker Ganuza, Cristina Zumárraga

Fotografía: Gonzalo F. Berridi

Música: Ángel Illarramendi

Montaje: Nino Martínez Sosa

Nacionalidad: España

Año: 2.008

Duración: 104 minutos

Edad: 13 años

Género: Drama

Distribuidora: Golem Distribución, S. L.

Estreno: 14-11-2.008

WEB Oficial: http://www.labuenanuevapelicula.com/

 

Sinopsis:

Miguel es nombrado párroco de un pueblo socialista coincidiendo con la sublevación de 1.936. Desde el inicio de la guerra, el bando nacional ocupa el pueblo y pronto se suceden los fusilamientos. En su lucha por defender a los represaliados, Miguel se enfrenta a la jerarquía eclesiástica y militar, poniendo en juego su propia vida. El joven sacerdote encuentra refugio en su amistad con la maestra del pueblo, cuyo marido ha sido asesinado al inicio de la contienda. La relación con Margari supone el contrapunto al desencanto del joven párroco y su único apoyo en un camino que debe recorrer solo. Basada en una historia real, la película recoge con fidelidad histórica el apoyo de la Iglesia Católica al levantamiento contra la República, bautizado como ‘Santa Cruzada’. A lo largo de tres años de Guerra Civil, Miguel siente como el propio clero se aleja del Evangelio al amparar la represión de los sublevados contra la población civil. El protagonista encarna la fuerza de las propias convicciones y la coherencia personal, en una llamada apasionada y atemporal contra la injusticia.

Comentario:

En tiempos de la recuperación de la memoria histórica, aparece este film de Helena Taberna (“Yoyes”) sobre el papel de la Iglesia durante nuestra Guerra Civil. Unax Ugalde es el cura destinado a un pueblo navarro ocupado por los nacionales, que se sublevará contra las autoridades llevado por su indignación ante las indiscriminadas represalias, que entiende como viles asesinatos. Su actitud le valdrá la amistad de la maestra (Bárbara Goenaga), viuda por culpa del enfrentamiento fratricida.

Crítica:

23.11.2008 – JOSU EGUREN

La memoria de los perdedores

La Guerra Civil española sigue estando ahí, como un monolito extraño e impenetrable al que nuestro cine siempre termina retratando de la misma manera. Ganaron ellos, pero en las pantallas ya llevamos demasiado tiempo ajustando cuentas, y en esta ocasión el turno le llega a Helena Taberna. La directora de “Yoyes” tira de su propia memoria histórica para situarnos en un pequeño pueblo navarro en los albores de la contienda bélica, cuando los discursos políticos dieron paso a otro tipo de argumentaciones sangrientas. Este es el clímax de un film que, superado el escollo, comienza su deriva en busca de soluciones mucho menos serias. El desequilibrio de fuerzas entre falangistas, carlistas, socialistas e Iglesia, a priori esgrimido por la directora como uno de los pilares centrales de la puesta en escena, se diluye dando paso a una barra libre de situaciones tópicas salpimentadas por una historia de amor imposible entre el cura protagonista y una de sus feligresas (‘¿La Regenta?’). Afortunadamente, Ugalde asume con cuajo su papel de mediador en la tragedia y nos permite pasar por alto alguno de los pecadillos en los que se recrea Taberna. Superados los sinsabores del costumbrismo fanático al que parece condenada nuestra cinematografía, la película discurre por unos cauces que apuntan detalles escalofriantes sobre el papel que asumió la jerarquía católica durante la guerra. Desde los tiempos de Pedro, la Iglesia siempre ha sabido elegir su bando, aunque no faltan ejemplos de peones olvidados que renunciaron al voto de obediencia.

Sin llegar a ser maniquea, “La Buena Nueva” no logra profundizar en las raíces de un conflicto cuya dramatización se ve profundamente afectada por el sabor característico de los escenarios de cartón piedra; se palpan los hilos y al contraluz el atrezzo revela que muchos de los personajes son simples marionetas. Y es que aunque la fe mueva montañas, todavía no alcanza para dirigir obras maestras.


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