Revista Comunicación

La cámara que se creía lámpara y acabó siéndolo. Re-cámaras.

Por Potoppitta @Potoppitta

Érase una vez una cámara que se creía lámpara. Así lo pensaba. No tenía flash pero, cada vez que se lo incorporaban podía oir todas las voces que estaban delante suya decir comentarios como: “¡cuánta luz!”, “¡casi me dejas ciego!”, “¡con esa cámara podrías iluminar el campo entero de Oliver y Benji!”. Había escuchado cosas parecidas hacia algunas de sus compañeras, pero algo en el interior de su diafragma le decía que ella iluminaba más. Se llamaba Nikon y estaba totalmente enamorada de la luz.

La luz era lo que le permitía hacer su trabajo y, lo tenía muy claro, en otra vida fue una lámpara. Así pasó todos los años en los que estuvo activa: venerando y adorando los objetos capaces de producir luz. Sin embargo, con el tiempo, Nikon se hizo mayor y poco a poco se le fue descentrando el objetivo. Llegó un momento en el que no la querían: lo vintage aún no se llevaba, estaba rota y encima tenía complejo de flexo. Sin embargo, encontró a Germán.

Germán la comprendió desde el primer momento. La acogió con sus manos como a un polluelo indefenso. La mimó, la cuidó y la curó. Sí, porque le dió el regalo de una segunda vida. Una segunda vida convertida en lo que ella siempre había querido ser: una lámpara. De repente, Nikon volvió a ser tan alegre como antes ¡y todo cobraba sentido para ella! Así que, para agradecer a Germán el maravilloso regalo que le había hecho, le contó la historias de otras amigas suyas que pasaban por su misma situacón. Y así fue como, tras sanar a Canon, Pentax, Argus, Praktica y algunas más, nació Re-cámaras. El lugar mágico donde las cámaras se convierten en lámparas.

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¿¡A que quieres unaaaaaaaaa?! ¡Yo también! No es por nada pero el amigo Germán podría regalarnos alguna para sortear por aquí… Y no, no sé los precios pero sé que se pueden comprar. En su Facebook (no, no tiene web) tienes más info sobre las cámaras y un mail para escribir si quieres el presupuesto de una… Tu cartera me odia, lo sé.

¡Gracias por el chivatazo, Kanszei!


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