La cápsula del tiempo

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Escucha en la radio, divertida, que los vecinos de Maceda, en Ourense, han enterrado estos días con mucha ceremonia, pompa y boato mediático, una cápsula del tiempo. ¿Es real la realidad? Automáticamente sonríe. Le encantan este tipo de noticias. Una serpiente de verano, un claro informativo, entre tanta desvergüenza política, saltos a la valla, guerras sangrientas, violaciones en grupo y decapitación salvaje de un periodista secuestrado.

La amable noticia de estos gallegos queriendo preservar su presente para que en agosto de 2039 sus vecinos puedan desenterrar un tesoro le parece entrañable. La utilidad del gesto, a estas alturas, es lo de menos. Un tesoro informativo por su relativo valor histórico pero con una auténtica carga emocional.

Aún recuerda cuando en su cole, de niña, les propusieron, como ejercicio de reflexión, crear una ficticia cápsula del tiempo. Algo que ya era viejuno en los 80 por ser temática recurrente en las pelis americanas sobre guaperas de instituto. Recuerda también su parálisis. No supo qué responder. Qué responsabilidad. Decidir qué legado dejar al futuro. Sí, siempre fue así de intensa.

Hoy en día sabe la respuesta correcta gracias a los macedanos y a Internet: fotografías de vecinos, de los representantes del consistorio, cómo no, periódicos del día, objetos cotidianos con escaso valor-una entrada de cine, un billete de autobús-, el censo de habitantes, una lista con los precios de los alimentos imprescindibles de esa época…

Dentro de 25 años, los niños que ayudaban con las últimas paletadas de tierra en aquel lodazal anegado serán los encargados de comprobar si el pasado que enterraron está a años luz de una sociedad justa, ecuánime y honrada con la que todos soñamos. Cuando el futuro nos alcance. Ains.