Revista Opinión

La cárcel

Publicado el 28 enero 2014 por Purasvitae @PurasVitae

Los barrotes del país se hacen cada vez más gruesos, aunque se puede salir por cualquier vía de Venezuela, la cárcel emocional en la que estamos viviendo se hace cada vez más insoportable, más temida, más férrea. En este país, mas allá del régimen, se ha instaurado un estilo de vida propio de una guerra, propio de un exilio, propio de un miedo permanente que se ha convertido en una especia de descanso a donde se puede huir para “seguir viviendo”.

La carcel
Cada día se viene un látigo diferente, cada día algo nos golpea para que sepamos que estamos presos aunque nos perdamos en los más hermosos paisajes o recuerdos para rememorar que este país sigue siendo un paraíso terrenal. Hay días que el látigo es la inseguridad y sino es algún cercano que perdimos es un caso sensacional o es la cifra que por costumbre no nos sorprende aunque en el fondo pensemos que podríamos estar ahí. La inseguridad pega todos los días y nos ha obligado a vivir diferentes, tal cual en una cárcel, con horarios ajustados a la luz del día y con cada vez menos zonas a las que se puede ir y obviamente se hace costumbre que se deba estar o viajar en grupo.

Apenas estamos superando el latigazo de la inseguridad y se viene el económico, que nuestro sueldo sea un chiste mundial no termina de hacer clic en el funcionamiento de nuestro ser. Con el dólar oliendo el techo de los 100 bolívares los venezolanos no entienden como, mas allá de CADIVI o SICAD, podamos sacar a flote proyectos, empresas y viajes sin que nos pase el brazo del gobierno como un viejo pedófilo que solo le divierte joder, en este caso, a cada venezolano con el mayor gusto posible.
La carcel

El látigo económico vuelve a pegar, ahora es que tenemos que ser selectivos con el mercado, porque la oferta de productos se está reduciendo a niveles nunca antes visto. Como me dijo un amigo, ahora que los venezolanos manejan mas real, no tienen donde gastarlo. Ahora muchos venezolanos están viendo como se comen los pantalla planas, como se comen los televisores led, como se come una cadena presidencial, como se come un discurso que nadie entiende o nadie quiere entender.
Otro látigo económico, las empresas están tan limitadas que se hace común escuchar a directivos o dueños que es más probable cerrar y esperar que pasa. Venezuela parece que estuviera atravesando el sofocante calor argentino y que estuviéramos esperando para reactivar la economía hasta febrero o marzo inclusive. Lo que se nos olvida es que los cientos de bienes y productos que se importaban con regularidad no están esperando en la costa, fueron desviados a otros países.
Nos regalamos un descanso, no hay látigos, se va la luz o no hay agua. Tratamos de viajar y nos quedamos locos porque ir a Aruba, a pesar de los dólares, sale más barato que ir a Los Roques. Inclusive ir a Aruba, si cuadraste bien lo que tengas de CADIVI o SICAD, sale más barato que ir a Margarita. Si no es eso, es el pasaje, no hay.
La carcel

Volvemos a la faena y otro latigazo, el emocional, el propio. El que nos infligimos porque no vemos solución a esto, porque un grupo de venezolanos le asusta que la gran mayoría, por diferentes carencias, prefiera acostumbrarse a vivir en esta cárcel. El miedo de los venezolanos que tienen en la recamara el mentado plan B, temen que sea su única salida porque la gran mayoría de los connacionales no tienen otro plan que este y no tienen más ganas que seguir viendo como les siguen dado latigazo una y otra vez.
Otro latigazo, emocional, se nos van los amigos, se nos van los familiares y el que pega más: Se nos van los hijos. Hay padres que antes de querer enterrar a sus hijos prefieren dejarlos ir a que hagan sus vidas en otras latitudes. Este latigazo es de los que saca más sangre, de los que saca más lágrimas, de los que saca más dolor.

La carcel

Acá es donde más de uno se acuerda de los tantos latigazos que recibió Cristo, del sufrimiento que cargó y que todos como país estamos cargando.
Se viene un silencio y nada más. Alguno prefiere llorar y olvidarse de esto, apenas recordar lo sabroso que fue vivir acá y seguir adelante a donde vaya. Otro prefiere calárselo y aguantarse los latigazos hasta que el cuerpo, y sobre todo el alma, aguanten.
No sé, mis queridos amigos, como salimos de esta prisión. No sé cómo decirles que no se vayan, no sé cómo decirles que a pesar de los fracasos aparentemente lo que nos queda es calle. A ver si de verdad podemos ser recordados como un bravo pueblo o somos los protagonistas de un cursi recuerdo de unos tipos que le echaron bola cuando tuvieron que hacerlo. La cama del miedo en la que estamos acostados es muy cómoda, y nos va inutilizando, a los que están aquí y a los que están allá. Tal vez en esa triste espera se venga un latigazo inesperado, esos que casi matan, para que nos despertemos.
Nos vemos en la celda.

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