Revista En Femenino

La carga mental existe pero no se ve

Por Clara Ingeniera @mamaingeniera

Voy a ser súper sincera hoy aquí y es que ayer tuve una mañana de mierda.

Perdí los nervios con los niños antes de las 8:30h y eso me hizo estar echa polvo después. El sentimiento de culpabilidad de gritarles y de cagarme en su estampa es difícil de gestionar. Al menos para mí lo es.

Y la realidad es que analizando la situación me di cuenta de que la única culpable de todo SÍ QUE SOY YO.

Estoy agotada

Como bien sabes, estoy en pleno proceso de destete de los bebés, pero sigo sin dormir. Es más, duermo peor porque adopto posturas extrañas y además, comparto cama con mi mayor también (anoche estuvimos Liam, Eric y yo en la cama, y he dormido con pies de cada uno encima).

Me levanto cada día con dolor de cervicales y de cabeza, y eso que fui la semana pasada a darme un masaje que me dejó rotísima los primeros días y no soporto tener que tomar ibuprofenos, porque estoy en proceso de eliminación de toda sustancia química prescindible de mi vida.

Pero todo esto es ahora. La realidad es que llevo sin dormir más de 2 horas del tirón desde que nacieron los pollitos y parecía que mi cuerpo estaba acostumbrado, pero lo que me está pasando es fruto de todo ese cúmulo de agotamiento extremo.

La rutina me mata

Esto que te voy a contar ahora se contradice, pero es lo que siento.

Yo soy una persona de rutinas. Me gusta que el día siempre transcurra igual, porque eso me da seguridad y me permite tener un plan. Pero a su vez, esto es negativo, porque soy incapaz de amoldarme a imprevistos y cuando los hay, se me desmorona todo.

Dejando a un lado esa pequeña explicación de mi caos interior, te diré que ODIO la rutina de las mañanas y las tardes con los niños.

Por las mañanas estoy yo sola y tengo que preparar desayunos, almuerzo, desayunar yo, vestirme yo y preparar a los 3. Todo eso intentando que salgan ilesos de casa, algo que últimamente se han propuesto evitar.

Y por las tardes… siempre la misma historia. Jugar, evitar que se peleen, muerdan o pateen, a las 19h empezar a hacer la cena, gritos, peleas, gritos, cena, desastre, suciedad, suelo de mierda y a las 20h a dormir.

Ahora añádele lloros, ropa por doblar de hace varios días, suelo que sigue sin limpiarse porque siempre hay otras prioridades… etc.

NO. PUEDO. MÁS.

Punto de no retorno

Siento que estoy quemada. No, perdón. Estoy CHURRASCADA. Salto a la mínima, me tomo a mal cosas que en otra situación me han hecho reír. Estoy crispada, quiero discutir, gritar y quiero IRME DE CASA.

Hace poco estuve en un taller de Desahogo Maternal de Madremente y lloré después de no haberlo hecho en mucho tiempo. Sentía que estaba seca, que intentaba llorar y no salía nada, pero allí, salió todo. Y desde entonces, he vuelto a llorar unas cuantas veces más.

Y es que viene bien para soltar lastre, pero joder, mejor poderse recuperar después. Yo no lo consigo. Sigo anclada en ese agotamiento, frustración de la rutina diaria que ahora mismo se centra en evitar que el mayor patee a los pequeños y que los pequeños se muerdan entre ellos.

Me siento mal por pensar así. Me siento mal por querer que llegue el lunes y que se vayan todos al cole. Me siento mal por trabajar en casa y no fregar el suelo lleno de mierda ni doblar la ropa, pero es que NO ME DA LA GANA.

Necesito tiempo para mí

Cuando decía que la culpa era solo mía, iba en serio.

No sé qué he pretendido todo este tiempo, ¿qué alguien se preocupase por mí? Claro, parece ser que si no te quejas es que estás bien y si lo haces eres una madre pésima que no puede con nada.

Estoy hasta las narices de tanto postureo, estoy quemadísima y quiero (sé que lo repito) HUIR.

No estoy deprimida y echo de menos a mis hijos cuando están en el cole, pero es que mi problema está en que no consigo desconectar.

Trabajar desde casa me encanta y ahora que estoy haciendo el negocio de Young Living y me va súper bien, hace que si un día alguno se ponga malo, no trabaje y ya está. Pero me gusta mi trabajo, quiero mantenerme activa, hacer cosas…. y siempre me quedo yo para el final.

Quiero hacer algo, pero ¿el qué?

Según estoy escribiendo este post estoy pensando en irme a comer por ahí yo sola. A disfrutar del silencio y de la compañía de mí misma, pero por otro lado pienso que podría seguir aquí sentada haciendo otras cosas que tengo que hacer, como avanzar mi lista de “to do’s” o mejor aún, levantarme y fregar el suelo de mierda o doblar la ropa.

Ayer recordé el concepto de carga mental y creo que estoy así. No se ve, pero se siente. Está ahí. Tengo una mochila pesada que me hace verlo todo desde una perspectiva incorrecta y aunque a pesar de todo esto soy capaz de desconectar, esa desconexión no dura porque no estoy tratando el origen del problema.

¿Y cuál es el origen del problema?

Pues ni puta idea. La verdad es que no me apetece en absoluto esta Navidad y eso me entristece porque yo soy muy fan de la Navidad, pero pensar en que voy a estar dos semanas con los niños… ¡PERO QUÉ HORRIBLE SOY POR PENSAR ASÍ!

Pero sí, lo pienso. Pienso en 2 semanas enfadándome con Bichito porque trata mal a sus hermanos, pienso en dos semanas en las que mi vida gira en torno a las putas siestas de los bebés. No podemos hacer nada porque si no duermen, se agilipollan y luego es peor.

Bueno, de algo me está sirviendo soltar toda esta mierda y es que por fin estoy llorando, soltando lastre. Y sé que habrá a quien no le gusten mis palabras, pero esto es la realidad.

Estoy cansada y agotada porque me he olvidado de mí misma, porque siempre estoy priorizando a los demás antes que a mí y no debería ser así.

Pero es que no necesito una hora o dos libres al día. Ahora siento que necesito una semana lejos de todos, porque la bola es grande, muy grande.

Para empezar, me voy a comer por ahí, que me lo he ganado.

Perdona la chapa.


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