Revista Educación

La caridad y los servicios públicos

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Recientemente el multimillonario dueño de Inditex, Amancio Ortega, donó 320 millones de euros para la renovación de equipos de diagnóstico y tratamiento del cáncer en los hospitales públicos españoles. Y últimamente se ha armado bastante revuelo después de que la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública de Aragón manifestara su rechazo a esa donación.

No seré yo el que critique que un millonario done dinero a quien lo necesita, aunque lo haga con fines publicitarios y aunque lo que done sea para él prácticamente calderilla, pero bien haría donando ese dinero a asociaciones que trabajan con la caridad y la ayuda desinteresada de los ciudadanos (asociaciones que viven precisamente de las donaciones) en lugar de dar dinero a algo que supuestamente se financia con dinero público proveniente de nuestros impuestos. Si abrimos la puerta a que la sanidad pública española acepte los donativos como forma de financiación (así sea complementaria) el siguiente paso lógico sería disminuir las partidas presupuestarias para tal fin. Y quién sabe hasta donde nos llevará ese camino.

Creo que todos deberíamos ser críticos con esa donación. Creo que en su lugar, deberíamos exigir a los responsables del funcionamiento de nuestra sanidad que ésta no sufra los recortes que ha venido sufriendo desde hace tiempo; las privatizaciones y el recorte de las condiciones salariales de los que trabajan en ella. Si de veras nos importa el buen funcionamiento de nuestro servicio de salud eso es lo que deberíamos gritar a los cuatro vientos en lugar de agradecer a un multimillonario por su buena voluntad (sic) mientras los políticos que han dilapidado nuestros servicios públicos se frotan las manos al quitarse ese marrón de encima.

Amancio Ortega bien podría haber destinado ese dinero a mejorar las condiciones de sus trabajadores esclavos en Brasil y otros países. O a pagar los impuestos que le corresponden sin buscar argucias legales para evitar pagarlos. Tal vez así su donación no resultaría tan hipócrita.

La caridad y los servicios públicos

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