Por desgracia en España nos hemos acostumbrado a todo tipo de actos contradictorios, como los premios del deporte, que acaban suponiendo costes extra que pagan, como no, los ciudadanos, generalmente poco rentables y cuya falta de éxito no causa pudor alguno entre los organizadores.
De hecho se han presentado sucesivas candidaturas a unas olimpiadas a precio de oro y por triplicado pese a que sabíamos que jamás nos las concederían, hacemos aeropuertos a sabiendas de que nunca volará nadie y la casa Real decide entregar premios sin que puedan recogerlos los atletas más destacados del año.
Conceder un premio a una persona y entregarlo el día que no puede recogerlo queda feo. Máxime si se trata del premio más relevante del deporte español, el Premio Reina Sofía.
No digamos ya si se tiene la certeza de que la persona premiada, en este caso la heroína del año, Mireia Belmonte, no podría recogerlo porque estaba compitiendo en los Mundiales de piscina corta, ganando medallas de oro para España. Unos Mundiales, por cierto, que se sabía que se celebraban en esa semana desde hacía dos años. La agenda de la casa Real es inamovible y más para la entrega de los premios del deporte, como siempre.
Los premios del deporte correspondientes a 2013, se concedieron el pasado 23 de octubre. Se han entregado mes y medio después, y además de con retraso y dejadez, con la ausencia de la principal laureada, mientras los demás recogen sus premios con un año de retraso. Lo principal es la agenda real, no son los premiados.
Los Premios de 2008 se entregaron a Nadal, Medina y Ruano jugando en Miami, a la Selección de fútbol viajando a Estambul, a Agüero concentrado en Argentina…
Son los premios del deporte sin premiados.
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