Revista Sociedad

La ceguera

Publicado el 01 enero 2013 por Abel Ros

El baile entre el gato y la liebre ha envenado durante siglos el queso de los ratones


La ceguera
a ignorancia de los hombres ha servido al pensamiento de arriba, para manejar al rebaño por el túnel de la mentira. A través de la ceguera, el tuerto se convierte en los ojos del creyente a su paso por la vida. Es precisamente, este abismo entre los tontos y los listos, el que mueve los hilos del saber tergiversado. Durante los tiempos de Aquino, las sotanas ostentaban el cetro del ideario colectivo. A través de sus sermones, los analfabetos del medievo miraban hacia "el más allá" para justificar sus destinos. La personificación del conocimiento desde las tribunas de la eucaristía, escenificaba el argumento de autoridad en una sociedad orquestada por los dogmas. Las verdades de Umberto en el "Nombre de la Rosa" sientan las bases de la Crítica para entender, a través de sus metáforas, el diálogo presente entre los sacerdotes de la banca y sus ciegos feligreses. La incoherencia de los mártires – en palabras de Unamuno – ha servido a las negras del rebaño para ir por libres en la búsqueda de las luces.

El abismo entre los "tontos y los listos" mueve los hilos del saber tergiversado

Las posiciones desiguales, sobre las tablas de Goffman, alimentan la duda entre las palabras del médico y el dolor de su paciente. Las diferencias entre el léxico de las batas blancas y, las manos ásperas del analfabetismo mundano,  nos remiten a las fricciones chirriantes entre: el poder de los claros y las creencias de los oscuros. El acierto del mecánico en el arreglo de sus coches, le sirve al taller de Alejandro, para mantener el poder del conocimiento ante los clientes de su barrio. Es precisamente, este tándem entre: "ignorancia" y "confianza"; el que utilizó Adolf para engañar a su rebaño.

Las mayores estafas – desde Madoff hasta Ponzi – han transcurrido - gracias a la miopía de algunos - por no distinguir a tiempo los duros de las pesetas. Es el baile entre "el gato y la libre", el que ha envenenado durante siglos el queso de los ratones.

La historia de la pillería - decía el autor de Julieta –  está escrita por las plumas del escriba y la confianza de la ceguera. Si observamos el lubricante que nutre los motores de la estafa; nos damos cuenta, que se reproduce el simbolismo gráfico entre el mecánico y su cliente. El "analfabetismo económico" ha servido al "argumento de autoridad", para encauzar la energía por las sendas de la trampa. Las manos ásperas de la "Universidad de la Vida"  han motivado a los cuellos blancos del capital para vestir de palabrería y zalamería, los precipicios de la ruina. Decía mi tío, en la tertulia del mediodía, que al director de su banco solo le faltó pedirle de rodillas el depósito de su dinero en el saco roto de las "preferentes".

Es el tándem entre "Ignorancia" y "Confianza", el que utilizó Adolf para engañar a su rebaño 

Es la ecuación perfecta: "ignorancia más confianza igual a engaño", la que indigna a miles de peces atrapados en el plomo de sus anzuelos. La ceguera – a la que tanto aludió Saramago – sirvió a los despiertos para que el invidente tropiece con las piedras del camino. Hoy la irreversibilidad de las heridas, solo invita al llanto del confiado a llorar como niños por el engaño de los otros. El contrato viciado por la firma de la confianza, desgraciadamente, no sirve con las leyes sobre el tapete, para borrar de un plumazo los párrafos que arropan la palabra: "preferente".
Desde la Crítica invitamos a la moral colectiva a que utilice la ecuación aludida para que el intérprete de su pena equilibre la balanza entre los "tontos y los listos". Incrédulo. 

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