Revista Cultura y Ocio

La cena de los infieles. Beryl Bainbrigde

Por Mientrasleo @MientrasleoS

La cena de los infieles. Beryl Bainbrigde
     "Durante la cena de socios, el viejo Gifford charló sobre la cuenta de Rawlinson: algo sobre que el nuevo que había entrado en la junta no tenía demasiadas luces, que no estaba a la altura. A cada tanto el hombro de Gifford se hundía por debajo del nivel del mantel, como si se le hubiera caído algo. Gatters, del departamento de internacional, contó una anécdota sobre un médico y una paciente que oía música pop cada vez que su marido le hacía el amor. Edward Freeman, que estaba sentado frente a él, se perdió la frase clave."
     Buscando, supongo, airearme un poco de mis temáticas recurrentes, me puse a dar vueltas por google hasta tropezarme con Beryl Bainbrigde. Humor negro, sutilidad, agilidad, inteligencia... sonaba irresistible. Así que no tardé en buscar su obra, y por eso, hoy traigo a mis estantería virtual La cena de los infieles.
     Conocemos a Edward, un hombre de mediana edad casado con su novia de toda la vida, una mujer culta y amble, que se ve aburrido. Así cuando conoce a Binny, se enamora tontamente y comienzan una relación extramatrimonial. Él cauto, siempre con el reloj pegado y la excusa en la boca, ella en cambio comienza a reclamarle un lugar en su vida, un hueco que no dependa de los ratos libres de Helen (la esposa). Y así es como Edward se ve en una cena, con su amante de anfitriona, y un matrimonio al que apenas conoce. Será esta incómoda situación la que vivamos con ellos, situación que se verá agravada cuando unos atracadores irrumpan en la casa de Binny tomando a los comensales como rehenes.
     Y si el otro día hablaba de los libros que por ser comedias ocultan simpleza, hay otros que por su mordacidad, por el uso del lenguaje, por la originalidad, son auténticos descubrimientos. Y ese es justo el caso del libro del que hablo hoy. La autora despliega su sentido del humor desde las primeras páginas, utilizando el cliché del hombre de mediana edad tranquilo y casero para colocarlo frente a la viuda y vulgar Binny. A partir de este extraño emparejamiento, busca los clichés para llevarlos al extremo. Ella no es hermosa ni lo fue tampoco de joven; ni amable siquiera o limpia. El se empeña en mantener su estado del bienestar, le preocupa ser descubierto y se ve en una relación en la que su amante no tiene ningún miedo a ello, a fin de cuentas es viuda, ¿qué puede temer? Y se deja empujar.
De este modo y en una cena nos los va presentando poco a poco junto a la otra pareja de improvisados acompañantes. Al colocarlos en una situación límite, con la llegada de los atracadores, cada uno va mostrando realmente como es. Pero sin dramatismos, porque esta mujer es todo sentido del humor y una no puede evitar reírse cuando, con los atracadores delante y todo el lío montado, descubrimos al podre Edward preocupadísimo por la excusa que tendrá que darle a su mujer para explicar su tardanza.
    Afilar la lengua y sacar punta a todo y todos parece la especialidad de Bainbrigde en este libro cuyo humor oscila entre lo negro y lo absurdo pero sin resultar tan directo como para parecer un gag, cosa que le agradezco profundamente. Se muestra implacable en su crítica a las apariencias y nos deja ver los pensamientos que definen a las personas, lo que son realmente debajo de los trajes o las medias bien colocadas. La novela, que se lee en un par de tardes, promete risas que no carcajadas, y yo puedo aseguraros que la sonrisa la mantuve durante prácticamente toda su lectura.
     Si os fijáis, he procurado no hablar de los atracadores, ni del momento rehén dando detalles porque creo que eso es mejor que lo descubráis no sea que empiece el libro por el final y os robe el encanto de esta lectura. Lo que si puedo deciros es que, tras una lectura entre sonrisas, y aprovechando el buen tiempo, fueron sus últimos momentos los que me hicieron soltar un par de carcajadas que mis vecinos de parque pueden confirmar.
     Me gusta leer fuera de casa, sobre todo en el parque, a la sombra. Aunque eso suponga que me ría sentada debajo de un árbol y me miren con cara de extrañeza. Pero es uno de mis pequeños placeres, y esos hay que cuidarlos. Y vosotros, ¿leéis también fuera de casa?
     Gracias

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Dossiers Paperblog