Revista Ciclismo

La ciencia nutricional. Qué es, para qué le sirve al ciclista.

Por Rafael @merkabici

La ciencia aplicada al organismo no solo sirve para perder peso o alimentar a personas desnutridas y enfermas. La ciencia va mucho más allá. Por ejemplo, ahí está la ciencia nutricional, encargada de gestionar el proceso de proveer energía al organismo. Porque hasta los que compiten y gozan de buena salud tienen que alimentarse correctamente. Esa es la ciencia que abordaremos en este post.

Se trata de una ciencia que persigue una estrategia para lograr el mejor rendimiento deportivo con la alimentación. La ciencia nutricional enseña una serie de conocimientos que, aplicados sobre los ciclistas, busca garantizar el aporte de energía y nutrientes necesarios para que esa persona complete los fuertes entrenamientos  y permitir luego su rápida recuperación. Esta ciencia trata de transmitir una serie de conceptos que diseccionan la composición básica de los alimentos de la dieta habitual, siempre acordes con las demandas.

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Seguir una dieta cerrada no suele solucionar los problemas de una inadecuada nutrición, ya que a largo plazo resultan, si no imposibles, sí muy difíciles de cumplir. El ciclista debe comer según dos necesidades distintas: ingerir la necesaria energía para pedalear con intensidad (los carbohidratos, las proteínas para recuperar, algo de grasas que inyecten energía al músculo cuando el glucógeno muscular que aportan los carbohidratos se agote…). Todas estas pautas constituyen la ciencia nutricional.

Se trata, en definitiva, de equilibrar todos los alimentos citados anteriormente con las vitaminas, los minerales, el agua o la fibra. Todos aportan nutrientes, permiten un mejor desempeño sobre la bici, mantienen la temperatura corporal y la adecuada digestión.

Un ejemplo son los carbohidratos. Al igual que las proteínas, aportan cuatro kilocalorías por gramo, mientras que las grasas 9. La ciencia nutricional nos dice de estas últimas que tantas calorías hay que consumirlas en pequeñas cantidades, ya que estás facilitarán facilitarán nuestro pedaleo durante días y días.

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Un ciclista de 80 kilogramos con un porcentaje de grasa de 20% tendrá un almacén de energía de unas 160.000 kilocalorías, esto es, energía para completar unas 29 carreras potntes cicloturistas. Pero si su almacén de energía en forma de glucógeno fuera como máximo de 500 gramos (haciendo una dieta alta en carbohidratos y entrenado) este ciclista frenaría en seco sus los objetivos, ya que el glucógeno aquí sólo aportaría 2.000 kilocalorías. Por tanto no le serviría para completar ni la mitad de una de las grandes pruebas citadas. Para evitarlo, habría que tirar de la ciencia nutricional.

En este punto se evidencia la importancia del cálculo del requerimiento calórico y de su distribución: aquí entraría en juego la fórmula calórica, en referencia al porcentaje de calorías que se deben consumir a partir de las proteínas o los carbohidratos simples o complejos. Además, el uso de estos va condicionado por muchos otros factores como el período de entrenamiento, la cercanía de la competencia, la alimentación previa, durante y después de la competición, el clima y la humedad, el terreno, la altitud… ¡A veces exige una preparación científica para no fallar en los momentos más inesperados!

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Gran parte del éxito, y hay quien lo cifra en el 70% de las probabilidades, depende de la alimentación. Y la alimentación debe ir de la mano del entrenamiento. En general, los ciclistas deberían consumir entre el 55 y el 65% de sus calorías diarias en carbohidratos, de 10 a 15% en  proteínas y el 20 a 30% en grasas. Utilizando alimentos que además sean buena fuente de vitaminas, minerales y fibra dietética, sin dejar de lado las necesidades de agua.

Este cálculo requiere la utilización de fórmulas y el profesional idóneo para hacerlo es un nutricionista, dietista u otro profesional de la medicina preparado para ello. ¡Viva la ciencia!

 


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