Revista Cine

"La cinta blanca" (o sembrando vientos y recogiendo tempestades)

Publicado el 17 enero 2010 por Crowley


Aprovechando que el viernes se estrenó en nuestro país la última y laureada película de Michael Haneke, me voy a saltar el orden cronológico de su filmografía y les dejo aquí mi reseña de este soberbio film, este complicado drama que se adhesiona al cerebro más que a los sentimientos (comentario redactado ex-profeso para la revista electrónica Revista Fantastique que podrán leer allí mañana mismo, que ya les pondré el enlace, junto a un dossier sobre Haneke que también postearán). Espero que si no la han visto ya (y les apetece hacerlo) puedan verla pronto y me comenten sus impresiones que, como suele ser norma habitual en ustedes, tienen que ser de lo más interesantes y aportadoras de ideas.
Señoras, señores, digámoslo desde ya: Michael Haneke es un genio absoluto (injustamente olvidado por público y gran parte de la crítica que, por cierto, ahora seguro idolatrarán únicamente por la Palma de Oro de Cannes y el Premio del Cine Europeo que ha conseguido esta cinta, sin tan siquiera molestarse en bucear en el inmenso océano de Cine que tiene en su haber); así que tenemos que ir haciéndole hueco en ese altar del cine europeo en el que están (por méritos propios, por supuesto) cineastas como Bresson, Bergman o Tartovsky, porque lo que este director nos regala con este film, es una auténtica, brillante y genuina obra de arte cinematográfica sin discusión alguna posible. Y es que "Das Weisse Band" está "condenada" a convertirse en una película que pasará a la historia como una de los mejores de este siglo, porque es la primera obra maestra de esta década que acabamos de comenzar.
Antes de nada, me van a permitir que hablemos un poco del mal, ya que es un concepto que sobrevuela toda la película de principio a fin, acompañando a cada sombra (que parecen tener vida propia, como las de Dreyer y su "Vampyr") y a cada personaje que aparecen en pantalla.
El mal, para el filósofo y teólogo Santo Tomás de Aquino, uno de sus principales estudiosos, consistía en la ausencia del bien que le debe corresponder a un ser cualquiera (como para el escritor Ted Chiang, en uno de sus exquisitos relatos, "El Infierno es la ausencia de Dios"). El mal como tal es algo impreciso, no tiene una forma determinada ni es tangible y además cada uno de nosotros tiene un concepto de maldad diferente a los demás; la perspectiva de lo que es maldad varía, también, según la educación de cada individuo y según el contexto histórico en el que nos encontremos (porque en la película, por ejemplo, hay muchos ejemplos de maldad, que quedan relegados a la nada en cuando estalla la Primera Guerra Mundial, que es un suceso de muchísima más magnitud y más catastrófico que hace que el valor de la perversidad cambie). Hoy en día, ante la visión del mundo que nos rodea, el concepto de maldad en sí se ha esfumado y es más impreciso que nunca porque ya no somos casi capaces de distinguir entre lo que es aceptable y lo que no lo es, tal es la cantidad de aberraciones que vemos y lo insensibles que nos estamos volviendo... aunque si tuviéramos que representarlo gráficamente, sin duda la verdadera imagen del mal es la del hombre, ese ser erróneamente llamado humano.
En 1933, la noche del 27 de febrero, en Berlin tuvo un lugar un suceso que tendría una vital importancia para el devenir de la consolidación del Régimen Nazi en Alemania. Estamos hablando del incendio del Reichstag, la sede oficial del parlamento alemán. La investigación determinó que el fuego había sido provocado y los nazis acusaron del "atentado" al ex-comunista holandés Marinus Van Der Lubbe (que fue declarado inocente tiempo después) que se encontraba en las inmediaciones del edificio, por lo que se dedicaron a apresar a todos los líderes del partido comunista que había en la ciudad berlinesa (entre ellos a Georgi Dimitrov, Vasil Tanev y Blagoi Popov). Al día siguiente, Adolf Hitler declaró el estado de emergencia e instó al presidente Paul von Hindenburg a abolir gran cantidad de derechos humanos de la Constitución de Weimar.
En definitiva, un suceso político que abolió la democracia existente de una manera legal (y sustituirla por una Ley Habilitante), repleto de incógnitas e interrogantes y que únicamente benefició al partido nazi (máxime si tenemos en cuenta que poco antes, Hitler había solicitado, infructuosamente, la disolución del Reichstag para aumentar el número de escaños nazis).
En un principio este proyecto iba a ver la luz bajo el nombre de "La mano derecha de Dios", en clara alusión a la mano ejecutora que condena y castiga a los pecadores por los actos que se oponen a las leyes establecidas en los Mandamientos, pero finalmente acabó convirtiéndose en "La cinta blanca", en referencia a la inocencia y pureza que se le presupone a la infancia. También fue concebida, en su génesis, unos diez años atrás, como una serie de televisión de tres episodios (que, "curiosamente", no encontró financiación ni hueco en la "siempre interesante" programación de la parrilla televisiva) pero en un proceso de mutación sin precedentes, ha acabado convirtiéndose en esta parábola socio política del carácter alemán nacional y del germen del fascismo que acontece 20 años antes de lo expuesto en el párrafo anterior en una idílica y tranquila zona rural protestante de la Alemania Guillermina, donde la violencia, el abuso, la represión, la rabia, las mentiras, la desconfianza, la tensión y la maldad del alma humana convertirán un relato que parece un bucólico recuerdo campestre en una auténtica pesadilla de puro terror mundial.
"La cinta blanca" es un viaje iniciático para los espectadores, e incluso para los propios protagonistas, a las entrañas del infierno fascista, a lo más oscuro de nuestro comportamiento y raciocinio, donde seremos testigos de cómo en una comunidad donde todo parece perfecto van a sucederse una serie de desdichados acontecimientos que dejaran a la luz la verdadera cara de unos ciudadanos que no son tan entrañables ni apacibles como hacen creer a sus vecinos y que son incapaces de interrelacionarse entre ellos y de olvidar las diferencias que les separan. Una sucesión de hechos que tienen a los niños del pueblo como protagonistas (bien como sufridores, bien como ejecutores) y es que sobre ellos, más que sobre nadie, caerán las consecuencias de lo que ocurra, quedándose marcadas a fuego en su mente y su alma esas vivencias y experiencias que (tal vez) dejarán salir a flote cuando sean mayores (poniendo de relieve esa teoría psiquiátrica que dice que uno repite los hechos que sus padres han realizado con él, ya que lo que vives de niño te marca de adulto, inevitablemente).
Pero no nos engañemos, Haneke no habla únicamente de nazismo, no, eso sería demasiado fácil, lo que el director nos inculca también es su consabida visión de la violencia, una violencia contenida y latente que alcanza aquí cotas de paroxismo mental similares a las que encontraremos en "Funny Games" (aunque allí se nos muestran las consecuencias de lo que aquí va moldeando el carácter de los niños). Haneke trata de advertirnos con todo esto de las consecuencias que acarrea la barbarie y la represión (física y/o moral) ejercida sobre la vida de los demás, de cómo un estado totalitarista (sea ese totalitarismo social, político o religioso), donde los valores están sujetos a normas y restricciones jerarquizadas pre-establecidas, puede dar cabida a la mayor de las perversidades, y eso, mis queridos amigos, es extrapolable a cualquier rincón del mundo, créanme, porque algunas veces, nos empeñamos tanto en conseguir algo, que lo que obtenemos es justamente lo contrario.
La película, de una calidad formal abrumadora y de la que no voy a contar nada para no quitarles el placer de que sean ustedes mismos los que vayan descubriendo todos los detalles, comienza con un fundido en negro que poco a poco va aclarándose para dejar paso a un paisaje campestre, como si un lejano recuerdo fuese viniendo a nuestra memoria desde el rincón más alejado de nuestro cerebro. Ya desde la pantalla negra, Haneke, a través de la voz del profesor de la escuela que actúa como narrador en off (una voz extraña que tiene la capacidad de producir distanciamiento en el espectador, poniendo un carácter brechtiano en ello), nos advierte que lo que vamos a ver no tiene por qué ser del todo verdad, o que los hechos no tuvieron que acaecer exactamente así, ya que es algo que se cuenta en parte de oídas y suposiciones y, además, es algo bastante lejano en el tiempo (y todos sabemos cómo los recuerdos van variando en nuestra mente según pasan los años llegando un momento en el que incluso dudamos de su veracidad).
Rodada en un glorioso, hipnótico, deslumbrante y sugerente blanco y negro (hay que felicitar unánimemente al director de fotografía Christian Berger por su soberbia labor que en nada tiene que envidiar a la de Dreyer y que supera en mucho a su grandísima labor en "La lista de Schindler"). El hecho de que Haneke se haya decantado por la ausencia de color en la textura de los fotogramas se debe a dos factores: primero, que todas las fotos y las imágenes de cine que tenemos de aquella época, todos los testimonios históricos, son en blanco y negro y segundo, que nuestra mente recuerda en ese color. También hay que ensalzar el trabajo de los encargados de vestuario y escenificación, ya que el pueblo, los actores, los gestos de estos, sus ropas, sus casas, sus sentimientos... todo parece haberse sacado de esa época exclusivamente para ser grabado, como si un pintor flamenco se hubiese encargado de esta labor.Además de la ausencia de colores, una de las cosas que más me ha inquietado del apartado técnico, fue la no presencia de banda sonora, algo que aún siendo habitual en los trabajos de Haneke, aquí cobra especial relevancia y dotan a este macabro cuento rural de un halo de terror y asfixia superior al de cualquier film de género.
Otro componente que debemos tener en cuenta es el carácter brechtiano de la película, siempre presente en la obra de Haneke, y que ha de aplicarse aquí al espectador y a su forma de unir las piezas, ya que sólo así, desde la distancia que nos dan las imágenes y las interpretaciones, podemos llegar a entender el film y despejar gran parte de las incógnitas y dudas que nos suscita, porque es inevitable que nuestra cabeza se llene de preguntas una vez acabada la cinta (nunca mejor dicho).
Si, como ya he dicho en alguna ocasión, hablar de Haneke nos conduce a los filmes de Bresson, Bergman o, sobre todo, Antonioni, en este punto tenemos una serie de películas que actúan de claro referente para la de Haneke.
Mientras vemos"La cinta blanca", nos llegan ecos de largometrajes tan dispares en apariencia como "The village of de Damned" (versión Rilla, por supuesto y no esa deleznable memez de Carpenter), por la presencia de angelicales infantes cargados de maldad y rabia; "Escenas de caza en la Baja Baviera" (Peter Fleischman), por su carácter de opresión y persecución en un pequeño pueblecito; "El Decálogo" de Kiewlowsky, por la moralidad y los quebrantamientos de los mandatos divinos; o "El huevo de la serpiente" (Ingmar Bergman) por su nada velada crítica al surgimiento del nazismo.
Hay un libro, uno que mi mujer me recomendó con ferviente interés, de Ursula Hegi titulado "Las piedras del río", en él se narra la vida de una comunidad alemana que sufre los horrores de la Guerra y ve cómo los que hasta ayer eran amigos hoy son enemigos y que cuando todo termina y vuelve la supuesta normalidad, parece haber un pacto no escrito y silencioso en el que todos deciden actuar como si nada hubiese pasado y olvidar todo cuanto ha sucedido, como ocurre en esta película, donde es mejor cubrir una vergüenza con otra aún mayor. Siempre me ha horrorizado, tal vez porque soy demasiado rencoroso, esa capacidad de muchas personas de olvidar de un día para otro las afrentas y vejaciones que han sufrido o han cometido, dejándose llevar por la rueda de la vida y fingiendo que su corazón y su alma no están hechas añicos.
Hay escenas que no podremos jamás borrar de nuestra mente, como la del rostro ensangrentado del niño, la del pastor azotando a dos de sus hijos, la del final del granero, o la del descubrimiento de un abuso sexual... escenas de horror puro y cotidiano que no son sino semillas del mal que está por llegar en un futuro no muy lejano... y es aquí donde aflora mi sentimiento de intranquilidad porque, ¿saben qué?, desde que vi esta película, no puedo evitar asomarme al balcón de mi casa, ver a los niños jugando en el parque de enfrente, montando sus grupos acotados y por mi mente pasa la idea de que quién sabe el germen de qué se estará gestando ahora mismo en sus tiernas y diabólicas mentes y hacia donde nos llevaran sus ideas (locas o cuerdas)... Y no puedo reprimir que un escalofrío recorra mi espalda mientras oigo sus inocentes risas y sus salvajes gritos de fondo...
Ficha técnica:
Título: La cinta blanca / Título original: Das weiße band / Dirección: Michael Haneke / País: Francia, Alemania, Austria / Año: 2009 / Duración: 150 min. / Género: Drama, Bélico /Reparto: Ulrich Tukur, Susanne Lothar, Josef Bierbichler, Burghart Klaußner, Marisa Growaldt, Janina Fautz, Michael Kranz, Jadea Mercedes Diaz, Michael Schenk, Steffi Kühnert, Sebastian Hülk, Anne-Kathrin Gummich, Ursina Lardi, Leonard Proxauf, Leonie Benesch, Christian Friedel, Theo Trebs, Maria-Victoria Dragus, Lilli Trebs, Enno Trebs, Kai-Peter Malina, Vincent Krüger, Paraschiva Dragus, Aaron Denkel, Sara Schivazappa, Levin Henning, Ole Joensson, Leonard Boes, Marvin Ray Spey, Hanus Polak Jr.

.Siguiente: Código Desconocido


Volver a la Portada de Logo Paperblog

LOS COMENTARIOS (2)

Por  elprimerhombre
publicado el 27 enero a las 23:22
Denunciar

Bravo, Crowley, bravo. Me ha dejado usted estupefacto. No había leído su reseña en su blog y la verdad, la semana que viene quería hacer yo un comentario sobre La cinta blanca pero ya le digo de antemano que no será tan completa como la suya. Y opino como usted. Esta peli es una obra maestra absoluta.

Y yo recordaré siempre la escena del médico con la comadrona. Impresionante humillación.

Un saludo!

Por   Santi
publicado el 18 enero a las 13:53
Denunciar

Enhorabuena por el artículo, amigo. Mi cultura cinematográfica es más bien nula, pero quiero ver esta película, y más después de leerte. También me gusta el enfoque que le das, con esa reflexión sobre qué es el mal, y su concepto cambiante. Seguro que disfruto -como se disfrutan estas cosas- con la película.

Saludos