Revista Cultura y Ocio

La civilización, a prueba

Publicado el 26 mayo 2016 por María Bertoni
La nueva película de Sokurov se estrena hoy en las salas porteñas.

La nueva película de Sokurov se estrena hoy en el circuito comercial porteño.

En esta entrevista que le concedió en septiembre pasado a Rachel Donadio del New York Times, Aleksandr Sokurov sostuvo: “No estamos irrevocablemente destinados a ser civilizados. Así en las guerras sangrientas de los siglos pasados como en la actual revolución tecnológica, siempre debemos demostrar que lo somos. Debemos aprobar el examen de civilización”.

Este examen es el tema central de la película que el cineasta ruso presentó en la 72ª edición de la Bienal de Venecia, y que hoy se estrena en nuestra cartelera porteña. Francofonía se titula, acaso para precisar cuanto antes el marco geográfico, histórico, cultural de un planteo que corre serios riesgos de provocar una discusión estéril.

Para disfrutar del largometraje de Sokurov, conviene acordar con él que París y en especial el Louvre representan la meca de la civilización (occidental, debería aclararse). Recién entonces estamos en condiciones de asistir a las dos pruebas que propone el autor de El arca rusa: la primera consiste en imaginar un barco cargado de obras de arte a la deriva y preguntarnos qué salvar y sacrificar; la segunda invita a repasar los entretelones de la ocupación nazi de la capital francesa, sobre todo las implicancias de la Kunstschutz o protección del arte que ordenó Adolf Hitler.

Sokurov conduce detrás de y frente a cámara ambos ejercicios de ficción, el segundo enriquecido con material de archivo pocas veces visto. La atención que les presta al desembarco del alemán Franz Graf Wolff-Metternich al Louvre y a la forzada convivencia laboral con el director francés del museo, Jacques Jaujard, sugiere cierta inclinación a pensar el arte como último refugio contra la barbarie.

En Francofonía también recorren el célebre musée Napoleón Bonaparte y la representación humana de La République, Marianne. Esta tercera ocurrencia aumenta la sospecha de que, para el director, el arte en general y los museos en particular conforman una burbuja inmune a la ferocidad de la Historia.

Sokurov también le dijo a Donadio que su nuevo largometraje trata de explorar las relaciones ruso-europeas, es decir, “la resistencia encubierta de Rusia hacia Europa, y el constante descontento de Europa con Rusia”. En efecto, el mismo realizador aprovecha su rol de conductor para recordar el contraste entre el trato considerado que los nazis le dieron al Louvre y el maltrato al Hermitage de San Petersburgo. De esta manera, señala un hito en la historia de un complejo vínculo signado por la admiración, la desconfianza y la interdependencia económica y política.


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