Revista Coaching

La clave de la didáctica del emprendimiento

Por Mariodehtercom
el conocimiento en una caja de seguridad

La didáctica del emprendimiento no está encriptada

Las personas suelen mirar hacia abajo y a la izquierda, o evadirse mirando hacia afuera a través de la ventana más cercana cuando escuchan formación de emprendedores” o “cursos para aprender a emprender” y cien expresiones más o menos similares.

El primer problema es la infotoxicación que desde finales de la década de 1980 se propaga indiscriminadamente sobre “emprendimientos y emprendedores” refritando hasta el hartazgo una docena de teorías científicas surgidas cuando la psicología entronca con lo que ha sido considerado durante siglos un objeto de estudio excluyente de la economía.

En segundo lugar, no menos problemático, es que la sociedad contempla la ineficaz repetición de metodologías sin la pertinente adecuación al ecosistema institucional y la ecología social de cada estudiante proponiendo ejercicios de comportamiento para romper el hielo y estimular a los participantes para que ellos hagan una auto-evaluación de sus fortalezas y debilidades y, esperanzadamente, logren inspirarse con alguna “buena idea”.

Los cursos “al uso” para formar emprendedores han supuesto ─vaya alguien a saber sobre qué base de conocimiento empírico─ que la introspección inducida desarrolla competencias y enriquece el espíritu emprendedor cuando los instructores y los co-participantes realizan una retroalimentación activa (feedback) de lo que cada participante expresa sobre sí mismo. Estos ejercicios de comportamiento, argumentan sus promotores, permiten desbloquear a las personas para que logren profundizar en sus propias personalidades las raíces de sus futuros logros. Me emociona… pero bla bla bla. He probado este procedimiento ─sugerido originalmente en la Metodología CEFE en los años ’90, también usados en el diseño instruccional de EMPRETEC─ como estudiante y como profesor pero no he podido constatar que ocurra tal cosa.

Lo que cuenta, es que los estudiantes sean conscientes de sus futuros roles como personas emprendedoras. La clave es que los profesores faciliten que cada persona “privada” se transforme conscientemente en una persona “pública”, comprenda sus implicancias y aprenda a desempeñarse como tal.

Todos tenemos en claro que los estudiantes deben poder identificar y definir con claridad cuál es su visión de la vida que quieren vivir, comprender cuáles son sus cualidades y cuáles son sus defectos, saber con objetividad con qué recursos cuentan y qué es lo que les falta para llevar a pleno sus propias iniciativas para emprender; sobre todo: entender, desde la perspectiva general social y de un mercado en particular, qué es un “modelo de negocio” y cómo escalar el emprendimiento desde configuraciones muy simples a desarrollos más complejos; nunca al revés.

Pero el agujero negro en la “formación al uso” es el descuido para ayudar a los estudiantes a que ellos mismos elaboren su propia visión de la vida que ellos mismos desean vivir a largo plazo y que descubran lo que a ellos mismos les entusiasma emprender a corto plazo para ir avanzando hacia su propia meta específica y no “hacia cualquier lugar de cualquier manera”.

Para esto se supone que los profesores deben saber diferenciar entre “educar para emprender” y “educar para gestionar”; podemos discutir sobre esto desde varias perspectivas: los negocios, la carrera profesional, el entorno social o “simplemente” la vida personal de cada estudiante.

Muchas veces los “cursos al uso” se esfuerzan por ayudar a sus participantes a poner en claro qué quieren hacer, descuidando que la gente logre la visión de lo que no quieren ser.

Cuando gestión gana a decisión

Mientras que la orientación al desarrollo de habilidades para planificar y gestionar domine sobre el desarrollo de habilidades para pensar y capacidades para desempeñarse en la sociedad: la didáctica del emprendimiento se reduce a un conjunto de metodologías para impartir aplicaciones de las matemáticas financieras y nociones marketing más o menos elementales según el tiempo que haya para impartir “el curso” y el perfil intelectual de los estudiantes.

En los últimos 20 años el “problema de la didáctica del emprendimiento” ha llegado a la educación superior y a las políticas de estado; lejos de ser una “batalla ganada”, sigue siendo una “piedra adentro del zapato” para políticos que no entienden de qué se trata y profesores que creen que no es un tema pertinente para sus respectivas Cátedras.

En los últimos 5 años se puso “de moda” considerar al “ecosistema emprendedor” pero todavía sin la debida perspectiva de su “ecología social”; salvo la retorcida pregunta “¿podrían Steve Jobs o Bill Gates materializar sus logros si hubieran nacido en Somalia?”, no hubo mayores intentos por pensar “¿cómo hacer que en Somalia prosperen las personas con alto potencial emprendedor?”; lo que sugiere pensar que las influencias del contexto son mucho más complejas de entender para los políticos y los educadores, que para los estudiantes elaborar un plan de negocios cuando se les encarga como “tarea”.

La didáctica del emprendimiento no posee un paso secreto encriptado. Por el contrario: es puro sentido común. Yo sostengo que el mejor “formador de formadores” especialista en didáctica del emprendimiento es cada estudiante. El problema es que cada profesor se atreva a preguntar, a cada estudiante: “¿cómo te puedo ayudar a saber quién eres, qué quieres lograr hacer y qué quieres evitar ser?”


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